He visto al Mago Merlín con su canosa barba encrespada, áspera, espesa, con cada uno de sus pelos deslavados como venas de sabiduría, todo el día de hoy. Pero en mi mente no brota con su largo saco café dentro de un bosque galés en tiempos del Rey Arturo, sino en 2018, de este lado del Atlántico, en Palacio Nacional ante un Zócalo repleto de un pueblo que lo sigue fervoroso para que él, al estirar su brazo y abrir grande su mano sobre la multitud de cabecitas, diga algo como Tui gratia Iovis gratia sit cura y sane con su magia al pueblo mexicano de sus males perpetuos.

Debo la imagen quimérica a un tuit del famoso analista político Leo Zuckerman, que escribió: “Parece que el próximo gobierno de AMLO no sabe qué hacer para resolver el problema de la inseguridad”. He contado las palabras y en cuántos segundos se lee la frase, que resulta crítica (como es razonable en un periodista) si uno solo le da un vistazo por encimita: 18 palabras y 5 segundos con 29 centésimas.

Qué poquito para decir tanto. No me detengo a hurgar en la connotación del tuit para golpearlo a él, sino porque él, sin saberlo, es la justísima medida de la figura suprahumana en que Andrés Manuel se está volviendo.

“Parece”, arranca Zuckermann. Es decir, ni siquiera tiene certeza de si su dicho contundente es verdadero o no. Pese a su confesada duda, insinúa que el futuro equipo de AMLO es ignorante o negligente, pues desconoce el secreto (¿la pócima?) para alcanzar la más absoluta paz.

“Futuro gobierno”, añade Zuckermann. Apenas se cumplió un mes de la victoria del tabasqueño, faltan cuatro meses para que ejerza el poder, pero ya condena a un gobierno que aún no existe, que está en gestación. Simple, lo que expresa es algo como: “el feto que está en el vientre de su madre es incapaz de caminar”. Es incapaz porque ni siquiera nació, porque está aún en el útero materno.

“No sabe qué hacer para resolver el problema de la inseguridad”, continúa. ¿Quién sí sabe? Si un político de todos los que nos han gobernado hubiera sabido cómo resolver la inseguridad, cómo zanjar esa tragedia vieja como la existencia de México, ¿no seríamos ya una suerte de Disneylandia? (y en Disney también hay problemas: los tienen desde Bambi hasta Minnie Mouse).

Dice Zuckermann “resolver el problema de la inseguridad”. “Resolver” es eliminar, desaparecer. Para resolver la inseguridad hay que reducir las tasas de homicidios, desapariciones, robos de cualquier tipo, secuestros, a

cero. Y eso no lo ha logrado ni Finlandia, que también tiene delincuentes y cárceles. Resolver la inseguridad es una fantasía. No es posible, como sí lo es “atenuar la inseguridad”, algo que debemos exigir al presidente.

Con Calderón, se calcula, hubo 103 mil muertos con violencia y 26 mil desaparecidos. Con Peña van casi 110 mil muertos y 35 mil desaparecidos.

En síntesis, en 12 años 274 mil mexicanos que deberían estar aquí no lo están más. Se esfumaron en gobiernos federales de dos partidos que suman 90 años de poder. En ese periodo, PAN y PRI no resolvieron la inseguridad, como acaso soñamos los 30 millones que votamos a AMLO y demandan quienes lo abominan. Y ambos partidos ni siquiera atenuaron la inseguridad.

Al bipartidismo le tomó casi un siglo arruinar al país. El nuevo mandatario tendrá 6 años, que son menos del 7 % de ese tiempo, para hacer todo lo que esté a su alcance para comenzar a resurgir desde las ruinas. Para atenuar el drama, no resolverlo.

Es duro, pero elegimos como presidente a una persona, no al Mago Merlín.

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