Las mujeres en Chilango pararemos el lunes 9 de marzo. También nuestras compañeras de Unocero, DeMemoria y Br2Br. La decisión de participar en este paro nacional se gestó en nuestras conversaciones privadas y luego se trasladó a una reunión colectiva en la que juntas decidimos los términos. La empresa nos respaldó, pero nosotras partimos de la premisa de que es algo necesario y no una concesión, porque el combate a la violencia contra las mujeres es impostergable. 

Nuestra ausencia no será un silencio sino un grito que se una al coro furioso de miles de mujeres en México. El paro responde a la urgencia de actuar a favor del movimiento feminista que se ha impuesto en las calles, en las paredes, en las redes sociales y que ha roto —con su naturaleza transgresora— la conversación pública que normaliza la misoginia. Estamos hartas de la violencia sistemática y estructural que se ejerce todos los días contra nosotras, no solo por parte de sus perpetradores, sino también de las autoridades insensibles y negligentes.

Paramos porque queremos que nuestra ausencia visibilice el impacto del trabajo –remunerado o no– de millones de mexicanas, que desaparezca la brecha salarial por la que los hombres en el país ganan –en promedio– 11 por ciento más que las mujeres por el mismo puesto, que mejoren las condiciones laborales para las madres en todos los sentidos y que todas las empresas implementen mecanismos internos para atender, sancionar y reparar las violencias de género. Nosotras nos ausentamos porque podemos, haciendo uso consciente de nuestro privilegio, porque sabemos que no todas pueden unirse libremente a este paro. 

Queremos mejores condiciones y más espacios. Exigimos ser libres, caminar seguras y vivir sin miedo. Que no nos sigan matando solo por ser mujeres y niñas, que la tragedia del feminicidio deje de ser algo cotidiano, que nos dejen de violar, agredir y acosar en las calles, los trabajos, nuestras casas. Buscamos justicia para las que ya no están, libertad para decidir sobre nuestro cuerpo y que las autoridades implementen políticas públicas eficaces para combatir la violencia de género. Sobre todo es necesario que, además de impartir justicia con perspectiva de género, se recaben los datos necesarios para comprender las causas y los contextos de las violencias contra las mujeres, para poder prevenirlas y, por ende, erradicarlas.

Estamos enojadas, pero nuestra rabia —que se suma a la rabia colectiva—debe conducirnos a algo tangible. Sabemos que esta lucha necesita reflexiones personales y colectivas y queremos provocarlas. A los hombres les corresponde reflexionar sobre cómo se relacionan con nosotras y cómo contribuyen a la normalización de la violencia misógina, mediante el ejercicio del poder y el rechazo a la equidad que se puede manifestar de muchas maneras, incluso las menos violentas, como hacer o convalidar bromas machistas.

No todo se logra en un día, pero se avanza. Este paro es otra manera de levantar la voz para decir: ¡queremos ser libres, no valientes!

Este mes también lanzamos el especial “No somos invisibles”, varias miradas que narran los feminismos y las colectivas que luchan por erradicar las violencias de género en la ciudad.

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