Haced esto en conemoración mía

Ciertamente les aseguro que uno de ustedes me va a traicionar. Tú no, Chabelo; tú sí eres compa.

Foto: Cuartoscuro

Superman baja del cielo en territorio mexicano y de inmediato es rodeado por un montón de personas que quieren palparlo y casualmente ese día están maquilladas como calacas. Bueno. El Día de Muertos no ha sido lo mismo desde que James Bond inició su película en el Zócalo capitalino entre Catrinas sensuales, osamentas inmensas y esqueletos bailando capoeira. Esta visión gringoide de una de nuestras tradiciones más arraigadas encontró feliz cenit con la película de la abuelita Coco. En el filme se plantea que en el más allá seguirá habiendo clases sociales, ¿hay peor infierno que ese? Esta circunstancia habla mucho de cómo nos ven los vecinos del norte. Lo que es un hecho es que los valores estéticos de estas tres cintas acabaron modificando la forma como vivimos los últimos meses de octubre en este bello y peludo ombligo de la luna. Me acuerdo que cuando Estados Unidos nos eliminó de Corea-Japón 2002, una primera plana decía: “Ya sólo falta que nos ganen en albures”.

Salió peor.

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Sin embargo, la semana pasada, y como cada año, aconteció un triunfo de la mexicanidad que no ha sido modificado por las directrices extranjeras. La representación de la Pasión de Cristo. Se sabe, destaca la de Iztapalapa; nombrada Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México, ¡delicioso humor involuntario! Se dice una y otra vez que a los mexicanos nos da risa la muerte. Yo no estoy de acuerdo con tal dictum, pero las escenificaciones teatrales del viacrucis alcanzan omnipotentes cúspides de humor.

A los mexicanos nos da risa la muerte del hijo del Señor. El Cristo de Tlaxcala llegó ebrio. Un actor ya crucificado, se viene abajo con todo y escenografía, hay video. A unos fieles tabasqueños los atacaron abejas africanas en plena procesión. Una imagen de Cristo en la cruz ataviada con holgados shorts púrpuras de basquetbolista. El meme de las mujeres penitentes que vistas desde atrás parecen la vitrina de Telas Parisina. Un Dimas barbado y mega panzón acompañado por el texto: “pinches romanos también crucificaron a Santa Clos”. Cristo clama al cielo: dios por qué me has abandonado” y detrás de él pasa un helicóptero de la PGR. Trae un micrófono pegado con masking tape a su mejilla.

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Detengámonos aquí un segundo. La imagen de El Hijo con un micrófono pegado a su mejilla. Estamos completamente locos, oigan. Es tan desopilante como si lo viéramos atándose las agujetas o con un control de PlayStation en la mano. Y sin embargo nos es normal. Pienso en la imagen del Cristo que ríe, que adoraban los jipitecas.

Los mexicanos vivimos en un eterno estado de desasosiego, en un delirio donde la guasa y el dolor se dan la mano. Todo es material de memes, material de pitorreo. Pasamos del infierno al paraíso en escasos segundos. Esto no lo digo, en ninguna circunstancia, como algo malo. Es lo que somos. Nacimos así. Y eso no nos lo quitará ni Pixar ni Denzel Washington en alguna hipotética secuela de Hombre en Llamas.

Celebremos, pues, que Jesús murió para salvarnos de nuestros pecados. Celebremos que vivir llorando la hermosa vida no es pecado.

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