Las fotomultas se terminan en enero. Esa fue una de las promesas de campaña de Claudia Sheinbaum, la próxima Jefa de Gobierno de nuestra ciudad. «No es un tema de educación vial… es un tema de negocio», dijo en entrevistas, «es un abuso el monto de las multas y la manera en que se están aplicando», «son una afrenta a la economía familiar». Mediante un video que compartió en redes sociales, explicó que las fotomultas recaudaron 1,500 millones de pesos, pero el 46% del dinero no llegó al gobierno local, sino que fue pagado a la empresa que administra el sistema. Otra vez un privado se enriquece con el dinero de los ciudadanos debido a una sospechosa negociación de la administración en turno. Pero entonces, ¿las fotomultas son el problema o lo que está mal es el beneficio excesivo de una compañía durante el gobierno de Miguel Ángel Mancera?

Según datos de la Procuraduría General de Justica de la Ciudad de México, presentados por Mancera en diciembre pasado, de 2012 a 2015 se cometían 14.4 delitos por tránsito vehicular —entre ellos, choques por exceso de velocidad—, y a partir de la implementación de las fotomultas, en octubre de 2015, la recurrencia se redujo a 11.9. Esto es una disminución de 17.6%. En el Estado de México, durante 2015, hubo 854 muertes por accidentes viales; para 2016, cuando empezaron a funcionar los radares —que por cierto solo duraron medio año—, el número de decesos se redujo a 544. En 2017 se eliminaron las fotomultas y la cifra de muertes repuntó hasta más de 700. Los números no mienten y son contundentes: los radares reducen las tragedias viales.

«Hay más probabilidad de que el conductor que se quedó a la mitad de un cruce y bloquea la circulación deje de hacerlo si le cuesta una lana»

Vivimos en un país en el que pierden la vida 32 personas cada día por accidentes de tránsito, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública. Muchos de esos fallecimientos se habrían evitado si el conductor hubiera sabido que, al manejar a exceso de velocidad, su economía familiar padecería una “afrenta”. Sheinbaum ha dicho que fomentará la educación vial (quién sabe cómo), en vez de tener cámaras que nos eduquen golpeando la cartera. Creer que la sociedad va a cambiar porque su gobernante es honesto, bien intencionado y buen educador suena, al menos hoy en día, ingenuo. Estamos acostumbrados a aprender a palos. El ejemplo más claro está en los alcoholímetros: desde que se implementaron en la ciudad, se redujeron entre 30 y 40% los accidentes viales relacionados con el consumo de alcohol. Pasar 24 horas en El Torito fue suficientemente amedrentador.

Es verdad que el sistema de fotomultas actual tiene defectos insoportables, como el envío de infracciones vencidas, con las cuales es imposible acceder al descuento por pago inmediato. Hay fotos en las que no se distingue la placa del automóvil. Las cámaras en cruces toman miles de imágenes a ciclistas o peatones, que luego tienen que descartarse. Es exagerado manejar a menos de 50 km/h a las 11 de la noche en ejes viales o avenidas como Patriotismo. El sistema es muy defectuoso, y una empresa está haciendo su agosto, pero lo que debemos exigir al nuevo gobierno es que ambas cosas se solucionen, en vez de arreglarlo eliminando cámaras que han demostrado ser efectivas en la disminución de accidentes. Hay más probabilidad de que el conductor que se quedó a la mitad de un cruce y bloquea la circulación deje de hacerlo si le cuesta una lana. Lo mismo el que pone en riesgo la vida de otros al conducir a 140 km/h sobre Periférico.

También te puede interesar: Los profetas del sapo ? en CDMX