A mediados de enero, el periodista estadounidense Graham Rapier publicó en el sitio web de Business Insider un texto en el que comparó el Metro de la Ciudad de México con el de Nueva York. En resumen, estaba anonadado porque el transporte chilango era más rápido, limpio, silencioso, barato y fácil de navegar que el neoyorquino. Amó, incluso, los pasillos para transbordar o que hubiera boleadores de zapatos, tacos de canasta y hasta cadenas internacionales de pizzerías.

Su texto fue compartido en redes sociales no solo por orgullosos usuarios sino hasta por funcionarios del gobierno local. Y, aunque el Metro es un ícono de nuestra identidad como chilangos y un transporte estupendamente planeado, debemos señalar que en los últimos años su servicio ha empeorado mucho. ¿Cuándo fue la última vez que la red completa del Metro funcionó sin retrasos en hora pico?, ¿por qué siempre cuando llueve el servicio se vuelve caótico incluso en líneas subterráneas?

Ocho personas resultaron heridas el pasado 5 de marzo por una falla en las escaleras eléctricas de la estación Mixcoac. En sus redes sociales, el Metro no comunicó en qué consistió el desperfecto, solo dijo que las escaleras tenían 33 años de antigüedad. A partir de ese día, casi todas las escaleras eléctricas de la Línea 7 fueron detenidas. Los usuarios de la línea más profunda de la ciudad tuvieron que subir y bajar los más de 100 escalones de cada estación durante varios días. La única alternativa para ancianos, mujeres embarazadas, niños o personas con discapacidad fue que los cargara un grupo de voluntarios. A finales de 2015, unas escaleras fijas del Metro Nativitas estuvieron a punto de colapsar y fueron inhabilitadas otro par en Villa de Cortés y Viaducto. Hemos visto, también, videos en redes sociales de vagones en marcha con las puertas abiertas. Son ya demasiados riesgos para un transporte usado por 5 millones de personas al día.

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En septiembre de este año, la primera línea del Metro cumplirá medio siglo. Algunas estaciones han sido remodeladas, pero es urgente modernizar en serio, más allá de lo estético, un sistema que ya dio el viejazo. Florencia Serranía, directora del Metro, dijo en una conferencia de prensa que las fallas recientes se debían a la corrupción y los actos de rapiña de las anteriores administraciones: la justificación preferida del nuevo gobierno, y que caducará después de cierto tiempo. Su primera acción, dijo, fue el plan “Más trenes en las líneas”, que consiste en tener refacciones listas, reducir las descomposturas y conseguir nuevos vagones.

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Antes de la asunción de los funcionarios del actual gobierno, se presentó el Plan Maestro del Metro 2018-2030, un documento que diagnostica las necesidades y detalla las inversiones requeridas para la manutención y ampliación de esta red de transporte. En el presupuesto de 2019 se destinaron más de $15 mil millones al Metro, el 75% de lo que se calculaba necesario en el plan para el mantenimiento de instalaciones mecánicas, eléctricas y electrónicas, además de las vías. Es decir: todavía falta dinero para lograr que el servicio tenga la eficiencia que Graham Rapier experimentó como turista del transporte público. Quizá llegó el momento de considerar un aumento de la tarifa, y prevenir las consecuencias de la medida sobre los pasajeros.

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