Ejemplos sobran de que la Historia ha sido escrita por los hombres… “La historia la escriben los vencedores”, dijo George Orwell, el autor de 1984. Winston Churchill, uno de los grandes líderes de la Segunda Guerra Mundial, se pirateó la frase para advertirnos lo siguiente: “La historia será amable conmigo, porque tengo intención de escribirla.” No ahondaré en los incontables casos de omisión del papel de las mujeres y su aportación a la Historia porque estaría incurriendo en el feminisplaining (si tienen curiosidad, lean Mujeres radicales del mundo de Kate Schatz con ilustración de Miriam Klein. Esta indiferencia ha resultado en un desconocimiento de la participación femenil en el movimiento de 1968. En una conferencia en el ciclo 50 años de Tlatelolco, organizado por la Fundación Elena Poniatowska, Marta Lamas asegura que “mucho de lo que se escribió sobre la dinámica política de ese suceso tiene que ver con la versión y visión de los líderes hombres acerca de cómo se llevó ese proceso político, o si no, sobre sus vicisitudes personales durante sus encarcelamientos”. ¿Y nosotras, las mujeres? Bien, gracias.

A mí todavía me tocaron los libros de texto gratuito de la SEP donde el 68 ni aparecía (y, si soy sincera, “es mejor así” como dice Christian Castro, porque los libros para la educación secundaria en 2010 decían textualmente que “el gobierno se sintió amenazado” y tuvo que responder “con mayor dureza”). Este año, a los CÑORES de la SEP ya se les prendió el foco por lo que se habla del tema en un capítulo en el libro de Historia para los estudiantes del quinto grado de primaria . Nada de usar “matanza”, pues esta palabra fue sustituida por “represión”. Al menos aquí se incluye a las “amas de casa”, quienes se unieron a la juventud mexicana para protestar contra “el autoritarismo del gobierno, el cual acusó a los estudiantes de ser una amenaza para la paz social”.

Como ya se puede hablar abiertamente del movimiento de 1968 (o eso se supone: Tlatelolco, verano del 68, película de 2013 dirigida por Carlos Bolado tuvo que esperar cinco años para salir de una bodega de la SEGOB), es momento de que insistamos en conocer quiénes fueron las heroínas que este capítulo tan lamentable en la historia de nuestro país. Para empezar, ser mujer universitaria en la década de los setentas era un caso rarísimo: se calcula que, en 1960, de cada cinco hombres estudiantes una era mujer y, a finales de los esta década e inicios de los setenta, por cada 199 mujeres se calcula que solamente una asistía a la universidad.

Beatriz Argelia González García, periodista e historiadora cuya tesis fue El papel de las mujeres en el movimiento 68. De la fotografía a la historia, afirma que “entre el 22 y 30 de julio, la mujer participa escasamente, porque fueron enfrentamientos en las vocacionales, “El Bazucazo” en San Ildefonso, era apenas el comienzo del movimiento. Después del apoyo del rector Barros Sierra a los estudiantes, cuando se violenta la autonomía universitaria, la mujer se incorpora con mayor fuerza”.

Ana Ignacia Rodríguez Márquez o “La Nacha” señala en La Jornada que “a las mujeres no se les tomaba en cuenta. Hasta que nosotras empezamos a luchar por los espacios. Fuimos brigadistas, informábamos en los camiones, íbamos a las plazas públicas, a los mercados, las fábricas. Nuestra participación fue definitiva.” “La Nacha”, representante de la Facultad de Derecho en el Consejo General de Huelga fue una de las cuatro presas políticas del 68. En compañía de Roberta Avendaño Martínez, estuvo en Santa Martha Acatitla donde lograron escapar pero, como ella misma ha dicho, “lo que vimos no se nos escapa de los ojos nunca”.

Además de “La Nacha”, que estuvo presa en Lucumberri por 72 horas para después ser secuestrada en enero de 1969 y pasar dos años en la cárcel, y “La Tita”, trece mujeres participaron en el Comité Nacional de Huelga conformado por 200 varones: Eugenia Mesta, Mareta Gutiérrez, Eugenia Valero, Consuelo Hernández, Adriana Corona, Rosalba Zúñiga, Ianira León, Herlinda Sánchez, Dana Aerenlud, Patricia Best, Mirthokleia González, quien fue maestra de ceremonias en el mitin del 2 de octubre en Tlatelolco, y Martha Servín, militante de la Juventud Comunista que leyó el Manifiesto a la Nación “2 de Octubre” cuando se disolvió formalmente el Consejo Nacional de Huelga.

Ángeles Márquez Gileta, profesora del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Naucalpan de la UNAM, elaboró un video sobre las mujeres que participaron en el 68 .En La Participación de las mujeres en el movimiento estudiantil del 68 se afirma que “las heroínas anónimas fueron estudiantes, maestras, cantantes, trabajadoras, oradoras, maestras de ceremonia, artistas, enfermeras, cocineras, periodistas, artistas visuales, entre otras”.

Tampoco podemos olvidar a las madres. Hubo una marcha de la Asociación Nacional de Mujeres y Mitin frente a la cámara de diputados el 30 de septiembre de ese año. Varias cargaban letreros con un “PUEBLO ESTAN ASESINANDO A TUS MEJORES HIJOS”. Se calcula que “más de dos mil mujeres marcharon vestidas de negro exigiendo la excarcelación de sus hijos”. En La noche interminable-Tlatelolco 02/10/68, el autor Greco Hernández recuerda la participación de su madre, Consuelo Ramírez, que recorrió la ciudad para encontrar a su hijo Cutberto: “volteaba cadáveres, decenas de cadáveres y al ir viendo los cuerpos iba diciendo: ‘No es, no es, no es’”. Ella, al igual que muchas mujeres, llevaba comida (“naranjas y tortas para regalarlas”) al Politécnico y la UNAM. “Mi madre, a lo largo de la vida, tampoco habló, le parecía normal ayudar, nunca se sintió protagonista”.

Las mujeres asesinadas en la Plaza de las Tres Culturas, que aparecen en las listas de “fallecidos en los disturbios estudiantiles” son Leonor Pérez González, Petra Martínez García de “15 años, doméstica”, Gloria Valencia con “38 años, comerciante”, Agustina Matus del Campo de “60 años, dedicada al Hogar”, Rosa María Maximiliana Mendoza de “19 años, estudiante de la Escuela Valle de México”, Bertha Corona Tafoya, “de ella solo tenemos conocimiento que falleció en la Cruz Roja a causa de las lesiones”, y María Regina Teuscher, “occisa que presenta heridas causadas por proyectil”. En el caso de Teuscher, ha sido víctima dos veces pues, además de ser asesinada en la masacre del 2 de octubre, ha sido elevada a la categoría de mito en una saga.

Por si fuera poco, cuatro de las siete colecciones del Archivo Histórico de la UNAM “fueron formadas y conservadas por mujeres universitarias”. La documentación gráfica fue realizada por Esther Montero, cuya colección es la más amplia con 950 documentos, 54 carteles y 66 fotografías, Justina Lory Méndez Martínez, Ethel Villanueva y Ana Ortiz de Ruiz, el cual está constituido de material hemerográfico de la época.

Ya casi se termina el espacio… Y todavía me faltan nombres porque, como sugiere “La Nacha”, “siempre digo que nosotros no valemos nada frente a las verdaderas heroínas del movimiento estudiantil: esas mujeres anónimas, esas mujeres cuyos nombres no salen, que no son reconocidas. Pero algunas dieron su vida y muchas, no sé si por temor o por sus hijos, no aparecen ante las cámaras ni hacen presencia pública. Si hubo algún cambio, si hemos avanzado en las libertades democráticas, se debe a ellas.”

Las opiniones expresadas por nuestros nuestros columnistas reflejan el punto de vista del autor, que no necesariamente coincide con la línea editorial ni la postura de Chilango.