Todo es risa y diversión en el karaoke con tus amigas hasta que te das cuenta de que la letra de “Cosas del amor”, cantada originalmente por el dúo compuesto por Ana Gabriel y Vicky Carr, te representa.

Tu vida amorosa pasa por tu cabeza y tu corazón cuando desentonas el “mientras quede un esperanza tú tienes que luchar por ese amor… Si él es el hombre de tu vida, no te des nunca por vencida que vale todo si se lucha por amoooooooooooor”. Y, en los acordes finales, resulta que tu esencia romántica es más áspera que la voz de María Guadalupe Araujo Yong, o sea, Anita G. Por fin te has asumido como víctima del amor romántico. ¡Felicidades!

El verdadero problema viene después. ¿Cómo deshacerse de este ideal? Primero hay que conocer los mitos que lo sostienen. Los principales son diez (seguramente existen muchos más) y ya hemos hablado de ellos antes. Pero te vamos a refrescar la memoria:

  1. El mito del emparejamiento: Que según todes siempre tenemos que estar con alguien, a fuerzas.
  2. El mito de la media naranja: Que existe alguien perfecto para ti como señala la filosofía musical de OV7: “La misma disco, mismo curso, mismos gustos, amigos en común. Predestinados a estar juntos…”
  3. El mito de la exclusividad: Que no te puede gustar nadie, PERO NADIE más que tu pompi en turno.
  4. El mito de la fidelidad: Que una sola persona te va a satisfacer en TODOS los aspectos.
  5. El mito de los celos: Que son dizque amor verdadero e interés profundo…
  6. El mito del matrimonio: Que es el destino de toda relación porque “lo que Dios unió que no lo separe el hombre” (o la mujer o quien sea).
  7. El mito de la perdurabilidad o la pasión eterna E “inolvidable”: JAJAJAJA.
  8. El mito de la omnipotencia: Que el amor todo lo puede.
  9. El mito de la equivalencia: Que enamoramiento es lo mismo que amor.
  10. El mito del libre albedrío: Que al amor surge de la nada. Y no está influido por factores externos.

Estas ideas chafas hacen que salga más caro el caldo que las albóndigas. Es decir, amamos el amor. A las mujeres nos educan para matrimoniarnos porque la felicidad solamente la encontraremos al lado de la pareja. Solas no, porque si no pasamos a ser “las tías solteronas”, “las quedadas a vestir santos”.

¿Siempre existió el amor romántico? Sí y no. Se oficializa en el siglo XIX, pero, ¿se acuerdan del Cantar del Mío Cid que nos obligaron a leer en la prepa? Hay una serie de diálogos entre el Cid y su esposa que son CERO cachondos: “Doña Jimena ante el Cid las dos rodillas ha hincado. Llanto tenía en los ojos, quísole besar las manos”. El drama es que el Cid, al ser desterrado, deja “desamparadas” a sus hijas que tienen que casarse “honradamente”.

Por la época en que escribieron dicha epopeya surgió la figura del trovador (un “músico, poeta y loco”), quienes se dieron a la tarea de difundir el “amor cortés” que es, según el Diccionario Akal de Términos Literarios, “expresión con la que se designa el sistema de relaciones eróticas que mantiene el trovador/amante con su señora/amada, similares a las relaciones feudales mantenidas por el vasallo respecto a su señor”. Aquí es cuando empieza la telenovela: el amante es pobre y la amada tiene mucha lana, además de que está casada. ¡Y que viva el adulterio! ¿Resultado? Un amor imposible que inspiraba poemas fogosos: “que yo y mi señora yazcamos en la cámara en la que ambos fijemos una preciosa cita, de la que espero tanto placer que descubra su hermoso cuerpo, besado y riendo, y que lo contemple contra la luz de la lámpara”.

¿Cómo es posible que dos rollos tan opuestos (el del Cid y el trovador), que datan de los siglos XII y XIII, se hayan hecho uno mismo cual canción de Timbiriche? Pues fue permeando en la cultura occidental.

Romeo y Julieta son el claro ejemplo de que el amor feliz (y sano) es imposible. No solamente aparece en la literatura, también tenemos la industria hollywoodense donde nos bombardean con historias apasionadas. Nuestra educación sentimental basada en las películas de Disney (y las tres Marías de Televisa), nos ha condenado a vivir un solo amor para toda la vida, incondicional, apasionado y que hace morir. Esto es literal: la Organización Mundial de la Salud señala que el 38% de los asesinatos de mujeres en el mundo son cometidos por sus propios esposos.

¿Qué podemos hacer? Entender cabalmente que lo dicho por José José no es una “verdad de borracho”, sino una cruel mentira: “Casi todos sabemos querer, pero pocos sabemos amar. Es que amar y querer no es igual, amar es sufrir, querer es gozar”.

El amor NO es para siempre porque hay buenas y bonitas relaciones que duran dos días y otras duran dos décadas. Tampoco el amor lo puede todo, porque nadie es terapeuta personal de nadie. El “sin ti no soy nada” es un reverenda mamada: el verdadero amor es infinito, empieza por una misma y se extiende a los demás: los afectos no solamente son para la pareja, sino hacia nuestra familia, nuestras amistades.

Eso de las peleas son proporcionales al deseo es una falacia: la violencia pasional solamente desgasta. Estar soltera no es sinónimo de estar sola. El amor es para disfrutarse, no para sufrirlo. Las relaciones no tienen que ser traumáticas, mucho menos tóxicas. Que se nos meta en la cabeza y el corazón: Quien bien te quiere NO te hará llorar.

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