En “Feministlán”, Karen Villeda escribe sobre feminismo. Puedes leer su columna quincenal acá. En esta entrega: el doloroso libro La fosa de agua de Lydiette Carrión.

Lydiette Carrión dice que le “interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee”. Su libro más reciente, La fosa de agua. Desapariciones y feminicidios en el Río de los Remedios (Debate, 2018), me transformó.

Este libro duele. Y mucho. La periodista nos presenta una serie de feminicidios que ocurrieron en el Estado de México (Ecatepec, Tecámac). Entre 2011 y 2013 desaparecieron Bianca, Yenifer, Diana Angélica, Andrea, Mariana Elizabeth, Luz del Carmen, Luz María… Fueron víctimas de feminicidio. Según el Observatorio Ciudadano del Feminicidio, fueron registrados 840 asesinatos de mujeres. Solamente 145 casos fueron investigados como feminicidios. ¿En la actualidad? La Organización de las Naciones Unidas apenas declaró que hay más de nueve mil mujeres desaparecidas en nuestro país. En tres años, la tasa de feminicidios incrementó más de 100%.

Conforme pasaba las páginas me preguntaba qué sería de mi persona (mi nombre, mi cuerpo, mis afectos) si yo desapareciera o me asesinaran. La fosa de agua me brindaba la respuesta: nadie hace nada en este país por las mujeres, todo lo tenemos que hacer por nosotras mismas. Y Carrión nos da varios ejemplos. Algunos de ellos en las instancias judiciales que, en medio de una misoginia generalizada, nos echan la culpa: “para desvalorizar a una chica, saben que basta decir que estaba embarazada. Porque las niñas huyen cuando están embarazadas, porque están avergonzadas, porque es más fácil que una mujer se cuide que un hombre”.

¿Cómo contar las historias de estas mujeres? Lydiette Carrión lo hace a través del testimonio de sus madres, que las buscan en medio de restos óseos mal catalogados, documentos traspapelados, vidas privadas como principal línea de investigación, autoridades negligentes. Son historias de vidas truncadas, de muertes impunes. ¿La culpa? El sistema judicial y su perspectiva androcéntrica: “Ese contacto con el ministerio público fue la entrada al laberinto infernal de dependencias policiacas mexicanas […] Es prácticamente imposible registrar el número de agentes, comandantes, oficinas, fiscalías, policías de a pie y de investigación, oficinas estatales y federales que la familia (de la víctima) conocerá. Es una burocracia policial de la más alta ineficiencia e inoperancia”.

En las declaraciones ministeriales se suele desprestigiar a las víctimas: “todas habían sido novias o amantes de algún pandillero, o se habían ‘metido’ con dos, o vendían drogas, o eran soplonas”. La práctica de la difamación conduce a pistas falsas. Las decisiones judiciales suelen ser discriminatorias debido a que existe un sesgo basado en estereotipos de género en los operadores de este sistema.

El Informe sombra sobre la situación de acceso a la justicia para las mujeres en México 2017 asevera que se han “encontrado sentencias en las que se sigue destacando la idea de la feminidad en la conducta y el aspecto físico de las mujeres, así como atributos relacionados con la maternidad mediante el uso de estereotipos, lo que ha tenido como consecuencia su criminalización por considerar que no cumplen con el rol tradicionalmente asignado”.

Lydiette Carrión nos recuerda que, “en esta región de violencia sexual impune, no hay verdad, hay versiones” (Carrión, Lydiette. op. cit, p. 226). Y la de una niña, una adolescente o una mujer es la menos creíble. ¿Por qué? Porque estos estereotipos que son sexistas aún no son erradicados del todo. ¿Mientras tanto? El patriarcado celebra nuestra opresión pero nosotras no nos rendiremos. Siguen desapareciendo y muriendo niñas, adolescentes y mujeres en Ecatepec y Los Reyes Tecámac. Apenas podemos conocer una escena de la mano de Lydiette Carrión. Gracias a ella por su valentía. Que haya más trabajos periodísticos así para conocer más lo que nos está sucediendo a las mujeres en México.

Pueden leer un fragmento del libro de Carrión aquí.

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