El documental Leaving Neverland (del director Dan Reed y transmitiéndose en la señal y en las plataformas digitales de HBO) no puede dejar a nadie indiferente.

En él, Wade Robson y James Safechuck acusan a Michael Jackson de haber abusado sexualmente de ellos siendo niños, durante años, y detallan cómo utilizó su fama, su carisma, su poder y su dinero para primero deslumbrar y luego seducir con gran efectividad tanto a ellos como a sus familiares (que también aparecen en el documental extensamente, y quienes sin duda tienen una gran responsabilidad sobre lo que presuntamente ocurrió). Mucho se ha discutido sobre la veracidad de sus testimonios, sobre la decisión de las presuntas víctimas de denunciar hasta ahora —Michael Jackson murió hace 10 años—, y de los testimonios, ahora contradictorios, que ofrecieron bajo juramento, en defensa del llamado Rey del pop, cuando enfrentó demandas similares hace algunos años.

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Como sabrán, esta no es la primera acusación en este sentido en contra de Jackson. En 1993, el cantante llegó a un arregló fuera de la corte con un joven de 13 años que lo acusó de abuso sexual. Le pagó, se estima, 25 millones de dólares para que el juicio no siguiera y para que el acusador no divulgara ninguna información.

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En 2005, enfrentó un juicio legal en el que se le acusaba de abuso sexual infantil, del cual salió victorioso, a pesar de que la policía encontró artefactos perturbadores (como maniquís de niños en tamaño real y habitaciones ocultas en clósets) en su rancho de Neverland. Sospechas sobre el comportamiento de Jackson siempre han existido. Nunca se le ha probado nada. Ni ahora.

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Sin embargo, los testimonios que ofrecen en la película Robson, Safechuck y sus familias, han resultado ser particularmente convincentes. Quizá por el detalle con el que describen todo. Quizá por la expresión de dolor y de angustia permanente de sus caras. Quizá porque sus relatos están llenos de coincidencias. Quizá, también, porque cada vez sabemos más sobre el comportamiento prototípico de los predadores sexuales. Yo les creo. Habrá quien no. Tendrán sus razones.

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Los defensores de Jackson —familiares, amigos y entusiastas—, señalan la subjetividad del documentalista y lo culpan de mostrar solo una versión de la historia. Y es que nadie salvo las presuntas víctimas y sus familias, aparece a cuadro. Los albaceas de Jackson, entre otras medidas que han tomado, están demandando a HBO por 100 millones de dólares para resarcir el daño y han acusado a los acusadores de perjurio. Habrá que ver si progresa.

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El efecto de Leaving Neverland se empieza a sentir en diferentes frentes. Muchas estaciones de radio alrededor del planeta han sacado las canciones de Jackson de su programación. El capítulo de Los Simpson en el que prestó su voz ha sido congelado por los productores de la serie. Drake ha dejado de interpretar “Don’t Matter To Me”, la canción que publicó recientemente en la cual una vocal inédita de Jackson tenía un rol protagónico.

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No se les puede culpar de nada a los que han decidido dar la espalda a Jackson. En este momento no puedo escuchar su música sin que se me revuelva el estómago. Sí, es grandiosa, eso no ha cambiado, pero de inmediato me conduce directo y sin escalas a los testimonios de estos hombres. Me hace imaginar los horrores que dicen haber sufrido, y que, uno se imagina, sufrieron otros niños. ¿Se va destruir una leyenda luego de este documental? Está por verse.

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