En mi columna pasada escribí sobre la violencia policial que se ejerce en contra de nosotras. El caso del pasado 3 de agosto, en el que una joven de 17 años de edad fue violada por cuatro policías a unas cuadras de su casa en Azcapotzalco, fue la gota que derramó el vaso. Bajo la consigna #NoMeCuidanMeViolan, se convocó a una marcha en contra de los abusos policiales el lunes 12 de agosto. Frente a la Secretaría de Seguridad Ciudadana y en la Procuraduría General de Justicia de la CDMX, cientos de mujeres protestaron contra el abuso de policías. Se colocó una máscara de cerdo frente a las oficinas de la Procuraduría, hubo cristalazos, se grafitearon las paredes con “Justicia”, “Policía Violador”, “No olvidemos Atenco” y similares… Jesús Orta, Secretario de Seguridad de la CDMX, declaró lo siguiente: “Yo estoy viendo un clima muy radicalizado, me están insultando”. Se negó a dialogar y le aventaron ¡diamantina color rosa! El señor hizo el gesto de “Pobres mujeres locas” (sí, ya saben cuál… el de condescendencia machista) cuando recibió la lluvia de brillantina. Aquí podemos observarlo

Como las supuestamente más afectadas fueron las instalaciones de la PGJ-CDMX (y no las mujeres), la titular Ernestina Godoy tuiteó lo siguiente: 

Nuestra jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum declaró que esto (¿protestar, exigir nuestros derechos?) “FUE UNA PROVOCACIÓN (…) Y QUE NO VAMOS A CAER EN PROVOCACIONES”:

El discurso de los funcionarios públicos estuvo del lado de los agresores y no de las víctimas. Por ejemplo: los presuntos culpables de la violación en Azcapotzalco de reincorporaron a sus labores cotidianas porque, de lo contrario, se estarían quebrantando sus derechos laborales según Jesús Orta. De la noche a la mañana, se le olvidó a Morena que, cuando eran oposición, sus desmadres eran una “muestra legítima del hartazgo popular”. Pero resulta que si nosotras alzamos la voz, somos unas pinches exageradas. Típico, ¿no? 

La verdad es que nos encabronamos más y se realizó un llamado en redes sociales para volver a marchar. El pasado viernes, diversos colectivos feministas alrededor del país retomaron el #NoMeCuidanMeViolan. En la ciudad de México, la concentración fue en la Glorieta de los Insurgentes. ¿El arma principal? La diamantina rosa. ¿El saldo de la “Brillanteada Nacional”? ¿Estamos hablando de ese viernes? Aquel día mataron a 10 mujeres y hubo más de cincuenta agredidas sexualmente. 

¿Qué vieron la mayoría de los medios de comunicación? “Anarquismo”, “vandalismo”, bueno… En el respetable (JAJAJAJA) periódico La Prensa la nota apareció en el apartado de nota policiaca con el titular “Termina en violencia y destrozos manifestación feminista en la CDMX”. Bueno, Gabriela Warkentin lo explica mejor: 

También estamos pidiendo a los medios (de una manera sumamente amable) que tengan un poquito de madre y perspectiva de género: https://medium.com/@mediosvsviolencia/nuestra-protesta-no-es-violencia-exigimos-medios-con-perspectiva-de-g%C3%A9nero-en-m%C3%A9xico-5e7d23030ad1 

¿Qué vieron nuestros gobernantes? Más provocaciones porque “estos actos empañan el feminismo” (¿?) y el (pobrecito) reportero golpeado obviamente por otro hombre (porque, como siempre, hubo infiltrados). Lo bueno es que Claudia Sheinbaum se retractó en una reunión con feministas y se abrieron “mesas de trabajo, talleres, y foros abiertos para que, en un plazo máximo de un mes, generemos programas integrales de prevención, atención, sanción y acceso a la justicia para una vida libre de violencias hacia las niñas, jóvenes y mujeres.” Pero este lunes 19 de agosto, nuestro presidente aseguró que: “El pueblo está feliz, hay un ambiente de felicidad” y yo creo que a la mitad de la población no nos está tocando de esa droga, porque a las mujeres nos siguen violentando. El Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio estima que el 56% del territorio mexicano tiene alerta de género (y hay lugares donde urge como aquí y Tlaxcala, pero no la hay: https://www.chilango.com/noticias/opinion/feministlan-ciudad-sin-alerta/. Casi el 70% de las mujeres en México ha sufrido algún tipo de agresión sexual, según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) del 2016.  

¿Qué vieron muchas las personas que nos rodean (incluso amistades y familiares cercanos que se han autodelatado en su carencia de empatía mínima e ignorancia total)? Una estación de polícia quemada (y vidrios rotos). Muros pintarrajeados (y más vidrios rotos). Instalaciones del Metrobús grafiteadas (y muchos más vidrios rotos). El Ángel de la Independencia, retrato por Santiago Arau, quedó así:

Foto: Santiago Arau

Aquí no hay vidrios rotos, ¡pero el monumento! Obviamente no lo pimpearon pero el posterior desgarro de vestiduras por lo sucedido es injustificable. Que si nos hacen falta valores, que esos no son modos. Que si machismo y feminismo no, pero igualismo/humanismo sí. Medio mundo indignadísimo por el Ángel y hablando de dolorosas secuelas, como si este bello y patriótico conjunto escultórico tuviera mucha vida y le resultara mega traumático el “México feminicida” que le pusieron con aerosol negro en uno de sus órganos respiratorios. Parece que valen más las piedras y los vidrios que las vidas de las mujeres. 

Como dice la ilustradora Eréndira Derbez: 

“No les desagrada violar una mujer, les desagrada que ella muestre su cuerpo al protestar.

No les preocupa que la violencia doméstica le rompa los huesos, les enfurece que ella rompa vidrios. 

No les incomoda que se derrame su sangre, les enoja que lance brillantina.”

¿Qué estamos viendo nosotras? Este mapa: 

Con este otro: 

Y el mapa de la ubicación en tiempo real que nos envían nuestras amigas a nuestros celulares cuando se sienten inseguras, cuando abordan un taxi, cuando caminan por su propia colonia por la noche, cuando hacen su vida diaria porque no sabemos si llegaremos vivas a nuestros hogares… Si entre nosotras no nos cuidamos, nadie más lo hará. Fuimos todas. Somos todas. Seremos todas. 

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