Los Pirañas, esos embajadores colombianos de la psicodelia sonora y la música sudamericana de avanzada, visitan nuevamente la Ciudad de México este fin de semana. Cualquiera que haya escuchado alguno de sus álbumes o EPs estará medianamente emocionado por su regreso. Pero seguramente quienes han sido testigos de alguna de sus presentaciones anteriores en la ciudad —en 2014 en Cine Tonalá, en 2016 en el Nrmal— recibirán el regreso del genial trío como una auténtica celebración. Intentaré en estas líneas contagiar a los que escuchan por primera vez mentar el nombre de esta banda de las ganas de escucharlos cuando menos desde los audífonos.

Los Pirañas está formado por Mario Galeano, Pedro Ojeda y Eblis Álvarez. Mario es el mago del ritmo, académico, investigador de la música africana y coleccionista de vinilos detrás de Frente Cumbiero y Ondatrópica, aquel proyecto que unió varias generaciones de músicos para homenajear a la herencia musical colombiana, una de las más influyentes del continente. Pedro es espléndido percusionista, la mente detrás de Romperayo, estudiante asiduo de los ritmos latinos y colaborador de montones de grupos que han revisitado el folclor colombiano. Y Eblis es el guitarrista genial que experimenta profusamente con el ruido y cuyo laboratorio de ideas y experimentaciones es Meridian Brothers.

Juntos, son artífices de eso que nombrara Gilles Peterson como “una locura tropical hecha para aterrorizar las pistas de baile”. Hace unos años, ellos mismos pedían, para describir su sonido, que imagináramos un encuentro lisérgico entre la oscura cumbia de Andrés Landero, el trance distorsionado de Konono, la crudeza sofisticada de Ceramic Dogs, algo de afrobeat caribeño y una computadora descontrolada. Bastará una escucha atenta a su discografía para descubrir que podrían coquetear con todas esas referencias pero siempre se sitúan en un estilo completamente suyo.

Entre los rasgos que hace único el sonido de Los Pirañas se cuenta la guitarra completamente deschavetada, alienígena, de Eblis. Ese sonido peculiar que ha acompañado lo mismo a su proyecto más personal, Meridian Brothers, que a todo proyecto en el que le invitan a tocar, tiene su historia.

“La guitarra es mi instrumento primordial”, me dijo Eblis en alguna entrevista hace un par de años. “Toqué mucho jazz, 10 o 12 años tocando jazz, estudié a muchos guitarristas, a Pat Metheny, Jim Hall, Charlie Christian, John McLoughlin; de Charlie Parker me aprendía los solos”.

En algún momento Eblis se dio cuenta de que sus dedos ya respondían automáticamente al tocar toda esa música, y la sensación no le gustó nada. Dejó en pausa la guitarra por un rato. Se la dio a un amigo mientras él se dedicaba a componer, a estudiar batería, clarinete, cello…

Durante su estadía en Dinamarca para estudiar composición y componer para ensambles, estudió electroacústica. Comenzó entonces a tener muchos líos con los micrófonos. Descubrió que varias técnicas de música electroacústica –transposiciones, delays, modulaciones, combinaciones con osciladores– le daban problemas de feedback aplicados a instrumentos con los que estaba relacionándose. Pero con la guitarra eléctrica no pasaba, gracias a que todo era mediante un cable. Cuando vio que podía aplicar todas aquellas técnicas a ese instrumento, lo retomó para hacer más ruido, melodías más sencillas, pero filtradas por todos los efectos que estaba aprendiendo.

Más tarde, mientras se encontraba aún en Dinamarca, consiguió trabajo acompañando con música a bailarines en una clase con un profesor que enseñaba el método de Merce Cunningham, una técnica muy repetitiva con unos pasos muy especiales.

“Empecé tocando el piano en esa clase, pero luego la misma escuela me dijo que podía meter otros timbres, y en algunas clases empecé a llevar la guitarra. Ahí me di cuenta que podía usar la programación para crear efectos rítmicos y empecé a crear una máquina que fuera muy rápida para improvisar con ellos, y luego vi que esa máquina podía utilizarla en proyectos personales”.

Ese fue el origen de la guitarra peculiar que ha dado personalidad a los proyectos de los que Eblis forma parte, empezando por Meridian Brothers. Una historia de Los Pirañas tiene forzosamente que aludir a Meridian, porque para Eblis, ese proyecto ha sido la base de todo.

“En Meridian es donde experimento las cosas que se me ocurren, me la paso desarrollando nuevas técnicas, investigando software, probando con hardware… A partir de ahí aplico eso en los proyectos en los que estoy: Romperayo, Chúpame El Dedo, Frente Cumbiero… Y Los Pirañas es una creación totalmente colectiva de los tres, cada uno con su bagaje, ya puesto en escena”.

Esa puesta en escena tiene lugar en completo beneficio de nuestros pies, nuestras caderas y nuestras neuronas. Sugiero escucharlos profusamente de aquí al viernes, y ese día ir a escucharlos en vivo en Niza 45.