Con cierto enojo leo en un póster de supermercado: “mantengamos vivas nuestras tradiciones”. Es un anuncio publicitario del pan de muerto que ahí ofrecen. Panes de muerto con un tajo transversal que exhibe tres tipos de rellenos: Conejo, calabaza y Nutella. Bueno, esa diminuta monstruosidad no mantiene viva tradición alguna. Ya van varios años que no como el pan dulce típico de estas fechas, básicamente porque estos nuevos tentempiés no me conceden Ratatouille alguno. Qué triste. Pienso en el pan de muerto de mi infancia barrial con melancolía.

El Día de muertos es indiscutiblemente la fecha que más se ha agringado en tiempos recientes. Agringado como sinónimo de fast food previamente masticado. El Bond de Sam Mendes (que afortunadamente ya decidió dejar de perder el tiempo haciendo cine del agente 007) nos entregó esta escena en la que el Zócalo capitalino está repleto de calacos haciendo capoeira (¿?). Después de ese nudo de símbolos errados, no hubo marcha atrás. Pocas personas recuerdan que ese mismo año Superman aterrizó en lo que creo era Tijuana para ser palpado como un dios por un montón de mexicanos también ataviados como catrinas y esqueletos. Coco de Pixar fue el acabose. La cruel idea de que en el más allá también hay clases sociales nos pasó un poco desapercibida. Hay gente que al Día de muertos ya le llama Día de los muertos, traduciendo involuntariamente del inglés. En la esquina de Mazarik y Arquímides, el sábado había un puesto callejero que, bajo la inscripción “catrinízate”, te maquillaba a cambio de una lana. Una sombra pronto seremos.

Reitero: el Día de muertos es indiscutiblemente la fecha que más se ha agringado en tiempos recientes. Esto no está necesariamente mal. Las tradiciones en efecto se modifican y evolucionan. Sonríen los niños sobre el paseo del Emperador, hoy de la Reforma, a la espera del desfile conmemorativo. Hubo mucho extranjero este fin de semana en la ciudad, tiene también que ver con la F1. Y pues sí, imagino que los que atendían el puesto de “catrinízate” hicieron su agosto en pleno octubre.

Sin embargo, estoy a punto de escribir que se están perdiendo nuestras tradiciones, pero no lo haré porque eso implicaría que envejezca yo unos siete años de golpe y es responsabilidad del cronista mantenerse vigente. Hay un misticismo extraviado en la forma como somos mexicanos hoy en día. Mi Día de muertos es mamá encendiendo cada vez más veladoras en la cocina.

Luego veo lo que hicieron en Tláhuac. ¡Genios! Vecinos que merecen todos los foncas del mundo colocaron enormes calacas saliendo de los baches en las banquetas. Baches inhumanos, enormes, zanjas de pavimento por las que ahora asoma una clavícula. ¡Genios! Cómo me gusta recordar esas palabras del maestro Vasconcelos cada que algo así ocurre: sí, México se salvará a pesar de todo.

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