El Grammy ha sido, muchas veces, un cuantioso manantial de humor involuntario. Recordemos algunos de sus momentos más lamentables: en 1990, la Academia le quita el premio de Mejor artista nuevo a Milli Vanilli, otorgado el año anterior, cuando se descubre que los artistas que daban la cara no eran los que grabaron el disco. También fue en ese año cuando Jethro Tull le ganó a Metallica en la flamante categoría de Mejor ejecución de Heavy Metal/Hard Rock. Y ni hablar de la burda manera en la que históricamente fue ignorado David Bowie, a quien solo premiaron tras su muerte, en 2017, cuando su álbum Blackstar consiguió cinco trofeos. Anécdotas del tipo abundan. Son unos premios con el radar descompuesto.

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Por lo mismo, no son sorpresivas declaraciones hechas por artistas como Eddie Vedder, quien en 1996 dijo: “No sé qué significa esto. No creo que signifique nada”, mientras recibía un premio. Y es que generalmente se imponen los artistas convencionales, sosos, grises, predecibles y menos desafiantes, pese a que la Academia ha hecho algunos esfuerzos por abrirse en años recientes. Por eso es un premio que para muchos no tiene relevancia: porque más que ganarlo los músicos más interesantes, suelen ganarlo los mediocres. Ni siquiera lo ganan los artistas más populares o los que vendan más boletos. Este año, grandes figuras como Beyoncé, Drake o Taylor Swift no irán a la ceremonia, pues sus discos no se tomaron en cuenta para competir en las principales categorías.

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No recuerdo un artista cuya carrera haya cambiado de manera drástica a partir de ganar un Grammy, a diferencia de un Oscar, por ejemplo, que sí resulta fundamental en la vida profesional de cualquiera que se lo lleve. El músico ganador del Grammy recibe mayor exposición mediática durante las siguientes semanas, y el reconocimiento se verá bien en sus boletines de prensa, pero tampoco pasa mucho. Insisto, es un premio que para muchos no tiene relevancia.

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Por eso, les recomiendo que este domingo vean los Grammy sin pensar mucho en los premios o quién los gana. Da igual. Solo espero que gane gente capaz de ofrecer discursos elocuentes y divertidos. Quizá lo que más vale la pena son las actuaciones. A los productores del evento les gusta crear momentos musicales únicos e irrepetibles, y organizando duetos impredecibles, homenajes emotivos. Este año, hasta donde sabemos, Dua Lipa y St. Vincent van a hacer un número juntas. Los Red Hot Chili Peppers se presentan junto a Post Malone. También actuarán Camila Cabello, Cardi B, Diana Ross, J Balvin, Young Thug, la gran Janelle Monáe, Kacey Musgraves, Miley Cyrus, Lady Gaga y Travis Scott, entre muchos otros. Además, han confirmado que se rendirá tributo a la reina Aretha Franklin. Lo que brillará por su ausencia es la estrella del momento, Ariana Grande, quien no se puso de acuerdo con los productores. A pesar de su ausencia, creo que es un buen cartel, que refleja bien lo que está escuchándose en la corriente principal, lo que domina en las plataformas de streaming. Lástima que no haya espacio para otras músicas más marginales en la gran fiesta de la gran industria. Pero de que será un gran espectáculo, no me queda duda.

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