¿Los policías de la ciudad protegen a las mujeres?

El 6 de agosto, Excélsior no tuvo modo de insertar una foto a una noticia espeluznante. Por eso asignó un dibujo a Daniel Rey, que creó lo siguiente: tomada de pelos y espalda por un agente, una joven es inmovilizada fuera de una patrulla. Las luces estroboscópicas la iluminan: torcida, ojos atónitos, caderas casi rozando la pelvis del policía. Otro oficial los mira y ríe.

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Apoyada con el cintillo “Criminales”, la ilustración es desoladora. Pero cotejemos los hechos con el título bajo la imagen: “Policías someten y violan a menor en Azcapotzalco”. Ahora leamos la nota, basada en la denuncia de la presunta víctima, una chica de 17 años. La madrugada del 3 de agosto caminaba en la calle Nopatitla. Una patrulla se acercó. A la fuerza la metieron atrás de la patrulla. Adentro había cuatro agentes. Y los cuatro la violaron, acusa ella.

Y entonces comenzó el desastre, otro, este sí comprobado.

El médico de la Procuraduría capitalina realizó los exámenes físicos a la joven cuatro días después de la presunta agresión y la denuncia. Las 24 horas iniciales a que obliga el protocolo son un tesoro en los peritajes: las pruebas persisten. Por eso, si hubo señales de violación en ropa, fluidos y tejidos, habían desaparecido. Claro, el resultado fue negativo.

Feministas protestaron en la Secretaría de Seguridad Ciudadana, y a Jesús Orta, su titular, lo encararon. ¿De qué modo? Aunque una de ellas azotó una silla, lo que en realidad hicieron fue tirar brillantina a su pelo. Presurosa, la jefa de Gobierno grabó un video, iracunda y manoteando: “Quiero ser muy tajante: (…), será la propia institución quien haga las investigaciones y resuelva, pero lo más importante (sic) para nosotros es no caer en las provocaciones”, dijo Sheinbaum.

Eso era lo más importante: no reaccionar a las “provocadoras”. ¿Y el presunto crimen? Asunto secundario.

Para ese día el gobierno había filtrado a medios el número de la investigación, sus declaraciones una ubicación que servía para conocer su domicilio. Su privacidad, pulverizada.

Televisa divulgó dos videos de cámaras de casas de la calle Nopatitla grabados esa noche: cuatro patrullas se detienen y ocho agentes rodean a quien podría ser la menor (un poste oculta la escena).

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Aunque sí quedaba claro que tres patrullas no fueron mencionadas por la chica en el MP, el video no demostró demasiado. De inmediato la Procuraduría, vía su vocero Ulises Lara, aprovechó el contexto. “Momento, circunstancias, lugar y hechos no coinciden por lo declarado por la víctima. Sin embargo, seguiremos investigando”, dijo. Había dado su sentencia, pese a que admitió que debían seguir investigando. Misión cumplida: se “revictimizaba” a la denunciante al negar su verdad.

Para cerrar el círculo negro, el secretario de Seguridad reveló que la menor no quería ratificar su denuncia. Es decir, entrelíneas el mensaje fue, “por algo será”. Ni por asomo había que considerar el miedo de que su caso fuera público o que, como declaró a Animal Político la abogada Ana Velázquez, del Círculo Feminista de Análisis Jurídico, las víctimas ratifican entre la denigración: “en instalaciones horrorosas (…), donde hacen el examen ginecológico es un cuarto de tablaroca”.

El caso de Azcapotzalco sí ha servido de algo. Ya sabemos que en el periodo de Sheinbaum se han abierto 25 carpetas de investigación contra 25 policías acusados de delitos sexuales. Ya sabemos la respuesta de la pregunta inicial: ¿los policías de la ciudad protegen a las mujeres? Y ya sabemos que la dolorosa ilustración del Excélsior se quedó muy corta.

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