No hay una sola Ciudad de México (como no hay una sola Buenos Aires, ni una sola Puebla, ni una sola Nueva York, ni una sola Madrid). La ciudad es una según los ojos que la miran. La ciudad se configura de acuerdo a quienes la habitan. Cobra las manías y los miedos de sus residentes; se caracteriza por la fuerza de sus pobladores, así como por sus aciertos y errores.

Muchos hablan de una ciudad caótica o de una ciudad violenta, de una ciudad sucia o desquiciada (como si tuviese vida propia y fuese su culpa ser como es), cuando en realidad somos nosotros los que la hemos hecho así. La ciudad no nos hace a nosotros, nosotros hacemos a la ciudad.

Todo esto viene a cuento porque Juan Villoro acaba de publicar El vértigo horizontal, una invitación a conocer su muy propia Ciudad de México. El autor de El testigo concibió este libro (o al menos el primero de los textos que lo conforman) en 1993, durante un viaje a Berlín, sin imaginar que sería una labor que le tomaría un cuarto de siglo (y que pudo extenderse por muchos años más y seguir creciendo a un ritmo imparable, como la CDMX lo hace, hasta que el 19s ayudó a poner el punto final).

El volumen está dividido en seis “clases” de textos: biográficos, perfiles de personajes típicos de la CDMX, unos hablan sobre ceremonias y ritos que se han vuelto parte de las tradiciones chilangas, otros más tratan sobre lugares icónicos de la capital mexicana, hay unos que están inspirados en tragedias que han provocado un sobresalto en los chilangos y finalmente están los dedicados al gran reto que supone recorrer la ciudad.

Eso sí, todos están llenos de nostalgia y comparten el mismo espíritu híbrido: en un mismo texto, el novelista mexicano mezcla crónica con ensayo, reseña, opinión y biografía. Además, hay toda clase de referencias: lo mismo habla sobre la novela Mao II, del estadounidense Don Delillo, o sobre películas de luchadores como Santo, el Enmascarado de Plata, vs. la invasión de los marcianos, que sobre Sebald, Rushdie y Mosiváis.

“He querido responder por escrito a los miedos, las ilusiones, el hartazgo y los caprichos de vivir en este sitio. También, he procurado que mi libro se acerque a la forma en que he decidido habitar esta ciudad, convencido de que es bueno estar informado, pero de que los datos, muchas veces amargos, no deben mermar las principales formas de la resistencia: el placer y el sentido del humor”, explica Villoro en la introducción del volumen. Y lo logra muy bien.

(El vértigo horizontal, Juan Villoro, Almadía, México, 2018, 410 páginas, $399)