No sé si sea porque ya no vivo a una cuadra del Paseo de la Reforma o porque era el último Grito de Peña o porque se empalmaba la ceremonia oficial con el box, pero, en general, me parecieron unas Fiestas Patrias medio desangeladas.

Sin embargo, tengo otra teoría.

Hubo una campaña norteamericana muy exitosa de Always llamada #likeagirl. A grandes rasgos, recaudaban testimonios reales de adultos y niños varones a quienes les decían que corrieran o golpearan “como niña”. Los entrevistados hacían brincos ridículos, daban manotazos y caricaturizaban a las mujeres. Después le decían lo mismo a niñas y adolescentes. Estas actuaban con firmeza e intentando desempeñarse lo mejor que podían. La campaña, brillante, ganó un León de Cannes. Su mensaje es necesario, efectivo y claro.

Refresco Sidral Mundet decidió hurtar el formato y salió con una cosa llamada #HechoEnMéxico. Mismo formato: le preguntaban a la gente qué entendía por lo hecho en México. Todos respondían que cosas chafas y defectuosas, se hablaba de tranza y robo. Luego, creo que Diego Luna nos desmentía diciendo que lo hecho en México era fregón y bien hecho. El hurto a la campaña de Always es casi humor involuntario. Sin embargo, esa fue la primera vez que yo vi un anuncio publicitario masivo que utilizaba a la mexicanidad para vendernos alguna cochinada. No fue el primero. Y estaba de moda dicha tendencia.

Luego vinieron, no en este orden, las chamarras de Mexico Is The Shit, el meme de Mexican, los comerciales de chela en los que se dicen cosas ambiguas y sin sentido como que “los mexicanos somos chingones porque lo llevamos en la piel y en los sueños”. ¿Uh? Una adelita, María Félix, Sor Juana y Alondra de la Parra siendo íconos mexicanos porque se mantienen ligeras tomando agua embotellada (¿?). Supermodelos disfrazadas como Frida venden tequila. Etiquetas vernaculares de cheve. Otra marca de cerveza quería que nos desfronterizáramos derribando el muro de Trump (¿?). Salió la del 007 que arranca en plena fiesta de capoeira el Día de Muertos (súper ¿?), luego Superman aterrizó en México también en Día de Muertos y luego, en Coco, nos enteramos de que tristemente en el más allá también hay clases sociales. Envases de perfumes con arte huichol, botellas de whiskey con arte huichol, máscaras de luchador con arte huichol. Catrinas a inicio de año, catrinas en julio, catrinas vendiendo condominios. Etcétera, etcétera…

Todo el año hemos sido bombardeados con mensajes mexicanoides que han transformado a la publicidad en un perpetuo Sábado Gigante. Entonces llega el 16 de septiembre y no hay un ambiente especial. Ser mexicano nos agarra ya muy desgastados de serlo. Las cortinillas de Televisa que anuncian el juego de México vs EUA con sombreros charros ya no destacan, ¿pusieron luces en Eje 6? La fiesta de la mexicanidad aparente ya es cosa de todos los días y se despliega en nuestros meses como un ambiguo vitiligo. Ser mexicano, según las marcas, es una orgullosa mancha. Lo que no es de extrañarse, considerando que la Navidad empieza en octubre, hay pan de muerto en septiembre y la cuesta de enero dura, amargamente, hasta agosto.

Es solo una teoría.

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