Se cuenta que El Búho (Robin Perkins) creció en un pueblo en los cerros lluviosos del norte de Inglaterra. Luego vivió un buen rato en Argentina, donde conoció diversas tradiciones de la música latinoamericana, desde la de raíces bolivianas y andinas hasta la escena de la cumbia digital que impulsaba el colectivo ZZK por los días de su estancia en aquellos lares.

Ese conocimiento pronto se combinó con la cultura musical electrónica a la que había estado expuesto en las discotecas de Glasgow para dar vida a esa especie de folclor digital imaginario en el que pronto se distinguió una veneración por la naturaleza: las montañas, la selva, ¡las aves! De hecho, el primer material que publicó, allá por el 2012, fue un EP con música inspirada por los cantos de algunas especies voladoras del Amazonas.

Cada uno de aquellos maravillosos tracks estaba compuesto a partir del canto de una distinta ave, cinco temas en los que los protagonistas era desde el jacamará hasta el extraño autillo chóliba (o lechucita neotropical). El Búho ha contado que aquel trabajo fue una primera exploración en la búsqueda de un sonido propio y una identidad musical, algo que también ha perseguido en colectivo, vía el sello que fundaron en conjunto él y Barrio Lindo, y que busca conectar conciencia, música ancestral y producción electrónica.

Lo cierto es que desde aquel EP temprano ya podían percibirse tanto su acercamiento apacible y acompasado a la música de baile —sin duda, invita a moverse, como lo haríamos en un ritual que busca alcanzar algún tipo de trance y viaje interno— como su intención de hacer de la música una vía para integrar la naturaleza y hablar de ella como un aspecto esencial para todos.

A mediados de diciembre, El Búho estrenó Camino de flores, su segundo álbum, noticia que coincidió con la de su regreso a México —donde hizo escala algunos meses en su peregrinaje por el planeta— para presentarse el sábado 12 de enero en el Foro Normandie como parte de una gira por el país que tocará Tulum, Guadalajara y Cholula.

Este nuevo álbum emociona porque El Búho continúa reimaginando tradiciones y explorando ritmos de diversas regiones de Latinoamérica, e incluso alcanzan a oírse por ahí algunos arreglos en arpa que podrían venir de su estudio del son jarocho mientras vivió en México —¿o fue mi imaginación?—. Lo cierto es que se trata de música capaz de transportarnos a un mejor lugar mientras está sonando y que, idealmente, nos inspirará para la acción cuando estemos de regreso del trance. Nada mejor para estos días de replantearnos cosas y esbozar nuevos propósitos.

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