“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, decía el poeta Antonio Machado, y lo sabía porque caminaba por su ciudad sabiendo que nunca era la misma, aunque recorriera las mismas calles. En cada andar se descubre siempre una nueva ciudad, siempre y cuando se encuentre uno constantemente distraído, que es el estado idóneo para la contemplación urbana.

Lamentablemente el “estado idóneo para la contemplación urbana” es también el estado idóneo para que te atraquen, te secuestren y te extorsionen sin piedad.

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Hace unas semanas miles de mujeres salieron a las calles de la ciudad de México a exigir un alto a los secuestros, a la violencia de género y a los feminicidios. Dos de sus consignas más importantes fueron: “La calle es nuestra” y “La noche es nuestra”, criticando el estigma moralino que supone a las víctimas mujeres culpables por ser violentadas durante la noche.

Caminar por la ciudad, entonces, se vuelve un acto de defensa de la calle. Mientras más personas salgamos a caminar, a hacer ejercicio, a jugar, a comer, a beber algo, a convivir en los espacios públicos y a exigir la construcción de más espacios que no sean centros comerciales, podremos defender esos lugares dedicados al diálogo, que son los que construyen una ciudad desde la cultura y no desde el concreto.

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Hace unos cuantos meses estuve en la legendaria Hostería La Bota, en la calle de San Jerónimo en el entro Histórico. Era un encuentro de poetas y había una lectura y venta de libros en el pasaje frente al Claustro de Sor Juana. Uno de los meseros del lugar nos advertía que no fuéramos a poner un pie afuera del local porque la policía estaba cazando a los clientes para llevárselos por “beber en la vía pública”, ley que en una zona turística de ese tipo resulta absolutamente innecesaria. Hace unos días, ese mismo lugar fue asaltado con clientes adentro, un mesero fue golpeado salvajemente y la policía nunca apareció a pesar de los múltiples llamados que se le hicieron.

Sucesos como este, más que intimidarnos, más que confinarnos a nuestros hogares a ver series hasta el fin de los tiempos, deben concientizarnos de que lo que está en juego en esta batalla es el espacio donde sucede todo: la calle de los estudiantes, de los comerciantes, de los mensajeros, de los enamorados y de los policías. La red social fundamental que no podemos bloquear ni silenciar: la calle nuestra de todos los días.

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A la ciudad la hacemos quienes caminamos en ella. Esa cosa monstruosa donde solo hay supervías, segundos pisos y automóviles ya no debería llamarse ciudad. Es otra cosa u otras cosas rellenas de personas donde se apagan nuestros últimos rasgos de humanidad. Caminar está en vías de extinción. Es preciso ponernos en los zapatos de nosotros mismos.

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