La mayor parte de las feministas tenemos chambas no relacionadas con el feminismo. Ahí andamos contestando teléfonos o limpiando pisos o haciendo tablas de Excel o pensando en campañas para vender jabón o dibujando paisajes o construyendo puentes o fumigando casas o sacando muelas o preparando pizza o cosiendo guantes de box o curando gatitos. Qué más quisiéramos que dedicarle todo nuestro tiempo a reflexionar sobre el género, leer fotocopias de teoría nivel ninja y hornear diamantina orgánica, pero ps está cabrón. 

Una de las pocas chambas que sí consisten en ser feminista de tiempo completo es estar al frente de la Secretaría de las Mujeres de la CDMX. En los últimos días, sin embargo, su titular ha demostrado que no tiene ni pinche idea de lo que está haciendo. 

Lee la columna anterior de Tamara: En sus marcas, apunten, ¡glitter!

Yo estoy en contra de sacar el feministómetro con otras compañeras de lucha. Pero si con alguien se puede hacer una excepción, es con Gabriela Rodríguez, porque se supone que es la que se encarga de desarrollar políticas públicas que nos protejan e incluyan, además de ser vínculo entre las mujeres y el gobierno de la ciudad. 

Se ha aventado varias. Primero, después de la marcha del viernes 16, no tuiteó gran cosa, excepto que lamentaba el ataque al reportero (curiosamente, olvidó especificar que quien lo madreó fue otro hombre). Gracias, Gaby, por alimentar el discurso de odio de los medios hacia nosotras y desviar la atención de LOS MOTIVOS DE LA MANIFESTACIÓN, qué detallazo. 

Luego, en una entrevista con Sergio Sarmiento sobre feminicidios y violencia de género en CDMX se aventó esta declaración: “Las mujeres nos vamos a quitar el papel de víctimas y vamos a exigir respeto”. Es cierto que el titular de la nota saca de contexto sus declaraciones y que también mencionó que los morros tienen que aprender a no violar ni matar, pero esa tontería del “papel de víctima” es como lo que diría el macho más básico para culparnos por la violencia que vivimos, así de “Ay, es que ella no se esforzó suficiente para que no la asesinaran, o sea, seguramente no exigió respeto”. ¿Sí sabes cómo funciona EL MALDITO SISTEMA PATRIARCAL, Gabriela? Seguramente, en su cabeza ocurren escenas así: 

Feminicida: Te voy a matar. 

Mujer: ¡Espera! ¿Qué no ves que soy mujer empoderada? ¡A mí me respetas!

Feminicida: ¡Ah! Perdón, pensé que eras de las que adoptan papel de víctima. 

Mujer: No te preocupes, nada más te encargo que pongas más atención para la próxima vez que intentes asesinar a una mujer. 

Feminicida: ¡Que pases un buen día!

Lamentable. 

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La gota que derramó el vaso fue el video que se hizo viral ayer, de una conferencia que dio en marzo en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, llamada El papel de las mujeres en la 4T. 

A la hora veintitrés minutos empieza a hablar de los vagones exclusivos, de cómo la mayor parte de las mujeres los prefieren y que sí funcionan. Hasta ahí todo bien. Pero entonces dice esta mamada monumental: 

“Luego hay cosas de, ora sí que de las feminazis, que se sube un cuate y lo quieren matar, pues tampoco exageren”.

Escúchenlo con sus propias orejas, a la hora con 23 minutos y 39 segundos: 

Ay no, ¡pobrecito hombre al que “quieren matar” en un país donde son ellos quienes nos matan a nosotras! Qué bueno que la máxima autoridad en materia de género en la Ciudad de México está tan preocupada por protegerlos a ellos ¬¬.

Para colmo, suelta: “Hubo un trans que se subió y el policía lo bajó a golpes”. ¿”Un trans”? ¿No habrá querido decir una mujer trans? Si ni siquiera es capaz de hablarle a las personas trans con los artículos correctos, ¿cómo podríamos esperar que impulse políticas que las incluyan y protejan? Entiendo que puede ser confuso cuando no estás familiarizada con estos temas, pero insisto, SU ÚNICO TRABAJO ES ESTAR FAMILIARIZADA CON ESTOS TEMAS. 

Pero vuelvo a lo más grave: llama “feminazis” a las mujeres que están exigiendo su derecho de viajar libres y seguras, y de que se aplique una medida que es parte del REGLAMENTO del Metro. Feminazis. FEMINAZIS. De manera no irónica. Feminazis. La palabra que se ha usado sistemáticamente para descalificarnos y silenciarnos. Ese insulto que, además de absurdo, banaliza el genocidio cometido contra judíos, gitanos, polacos, gays, personas con discapacidad y otros grupos perseguidos durante la Segunda Guerra Mundial. O sea, qué pinche falta de respeto por donde se le vea. QUÉ IGNORANCIA. 

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Es como si sorprendieran a la secretaria del Medio Ambiente echando un perol de aceite chamuscado en el Río Magdalena; como si el secretario de Movilidad se fuera en coche a su trabajo y lo estacionara en la banqueta; como si la secretaria de Salud recomendara chochos homeopáticos para la diabetes y “echarle ganas” para curarse la depresión.

“Feminazis y exageradas” por pedirle a los hombres que se bajen del vagón exclusivo. En serio no me cabe en la cabeza. Lo escribo y sigo sin creerlo. 

Entonces, me imagino que Gabriela también va a tachar de feminazi al jefe de estación San Cosme que anoche fue asesinado por otro hombre que, al no querer abandonar la parte del andén donde se abordan los vagones exclusivos, lo aventó a las vías. ¿Lo va a culpar de su propia muerte, o eso de revictimizar nada más aplica para las mujeres?

Qué rabia. Me voy a poner a hornear glitter orgánico y biodegradable para aventarlo por todos pinches lados. 

Ayer, con toda razón, nació el hashtag #QueRenuncieGabrielaRodríguez. Porque tenía un trabajo y ya demostró que no puede (ni quiere) hacerlo. Bai. 

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