Me cuesta trabajo entender a la gente que odia al reguetón. ¿Será por su omnipresencia? ¿Por su alta dosis de sexualidad sin filtros? ¿Por la crudeza de sus letras? ¿Por su origen marginal? ¿Por el excesivo materialismo que rodea a muchos de sus exponentes más notables? ¿Porque ha dejado al rock y al pop en un rincón dentro de la cultura popular? ¿Por el color de piel de sus principales exponentes? ¿Porque son incapaces de entenderlo como lenguaje y medio de comunicación de una generación a la que no pertenecen? No lo sé. Supongo que cada caso es diferente. Y algunos, estoy seguro, lo desprecian por motivos que no enlisté y que ni siquiera se me ocurren.

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Esta semana se demostró que más allá de ser música que únicamente funciona para la fiesta, para escuchar a todo volumen en el automóvil o para perrear sabroso (y si efectivamente SOLO sirviera para eso estaría perfecto), también puede unir a un pueblo para remover de su cargo a un político corrupto e insensible. Pregúntele a Ricky Rosselló, gobernador de Puerto Rico quien tuvo que renunciar luego de que se filtró un chat demoledor en el se exhibía de manera clara su poco compromiso con los puertorriqueños y su desdén ante la gente que supuestamente representa. De inmediato se organizaron protestas callejeras y en redes en contra suya, exigiendo su renuncia. Al frente, los más notables fueron Residente —lo cual no es sorpresa, históricamente se ha visto muy involucrado en temas sociales— y Bad Bunny, quien abandonó una gira y pospuso la grabación de un nuevo álbum para estar en su país y participar en lo que fuera necesario. Uno de sus primeros gestos fue visitar La Fortaleza, la casa de gobierno de la isla, a media madrugada para charlar con Rosselló, que después de un rato de espera los recibió para tomar té. Sin embargo, la reunión no rindió grandes frutos y el siguiente paso fue grabar un tema durísimo, “Afilando los cuchillos”, que, entre otros, tiene versos contundentes, como este: “Eres un corrupto que de corruptos coges consejos / Arranca pa’l carajo y vete lejos / Y denle la bienvenida a la generación del ‘yo no me dejo’ / Y quizás tú hablas en tu grupo como yo en el mío, pero yo no tengo fondos públicos escondi’os / De la muerte de los puertorriqueños, yo no me río”.

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Los cientos de miles de personas que salieron a marchar con Residente, Bad Bunny y otros reguetoneros estelares (bueno, y a escuchar música y a perrear, que se volvió otra forma de combatir), sumado a la presión de las redes sociales y a la voz de los artistas —además de los ya mencionados, se sumaron muchos otros, como Ricky Martin, Nicky Jam, Luis Fonsi, Daddy Yankee, Marc Anthony y Benicio del Toro— dejaron a Rosselló en una situación insostenible y renunció. Una gran victoria, sin duda, y aunque los problemas de la isla —desempleo, desigualdad, educación y violencia— están lejos de resolverse, es un gran paso. Es esperanzador según lo han manifestado los líderes de este movimiento.

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Acabo como empecé: con otra tanda de preguntas. ¿Qué sigue para Puerto Rico? ¿La independencia? ¿Qué sigue para estos artistas? ¿Se deben seguir involucrando en estos temas? ¿Cuáles tienen que ser los deberes sociales de quienes, gracias a su talento, cuentan con un altavoz mediante el cual pueden expresarse masivamente? ¿Volverá a ser el reguetón una música de resistencia? Por lo pronto, Bad Bunny y Residente han hecho una nueva canción juntos, “Bellacoso”, pura pólvora para la pista de baile en la que se expresa un sentimiento contra el acoso sexual. Además, el video manda guiños al movimiento LGTB+ puertorriqueño, que también estuvo involucrado en las manifestaciones. ¿Será que el reguetón ha encontrado su conciencia? ¿Logrará despertar a una o varias generaciones que se han exhibido políticamente pasivas? Ya lo veremos.

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