Gatites, ¿sabían que en Estados Unidos estalló un gran escándalo sobre corrupción relacionado con el proceso de admisión de hijos de familias ricas a universidades de élite (Yale, Stanford, Berkeley, entre otras)?. Fue hace unas semanas que se hicieron públicos casos donde, por un pago millonario a una institución que supuestamente asesoraba a aspirantes universitarios, podían enviar un sustituto experto el examen de admisión, o sobornar a entrenadores de las universidades para que recluten a los jóvenes en equipos deportivos de la institución (bajando así el estándar necesario para ser admitidos).

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Estos casos de compras millonarias por lugares en las universidades, generó atención de la opinión pública en un proceso truqueado tanto por la vía ilegal, como la legal. Ejemplos hay muchos. Uno de ellos es la “segunda revisión” que dan las universidades a algún caso, después de que la familia del aspirante hace una donación millonaria a la institución (se ha documentado que esto sucede en Harvard). También es criticable que 42% de las universidades privadas en Estados Unidos tienen consideraciones especiales a hijos de sus egresados, o que hay empresas que, nuevamente a cambio de pagos de miles de dólares, pueden prácticamente elaborar por completo ensayos de admisión.

¿Por qué es escandaloso? Porque uno de los mitos que fundamentan esta sociedad supuestamente meritocrática en la que vivimos se basa en que los mejores estudiantes son los que logran entrar a las mejores universidades, y gracias a eso obtienen mejores empleos y mayores ingresos. Tal discurso aplica tanto para Estados Unidos, como para el resto del mundo.  

Foto: Gatitos vs la desigualdad

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Pero la realidad es otra. Las escuelas funcionan como un motor reproductor de la desigualdad.La educación otorga falsa legitimidad a un sistema injusto”, al hacer pasar por “esfuerzo”, las diferencias escolares que son causadas por la desigualdad entre los hogares de donde provienen los estudiantes.  Los datos en Estados Unidos son impresionantes. Casi 6 de cada 10 jóvenes de entre 19 y 22 años no asiste a la universidad, mientras que 80% de los jóvenes del quintil más rico sí asisten a una. Pero hasta en la cima hay grandes diferencias: mientras que 1 de cada 10 hijos de hogares del Top 10% asiste a una escuela de élite, dicha cifra aumenta a 4 de 10 para los del Top 0.1%.

En su libro Los Herederos, el sociólogo Pierre Bourdieu (de quien somos mega fanáticos los Gatitos contra la Desigualdad) describía, ya hace 60 años, los diversos mecanismos por los cuáles el sistema educativo legitimaba falsedades como el supuesto “talento” de los niños más ricos. Pero no solo eso, también señala cómo los familias más pobres naturalizan (es decir, realmente llegan a creerse) su falta de “talento”:

La autoridad legitimadora del sistema escolar puede multiplicar las desigualdades sociales porque las clases más desaventajadas, demasiado conscientes de su destino y demasiado inconscientes de las formas en que se produce, ayudan así a hacerlo realidad sobre sí mismos.**

Datos sobre la Ciudad de México muestran que 92% de los jóvenes que nacieron en el quintil más pobre (es decir, en el 20% menos rico de la población) no llega a la educación superior. En contraste, en las universidades privadas más reconocidas, prácticamente todos los estudiantes provienen de los hogares más ricos de la ciudad (o el país). De hecho, sucede lo mismo en el camino para llegar a la UNAM: 7 de cada 10 alumnos de la máxima casa de estudios provienen del 40% de la población más rico.

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Así es, en México también pasa. Hace una semana salieron los resultados del examen de admisión para la UNAM, y nueve de cada diez alumnos no fue aceptado. Aunque es claro que la competencia es injusta por las diferencias de origen social, la narrativa es otra: “entran a la universidad los que tienen más méritos”. Ese discurso se refleja en muchos lugares: por ejemplo, en esta página de asesoría en el proceso de ingreso, quienes señalan que entre las principales razones por las que los aspirantes no logran entrar a esta universidad, se encuentra la falta de estudio y los nervios. Desafortunadamente, tal narrativa ignora totalmente el contexto de desigualdad que está detrás de los resultados diferenciados al responder esas 120 preguntas en 3 horas que determinan el resto de la vida de los jóvenes.

México no está exento de prácticas similares a las estadounidenses: Hay todo un mercado de numerosos cursos de paga que preparan a los estudiantes para el examen de admisión, cuyo costo ronda de entre mil y hasta catorce mil pesos. Además, hay señalamientos por la venta de las respuestas en los exámenes de admisión, y han sucedido eventos que ponen en duda la fiabilidad del proceso, como la supuesta acusación de fraude en el examen para ingresar a la educación media superior del COMIPEMS (en la CDMX), que luego fue manejada como un error.

Foto: Gatitos vs la desigualdad

Gatites, ¿aún tienen dudas sobre la falsedad del supuesto talento de los más ricos? Bueno, les contamos que científicos expertos en genética comprobaron recientemente que, lo más cercano que existe al “talento” (o los genes que se relacionan con ciertas capacidades comúnmente nombradas como “talentosas”), se distribuye por igual entre niñas y niños de hogares ricos y pobres, comprobando así que los más ricos no son más “talentosos”. Este estudio también encontró que los rendimientos que genera ese cocktail de genes, son totalmente diferentes para los niños ricos (que asisten a escuelas privilegiadas, tienen acceso a capital cultural todo el tiempo, y el apoyo económico de miles y millones de pesos) y los niños pobres, por lo que concluyen que es mejor nacer en un hogar rico, que nacer con “talento”.

Cerramos pues, recordando que eso que algunos llaman mérito o talento en esta sociedad, es una mentira, legitimada y convertida en una “verdad” inmutable, por sistemas desiguales como el educativo. Es nuestra responsabilidad difundir la información que prueba lo irreal de esa idea, y exigir los cambios necesarios para un sistema educativo más justo para todas y todos.   

* Entre las universidades incluidas en el grupo Ivy Plus se encuentran Harvard, Columbia, Brown, Princeton, Yale, Stanford, MIT y UChicago.

**Cita del libro de Bourdieu y Passeron (1979) The inheritors: French students and their relation to culture, University of Chicago Press.

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