En “Feministlán”, Karen Villeda escribe sobre feminismo.Puedes leer su columna quincenal acá. En esta entrega habla sobre cómo a las feministas nos dicen que “así no”. ¿Entonces cómo? ¿Cómo le hacemos para luchar contra la violencia de género que lacera a las mujeres.

A inicios del año pasado, Amnistía Internacional hizo cuentas y resulta que diez mujeres, en promedio, eran asesinadas en este país. En agosto hubo una serie de marchas contra los abusos policiales y nuestra protesta fue criminalizada. Hubo también inoperancia de las instituciones judiciales y su típico modus operandi: la revictimización. Hubo también la típica misoginia de algunos medios de comunicación que no saben abordar los temas relacionadas con nosotras, las mujeres, a menos que haya desnudo o “crimen pasional”. Hubo escarnio público con el dedo acusador: “Ellas se lo buscaron por su vestimenta/comportamiento/inserte-aquí-cualquier-palabra”. Hubo también una regañiza épica: que esas no eran las maneras, que pobrecito Ángel de la Independencia, que vandalismo puro y duro. Hubo infinidad de “Así no”. En noviembre del 2019, el conteo de mujeres asesinadas se acercaba a las tres mil y ocupamos el segundo lugar con más feminicidios en la región de América Latina.

¿Y hoy? Parece que estamos igual pero no. Estamos empeorando.

“Llevamos más de 250 feminicidios en lo que va del 2020”, es lo que declaró la activista Frida Guerrera en una de las mañaneras. El 9 de febrero Ingrid Escamilla, de 25 años, fue asesinada por su pareja, quien ya tenía una denuncia en su contra por violencia a su ex-esposa. Al día siguiente, amanecimos con un “La culpa la tuvo Cupido” de titular en un periódico y la publicación de las fotos del cuerpo de Ingrid Escamilla que fueron filtradas por ¿quién? Estas imágenes del brutal asesinato inundaron las redes sociales y no se hicieron esperar los comentarios justificando al asesino. El periódico se disculpó por su sexismo y su política editorial de normalización de la violencia de género. Las feministas protestamos y nuestro presidente dijo: “Les digo a las feministas, con todo respeto, que no nos pinten las puertas, las paredes”. Mientras se reprimieron las protestas por el caso de Ingrid Escamilla, una niña más estaba siendo asesinada al sureste de la ciudad: Fátima Cecilia Aldrighett. Seguramente no fue la única. La Red por los Derechos de la Infancia (Redim) estima que diariamente desaparecen siete niñas y matan a casi cuatro menores de edad en México. El 15 de febrero hallaron el cuerpo de Fátima Cecilia Aldrighett, a unos kilómetros de su escuela, en un terreno baldío en la alcaldía de Tlahuác. Las autoridades se echaron la bolita y se destapó una cadena de negligencias que tampoco es de sorprenderse. Errores, omisiones, el DIF publicando información confidencial, la impunidad del 99%, sermones y homilías porque la culpa es de un diablo bien conocido, el neoliberalismo, por generar “una crisis de valores y decadencia social”.

Dicen que las provocadoras somos nosotras pero no entienden que es su odio hacia nosotras, las mujeres, lo que nos está matando. Esa es la verdadera crisis. La historia se sigue repitiendo. Nos dicen que así no, ¿entonces cómo? ¿Cómo le hacemos en un país donde las leyes suenan increíbles en papel pero su aplicación es inexistente? ¿Cómo seguimos insistiendo en la implementación efectiva de políticas públicas para la igualdad de género? ¿Cómo le hacemos para que una serie de estrategias integrales para atender la violencia de género? ¿Cómo seguimos explicando la transversalidad en medio de esta condescendencia? ¿Les terminamos de hacer la chamba a las instituciones, nos ponemos a hacer su tarea o cómo? ¿Cómo erradicamos la misoginia si el propio poder ejecutivo lanza un insultante decálogo que afirma el machismo es un anacronismo? Pero el machismo está vivito y coleando… Más vivo que nunca mientras siguen asesinando a mujeres porque se puede. Porque se puede, porque simplemente sí. Pero siguen con su no, que así no.

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