El secuestro y homicidio de Norberto Ronquillo, un estudiante de 22 años de la Universidad del Pedregal, volvió a encender las alarmas sobre un delito que, aparentemente, no asolaba hace años a la Ciudad de México. La familia de Norberto interpuso una denuncia ante el Ministerio Público luego de perder contacto con su hijo la noche del 4 de junio, y pagó una parte del rescate exigido por los secuestradores. A pesar de esto, el cuerpo del estudiante apareció envuelto en bolsas de basura en un terreno de Xochimilco.

Al anterior caso, se sumó el de Leonardo Avendaño, otro joven que desapareció y posteriormente fue hallado muerto, con huellas de asfixia, en la parte trasera de una camioneta. Aunque el homicidio de Leonardo no está relacionado con un secuestro, que estos dos sucesos ocurrieran en tan poco tiempo reavivó una vieja herida que parecía cicatrizada en la ciudad: la sensación de vulnerabilidad y desamparo en el espacio público ante delitos de alto impacto. Basta recordar la psicosis colectiva entre la clase media y alta a finales de los noventa, cuando las bandas de Luis Arizmendi o Andrés Caletri operaban en el entonces Distrito Federal. O la zozobra en 2008, por los secuestros y homicidios del hijo de Alejandro Martí y la hija de Nelson Vargas.

Según la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, entre enero y abril de este año se abrieron 26 carpetas de investigación por el delito de secuestro. En 2018, se inició un total de 35 carpetas. Esto significa que, de seguir la tendencia actual, acabaremos el año con un incremento de 112% en este delito. Y hablamos sólo de los secuestros que se denuncian ante un Ministerio Público. Según la más reciente Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (hecha por el INEGI), el 94% de los secuestros en el país nunca son denunciados ante la autoridad.

Tras la presión ejercida por estos casos, Claudia Sheinbaum incorporó a su equipo a un nuevo funcionario: Omar García Harfuch. Él es ahora jefe general de la Policía de Investigación de la procuraduría local, y Coordinador de Inteligencia del Gabinete de Seguridad. A él se le atribuyen, cuando trabajaba en la Agencia de Investigación Criminal, las detenciones de líderes de carteles en la ciudad. Sheinbaum informó que, además, las reuniones del Gabinete de Gobierno, Seguridad y Justicia se realizarán todos los días; y que se trabajará en inteligencia, formación policial, coordinación con la Guardia Nacional y el vínculo entre la policía de proximidad y la población.

Respecto a los casos de Norberto y Leonardo ya hay presuntos responsables detenidos. Sin embargo, en las recientes semanas volvieron a sacudirnos las historias de Daniela Ramírez, quien abordó un taxi en Xochimilco y desapareció (sus familiares dicen que su osamenta ya fue hallada en Tlalpan); y Monserrat Serralde, quien también fue secuestrada al abordar un taxi y logró saltar del automóvil, aunque se golpeó la cabeza y tiene un traumatismo craneoencefálico.

Sería ingenuo culpar solamente a la administración actual por la situación de inseguridad que se vive en la CDMX. Era cuestión de tiempo para que la capital se “contagiara” de lo que ocurre en los estados que la rodean. Sin embargo, en sus manos está revertir esta situación, no sólo atrapando a los secuestradores y demás delincuentes, sino cambiando la percepción que se tiene sobre la efectividad y honestidad de las autoridades. No conoceremos la gravedad de lo que vivimos hasta que las nueve de cada diez personas que no denuncian un delito, lo hagan, sabiendo que de algo servirá.

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