Con todo y la feroz responsabilidad que implica el epíteto de ser una de las capitales más grandes del mundo, su discernimiento de fiestas chilangas suele ser de proporción opuesta al tamaño de su infraestructura. Según reportes del INEGI de 2015, 25 por ciento de la población chilanga está conformada por hombres y mujeres de entre 18 y 25 años, edad legal para entrar a un antro y beber cerveza. Dicho porcentaje aumenta considerablemente conforme la edad ronda los 30 y 40 años, y una buena parte de esos veinteañeros, treintones y cuarentones suelen distribuir la diversión en zonas predeciblemente específicos del ex Distrito Federal.

Recuerdo que cuando desde el corazón de Las Vegas me pidieron una especie de guía sobre opciones de restaurantes, bares, clubes y fiestas chilangas, en las primeras entregas el editor me rebotaba los textos con comentarios del tipo: “En una ciudad de 10 millones de habitantes tiene que haber algo más que Roma y Condesa”, y las mismas observaciones subrayadas en verde fosforescente se repetían aun cuando incluía coordenadas como Polanco, Centro Histórico y quizás San Ángel. “Ah, ¿cuánto apuestas a que hay más organizadores de fiestas que los Sicario que tanto mencionas?”. Fue sorprendente comparar cómo en Las Vegas, que debe medir lo mismo que la Del Valle, había más diversificación que en toda la Ciudad de México.

Tenía lógica. El urbanismo de “La ciudad del pecado” es una trampa turística que debe considerar cualquier posibilidad de derrama económica. Aun así, las observaciones de mi editor reflejaban síntomas sobre cómo concebimos las fiestas chilangas aquí. Y aunque perdí unas botellas de mezcal con esa apuesta, le expliqué que la complejidad de la Ciudad de México, sus problemas de movilidad y la variable de la inseguridad o la desigualdad de sus habitantes, terminan por impactar al momento de organizar fiestas.

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Por Detroit

Fiestas chilangas
Foto: Cortesía

Pero las cosas han mutado para bien.

Nuevos personajes han sorteado estas problemáticas de un modo quizás más compresivo. Lejos de huir de ellas, tratan de adjudicarles un sentido de adaptación para que la diversión y los chilangos sean los ganadores.

Me atrevería a decir que Kodemul y Jarren Ronald a.k.a Perfect Lovers, los creadores de las fiestas chilangas Por Detroit, han sido genuinos visionarios al despedazar los códigos más recurrentes con los que se organizan fiestas en la capital. Desde sus primeros flyers me llamó la atención que seguido del cover (que no pasa de los 200 pesos) añadían información especial: si te agarraba cualquiera de sus fiestas a huevo con ejotes, como suelen ser los finales de quincena, con el dinero invertido en material universitario, los abonos chiquitos en la garganta o simplemente desempleado, te invitaban a mandarles un inbox o correo electrónico en el que les contaras tu situación financiera y anotaban tu nombre en una lista especial para que no pagaras entrada; con suerte hasta podías echarte un par de cervezas.

“La fiesta se armó en respuesta a las políticas que experimentamos en la Ciudad de México, como que la mayoría de las fiestas cobraban mucho y las convertían en espacios muy clasistas y a veces homofobicos”, me dice Perfect Lovers.

Tal acto de solidaridad me recordó aquellas noches noventeras en las que taloneábamos monedas afuera del Salón México o del Cine Colonial sin techo y en ruinas, para pagar una entrada a las raves con el Mart-9000 o el Tini Tun como estrellas de la noche.

De hecho, de las cosas que me parecen encantadoras de Por Detroit es su humilde nostalgia por la escena rave noventera. A riesgo de equivocarme por mi ceguera con estas fiestas chilangas, de mis favoritas, casi puedo asegurar que fueron los primeros en involucrar locales muy lejos de las fronteras del corredor Roma-Condesa. Si bien empezaron en bodegas y estacionamientos de la parte menos glamurosa de avenida Chapultepec, pusieron la mirada en fascinantes territorios como la Exfábrica de harina, hoy epicentro de la escena queer capitalina. “Siempre estamos buscando formas a renovar, como la última fiesta que se llevó a cabo en la excárcel de mujeres”, sostiene Perfect Lovers.

Su orientación minimalista con juegos de luces básicos y tragos baratos (según recuerdo, con 500 pesos me puse una borrachera bukowskiana: el trago más caro topa los 50 pesos) hace que la música se convierta en el principal discurso de la fiesta, que, por cierto, no cede a la provocación de la tendencia y son capaces de mantener el ritmo del funk, disco y house (los género que predominan en sus consolas) sin cambios bruscos hacia la cumbia o el reguetón.

El nombre de sus fiestas es un evidente juego de palabras entre el Detroit techno (que por supuesto suena con porfía) y sexo anal, según lo entendemos los homosexuales. Aunque Jarren me cuenta que en su discurso político subyace una intencional cruzada contra la heteronormatividad y sus jerarquías desde la lectura queer, en la que mujeres y no-binarios son ampliamente bienvenidos. En la iconografía de sus primeras fiestas chilangas predominaba un fluido instinto por la testosterona, como vapor de sobaco que enganchaba las narices de los hombres.

A lo que voy es que en las fiestas de Por Detroit nunca me han “mugroseado” por hacerme bolas con mi lado femenino (delito por el que me acusan todo el tiempo) a pesar de que las deconstrucciones del género son cada vez más evidentes, sobre todo en el look de los parroquianos: “Pero, además, la gente trans entra gratis. Lo hacemos porque sentimos que la comunidad trans no tiene el mismo acceso a trabajo que los demás. Muchas de las personas que trabajan con nosotros son trans”, dice Perfect Lovers. Tampoco me han hecho el feo por sacar el popper cuando el techno me tiene saturado de placer. El único problema que le encuentro a Por Detroit es su periodicidad.

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Pervert

Fiestas chilangas
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En Pervert me sentí un poco incómodo, y muy anciano con el frasco de poppers y mi look limitado a al fanatismo por el punk hardcore.

Si tuviera que definir a Pervert, diría que son fiestas chilangas electrónicas decantadas por una exploración de símbolos femeninos, como la sombra en los ojos, los tacones y otras apropiaciones derivadas del delirio que actualmente goza la cultura drag, pero creo que Robin Garcia, director creativo de Perfect, lo aclara con más autoridad: “Pervert es un espacio seguro y libre de prejuicios, donde todos son bienvenidos, no existen las etiquetas y nuestra comunidad, integrada por personas nuevas o quienes acuden con regularidad, se reúne mes con mes a bailar y pasar un momento de recreación, con un line up finamente curado de música house, techno y géneros similares. Además de ir más allá del baile al integrar diferentes instalaciones, arte y espacios para encuentros sexuales, y proveyendo condones, lubricantes e información sobre educación sexual. Creemos que el placer es un derecho para todos”.

Las fiestas chilangas de Pervert se desplazan con énfasis en la estética, tanto del evento como de sus asistentes, quienes invierten en sus modelitos y en una especie de vocación por las orgías de sentimiento poliamoroso sin restricciones de género y orientaciones, que a un gay obstinado con la testosterona como yo pueden intimidar, pero es ideal para estos tiempos en los que la deconstrucción es el motor de las identidades disidentes.

Son fiestas chilangas famosas por adaptar cuartos oscuros para que la fantasía no se quede atorada, aunque, desde mi hipermasculino punto de vista, hay más pose que fluidos. El deseo no corre con la misma bestialidad que en los cuartos oscuros sólo para hombres homosexuales, y tomando en cuenta el clima de debate sobre el acoso un cuarto oscuro mixto me suena arriesgado.

“Es importante que todas las personas se sientan cómodas y bienvenidas al llegar a alguno de nuestros eventos, sin importar su género u orientación sexual, identidad, posición social o complexión física. Actualmente colaboramos con asociaciones civiles e impartimos pláticas en pro de la salud sexual”, dice Robin García.

La música básicamente se concentra en los beats por minuto del house, con muchas torceduras hacia ritmos latinos, y acaso son un poquito más costosas que Por Detroit. El cover varía entre 100 y 200 pesos, según la locación, y los tragos oscilan entre los 40 y 80 pesos.

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Puercords

Fiestas chilangas
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Fiestas chilangas como Por Detroit y Pervert están acaparando la fascinación por la noche chilanga con sus extravagancias electrónicas de género fluido, discursos políticos y sexualidad desdoblada, a tal grado que no son pocos los organizadores que intentan emularlos, creando un nutrido circuito de fiestas queer. En ellas, además de construir nuevas narrativas en la cultura LGBTTTI, atraen a públicos bugas que ven en estos postraves la posibilidad de experimentar paralelismos de sofisticación que presumen otras ciudades del mundo, como Los Ángeles, Nueva York o Londres. Pero no sólo de diversidad sexual vive el reventón citadino.

Tampoco la música electrónica es el único ritmo capaz de sacudir caderas. Por eso, desde otro ángulo, la pandilla Puercords volvió a poner el reflector sobre un género, para muchos movimiento, que parecía empolvado o vilipendiado por los oportunistas que sólo ven en los estoperoles moda y signos de peso.

“El punk es algo que nunca ha parado, obviamente tiene sus altas y sus bajas y aún estamos varios años atrasados en comparación con los vecinos del norte y con algunos europeos. Claro que esto no es más que el reflejo del atraso que tenemos como país, como sociedad, pero a pesar de las trabas puedes encontrar el trabajo de muchas bandas que son geniales, mucha gente que hace diseños, ilustraciones, tatuajes que no le piden nada a nadie”, cuenta Omar Parada, responsable de organizar lo que muy probablemente son las fiestas chilangas punketas más virulentas de la Ciudad de México, con la austeridad asfaltada propia de los toquines punks, pero la producción conveniente como para hacerse de una firma con su propia identidad.

En muchos sentidos sus posturas son parecidas a las protestas de los circuitos queers, pero ejercidas con los guitarrazos de las bandas que presentan, y que son mayoritariamente heterosexuales aunque fueron los Puercords quienes trajeron por primera vez a México a la legendaria banda de hardcore queer Limp Wrist, con la leyenda homosexual de Martín Crudo al frente. De hecho, quizás entre las características más importantes de Puercords está traer a bandas que son eslabones históricos en la historia del punk hardcore del mundo, como fue el caso de los pesos pesados de Suicidal Tendencies, Agnostic Front o los sangrientamente disidentes Propagandhi.

Esos toquines fueron dolorosa muestra de solidaridad y chingadazos por lo intenso del slam. La banda que se reúne no tiene ningún problema con batos que se atasquen de besos impúdicos como fue mi caso.

“Como muchos sabrán, la ciudad está muy limitada en el aspecto de locales para hacer fiestas punk, pero algunos de los pocos lugares que existen para realizar nuestros conciertos y con los  cuales llevamos buena relación son El Gato Calavera, El Alicia, El Mundano, El Centro de Salud, El Sociales Romo y el 360 Venue, en la frontera entre la Ciudad de México y Naucalpan, y donde ha sucedido quizás nuestro evento más exitosos: el festival Off limits, que este 2019 va por su cuarta edición. No es fácil y tampoco común tener un día en el mismo escenario a bandas de distintos países, algunas legendarias, otras que nunca habían pisado México, y bandas locales de la más alta calidad. Todo esto hace que hayan circulado por el festival Suicidal tendencies, Sick of it all, 88 fingers lui, Goodridance, Judge, No fun at all, Youth, Brigade, Vitamin X, Terrorizer, Ratos de porao, Power trip, Iron regan, Walls of jericho, La armada, Tropiezo, Axpi , los viejos Annapura, Doble d, We beieve, Propia Actitud, por mencionar algunas”, dice Omar Parada.

Aunque justo en el concierto de los Agnostic fue un bato quien me dijo que para ser un toquín de esencia punk los costos eran caros y en ocasiones llegan al doble que las fiestas de Por Detroit y Pervert. Supongo se refería a los precios de entrada de los conciertos que pueden costar 500 pesos, más lo que consumas, pero me imagino corresponde a los costos de recuperación cuando se trae a bandas internacionales.

Puercords no sólo se concentra en el latifundio de los conciertos. Parte de su encanto son sus irresistibles fiestas de punk y post-punk con ecos darkys en los que escurren esos beats de futurismo desesperanzado y ochentero, y que fueron seminales para mucho del rock que se hace hoy en día (la selección de los djs incluye tracks actuales y subterráneos que han sido influenciados por ellos), y que al menos a mí me provocan ataques de nostalgia de aquellas fiestas en el Dada X en las alturas noventeras del Centro Histórico.

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Garage party to die

Fiestas chilangas
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Si hubiera que zurcir el hilo conductor en la persecución de estas fiestas chilangas diría, sin miedo a equivocarme, que independientemente del giro ideológico o musical los une una  condensada añoranza por la gestión de fiestas como se hacía en los noventa, con su intuición autodidacta, en tiempos en los que la información que corre por las venas del internet tan sólo eran nociones de una novela cyberpunk, lo que me hace pensar que la teoría de “La lenta cancelación del futuro”, de Mark Fisher, es cruelmente cierta, sobre todo cuando dice: “El siglo XXI se ve oprimido por una aplastante sensación de finitud y agotamiento… el sentimiento de estar ‘tarde’, de vivir tras la fiebre de oro, es tan omnipresente como negado”.

Diego Huerta, guitarrista de los Voodoo Childs y organizador de las fiestas Garage party to die, lo dice sin titubeos: “Nuestro concepto, tanto musical como de gestión, ha sido muy enfocado a los noventa por el sonido fresco que sonaba en las fiestas del subterráneo. A tal grado ha sido la fascinación por esa época, que nos hemos empapado de datos, revistas y diseños de la época, y con base en eso hacemos la iconografía de nuestras fiestas”. Él tiene 30 años y un empleo godín de 8 a 6 en Santa Fe, pero su musa es la producción de fiestas.

Las Garage Party de Voodoo Childs, banda de garage rock adoradores del rockabilly, son pequeños universos paralelos repletos de calaveras, camisas de animal print, peinados de galanura chola y muchas olas de guitarra aceitadas con lubricante para automóviles, que dan forma al garage rock y que para los no familiarizados con el género podría decir, en un arranque simplón, que suena a una gozosa mutación de punk a-go-go distorsionado y psicodélico. Los Voodoo Childs suelen ser las figuras principales de sus noches de garage, aunque también hay otras en las que suena una muy buena selección de tracks sin música en vivo.

Las fiestas chilangas de Garage party to die ocurren en locales de fácil acceso, como el Under, en la Roma; o el Centro de Salud, en la Doctores. Estos días, que básicamente son sus inicios, son los mejores para visitarlas, no sólo porque son opciones baratas, sin pretensiones filosóficas más allá de la diversión, sino también porque el sonido que flota en su ambiente representa un acto legal de quiebre sonoro frente a ritmos que acaparan masivamente los oídos chilangos, y que despierta hordas de detractores.

Para aquellos que se la pasan rezando durante el día, y la noche, su odio al reguetón como quien alaba un Padre Nuestro alimentando el alma, las Garage party to die son la perfecta respuesta a sus plegarias.

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01 800 Perreo

Fiestas chilangas
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Me parece que aquellos que cultivan un odio descabezado por el reguetón son seres intolerantes, con la diversidad y sus propias caderas. Si es que las tienen. Sólo alguien sin pelvis puede aborrecer el reguetón con tanta zaña. La misoginia de la que se le acusa no es muy distinta que las fanfarronadas de los Mötley Crüe, por aquello de que los rockeros son quienes más orgullosos están de su reguetonofobia.

Si se supera el bombardeo mainstream del que somos objeto con el reguetón, un ritmo que es efecto razonable de una cultura como la latina que adora la represión sexual como forma de sobrevivencia social, puede ser algo sumamente agradable hasta la deshidratación. Y no todo es Maluma  o J Balvin.

Uno de los objetivos de las fiestas chilangas de 01 800 Perreo es dotar al reguetón de cierto honor basado en sus raíces, antes de que fuera la fórmula de éxito para muchos artistas pop con la creatividad agotada.

“Las fiestas de 01800 en la Ciudad de México son de reguetón alternativo. No es como ir al antro de novedad, donde vas a escuchar las nuevas de Maluma o Piso21. Que todo bien con ellos, pero nuestra fiesta es para gente inquieta por las nuevas tendencias que nacen alrededor del género”, cuenta Prims López, organizador-fundador de estas fiestas chilangas con origen en la Comarca Lagunera. Ahí eran el proyecto alterno del Festival Waco, y fueron moviéndose a Monterrey gracias Scott (de She´s a tease), hasta que conquistaron la capital gracias a Pat y Mucha Onda de Perreo Millennial.

En su dignificación del reguetón, las fiestas de 01 800 buscan espacios en los que el mainstream del género no influya para ejercer segregación o clasismo. “Normalmente escogemos venues muy nuevos que nos ofrezcan un espacio con propuesta y que no tengan prejuicios respecto a la gente que asiste, ni por la música que se pone. Hicimos varias fiestas en Niza 45, un foro que brindó su espacio a un sinfín de propuestas musicales sin importar el género. También hicimos un par en un spot más al sur llamado Frida La Suavecita, muy under la verdad, pero bastante accesible, y el Salón Paraíso, un salón de baile por Salto del Agua. Este año hemos cambiado un poco el formato y hemos tenido más incidencias en clubs como Terminal Club Antisocial en el centro. También en Bar Oriente y más reciente en Rico Club”, explica Prims, quien me aclara que su nombre proviene del infomercial sobre un trapeador capaz de limpiarlo todo.

Lo que destaca de 01 800 Perreo son sus line ups. Sus organizadores toman el riesgo de armar fiesta con un productor chileno que radica en Estocolmo y produce una especie de reguetón oscuro. “Creo que la comunidad que hemos generado alrededor de nuestras fiestas es gente que vive muy al día, interesada en divertirse de una manera desinteresada, sin temor a su sexualidad y con ganas de siempre destacar en la fiesta”, dice Prims.

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Perreo Pesado

Fiestas chilangas
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El perreo es la respuesta a las contradicciones de la sexualidad latina, algo sobre lo que discierne el personal de Perreo Pesado, a cuyas fiestas chilangas asiste gente que va a divertirse sin apuros ni violencia. Todo mundo baila con todo mundo, adeptos a distintos gustos musicales conviven con reguetoneros de cepa.

“Guapos y guapas le echan ganas para verse muy bien y ligar. Para entender de dónde proviene Perreo Pesado es necesario saber que el crew nació de manera genuina a través de la amistad y respeto entre  los 3 dj´s que lo conforman. Cada uno iba a visitar a los otros en sus eventos y como nos veían juntos en varias fiestas, nos empezaron a contemplar en line ups por varios puntos de la ciudad y el Estado de México. De ahí surgió la idea de juntarnos y, como sabíamos que nuestro perreo era muy pesado en todo aspecto (letras, beats, target, etc.), decidimos llamarle así a nuestro grupo de chat donde cotorreábamos. Posterior a esto salió la idea de lanzarnos como organizadores de fiestas bajo este nombre y fue un éxito total”, explica Rosa Pistola, miembro del crew organizador.

Si bien sus intenciones democráticas son loables, precios accesibles y tragos baratos para que el dinero no sea problema, la inercia urbano gravitacional los lleva a buscar locaciones  “céntricas”, locales en colonias como la Juárez, Centro o Doctores. “No las hacemos tan seguido, a veces dejamos pasar de tres a cinco meses para hacer una y que nuestro público se interese de nuevo por otra, como ponerlos en un estado ansioso por que llegue un Perreo Pesado. El venue debe ser seguro, funcional, lindo y con lo necesario para que nuestro público esté contento, perreando y no se sienta mal por ciertas cosas”, explica Rosa Pistola.

Sus fiestas chilangas pueden vivirse como un pastoral de utopía post hippie a ritmo de reguetón, en el que las diferencias se resuelven empujando la cintura hacia la lujuria simulada y el orgullo latino, donde todos son bienvenidos.

 

Maninfest

Fiestas chilangas
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Son tiempos en los que el clima de inclusión se torna radical, pero a pesar de ello sobreviven fiestas que con lo escandaloso que pueda sonar, y alarmar, el desglosamiento de identidades puede tener modulaciones tan positivas como las fiestas de Perreo Pesado o Pervert.

A Maninfest se le ha acusado de segregacionista, por su pacto casi escrupuloso con la fantasía de recaudar sólo hombres homosexuales en sus fiestas chilangas de masculinidad desbordada. Pero cuando se entienden que son decisiones que responden al respeto a una configuración erótica fiel al deseo, y no a las exigencias del contexto del presente (que, seamos honestos, algunas veces sólo responden a la apariencia y no tanto a una verdadera convicción por la diversidad) las de Manifest son fiestas de homosexualidad de humedad perfecta a irreprochable.

Maninfest consiste en un intenso fin de semana al año que incluye distintos locales nocturnos, un almacén donde sucede la fiesta principal, más un after dominical que termina cobrando forma de pool party. En cada una de las paradas hay djs invitados de países como Israel, España, Inglaterra, Brasil, Canadá, Estados Unidos, más una sólida cartera de talento nacional.

No es un evento precisamente barato, cada fiesta ronda entre los 200 y 300 pesos de cover más la borrachera, pero se puede comprar un abono por todo el weekend, que abarata en mucho el acceso.

Las cosas como son: la música no es la mejor, la electrónica que programan se hunde (aunque no es la constante) en esas repeticiones machaconas e insulsas oriundas del eurotrance, que en el mundillo gay se le conoce como circuit music, pero que al menos a mí me resulta desesperante. Es algo que le reprocho a Christian Saldate, fundador y dueño de Maninfest, pero reconozco que soy un melómano insoportable. Una vez superadas mis fobias musicalmente mamonas, la verdad es que en Maninfest me la paso bien porque es un aproximación a mis fantasías que no hacen daño a nadie.

No pocos ven a Mainfest como una celebración de clichés masculinos atados entre sí con arneses de cuero, ganchos e indumentaria leather y sadomaso, culto a los músculos y barbas que son insignia de la masculinidad tóxica, pero no son más que meros oficios fetichistas, ni más ni menos morales que quien le echa ganas al ritual drag, y me parece que son precisamente la obsesión por los fetiches Maninfest los que aportan color, y mucho olor (una de las sugerentes reglas omisas de Maninfest es la prohibición del uso de aguas de colonias o desodorantes) a la postal de la diversidad en México.

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