Jamás pensé encontrarme en esta situación, pero este texto es para defender a Luis Miguel.

Ya sé: El Sol no necesita que nadie lo defienda, mucho menos una bloguera zarrapastrosa, porque es una persona poderosísima. Además, ¿qué hace una feminista hablando bien de él, cuando es mirrey, promotor del peligroso mito del amor romántico; un viejo que hace apología de la violación y que no parece conocer el significado de la palabra “consentimiento”?

O sea, un macho promedio.

Pero es que el otro día fui a uno de sus conciertos. Y pasaron cosas muy raras.

¿Que cómo acabé ahí? Bueno, pensé: “esto es algo que hay que hacer por lo menos una vez en la vida”. Sobre todo después del hype de la serie. Así que compré boletos. La neta, iba por el puro cotorreo y con expectativas muy bajas. Me habían dicho que hacía desplantes de pop star cliché, como salir tarde y borracho, cantar mal, con hueva y poquito.

Al mero principio creí que mis predicciones eran ciertas. Me preocupó el color naranja de su piel, que en las pantallas gigantes del Auditorio Nacional se veía como caramelo tostado. Se veía hinchado y acartonado. Me recordó al señor del “Trolololó”.

Además, arrancó con tres rolas misteriosas, que sospecho que jamás han sonado en bares o fiestas, ni siquiera en Acapulco. Diría que esas canciones no las conocía “ni su mamá”, pero…

¡MARCELAAAAAA!

Foto: Cortesía

*lloring*

Pero luego ya se aventó las de Armando Manzanero y unas noventeras conocidas que me recordaron a las tardeadas de la secundaria. Todos muy contentos gritando y cantando. Gran show, gran ambiente… hasta que interpretó una llamada “Tú y yo”. Ahí fue donde todo se empezó a poner feo.

La canción estaba muy normal, así heteronormada cursi tóxica promedio y acá fue donde Luis Miguel aprovechó para alargar la rola para meter arreglos de voz e instrumentales, además de bajar la energía para crear tensión y luego rematar con un subidón. O sea, LO QUE CASI TODAS LAS BANDAS Y CANTANTES HACEN EN ALGÚN PUNTO DE SUS CONCIERTOS. Bueno, pues como estaba tarareando y “tonteando”, el público… ¡se enojó! Le empezaron a chiflar. En un momento de silencio, un tipo le gritó “¡Ya canta, cabrón!”.

La banda se puso brava. Ni porque la rola culminó con un solo de sax espectacular (no empiecen, fans del jazz “en serio”), la audiencia entendió que los del escenario sabía qué estaban haciendo. Siguieron de remilgosos.

De ahí todo fue de mal en peor. Empezó el segmento de mariachi del show. Nos guste o no, es parte importante de la carrera de Luis Miguel. Ah, pues ñeeeee. Salvo excepciones, todo el Auditorio Nacional lo abucheó. LO ABUCHEÓ. Al final de cada canción, con chingos de músicos en escena y bailarines y hasta un señor de esos que hacen suertes con una cuerdita, la gente vociferaba “¡BUUUU!”. ¡Con una saña, con un odio!

Foto: Cortesía

Luego hubo un encore, COMO EN TODOS LOS CONCIERTOS. Durante este lapso la usanza es aplaudir, hacer ruido, gritar “otra” y pedir rolas, mientras lxs artistas toman agüita, se cambian de ropa, stalkean a sus exes en redes sociales o consumen la droga de su predilección. Bueno, pues a pesar de su mediana edad y su evidente privilegio clasemediero, parecía que estas personas no conocían los protocolos de las presentaciones en vivo, porque siguieron abucheando como si el cantante les hubiera hecho una grosería.

A ver. Si no eres fan incondicional de Luismi (o de cualquier intérprete) y no tienes la disposición de chutarte las rolas que no te gustan, te metes a setlist.fm y checas qué está tocando en la gira. Entonces decides si vale la pena pagar o no por tus entradas. Si dices “cámara, sí voy”, pero aun así te dan hueva los fragmentos de bolero y mariachi, entonces te sales al vestíbulo a comer jochos y/o chingarte un chupe en lo que regresa con sus éxitos noventeros. Abuchear es una falta de respeto no solo para Luisi, a quien le valen tres kilos de verga bronceada tus opiniones, sino para los músicos, el crew… ¡y los otros fans!

Por eso no podemos tener nada bonito.

Total que Luis Miguel demostró que todavía canta chido y hasta se la pasa bien mientras lo hace. Que trae un show predecible pero bien armado, con muchas otras personas talentosas en el escenario. Y que aunque sus rolas sean lo menos woke del universo, no pasa nada si una descansa el análisis crítico un ratito para corear “Ahora te puedes marchar”.

Y que el público del pop no se sabe comportar. Punto para el metal. Nos vemos en el de Iron Maiden dentro de mil ocho mil años.

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