El caso #MeTooEscritoresMexicanos ha sido un parteaguas. No solo nos sacudió en lo personal y lo profesional, también nos movió a debatir sobre la responsabilidad, la ética, las condiciones por las cuales muchas víctimas prefieren el anonimato o denunciar fuera de los cauces legales, y la falta de protocolos en empresas (concretamente en medios de comunicación, que es lo que nosotras conocemos) para actuar ante casos de acoso y violencia sexual.

Lo tenemos que decir: fue especialmente difícil ver tres nombres de compañeros nuestros entre los acusados; hubo desconcierto, tristeza, incertidumbre. Las determinaciones finales se basaron en la línea editorial, la convicción de apoyar a las denunciantes y también de que ellos tengan el beneficio de la duda y la posibilidad de emprender procesos para esclarecer su caso.

Esas conclusiones motivaron una profunda reflexión sobre la violencia de género, sobre cómo conciliar que los responsables enfrenten las consecuencias según la gravedad de sus actos, pero sin ser objeto de linchamiento ni campañas de odio.

Y de ahí surgieron un montón de preguntas que quisiéramos poner en la mesa para abrir un debate constructivo: ¿cómo nos reeducamos en lo colectivo?, ¿es necesario redefinir qué significa “sentirse hombre”?, ¿es posible concientizar a aquellos que aún identifican como “costumbres” sus conductas machistas y agresivas? y, si eso es viable, ¿de quién es la responsabilidad de sensibilizarlos?

Estamos convencidas de que lo que sigue ahora es, de inicio, que todas las empresas evidenciadas establezcan mecanismos y marcos normativos que permitan a sus trabajadoras sentirse seguras y respaldadas, crear espacios de confianza para denunciar internamente sin temor a represalias o revictimizaciones, y brindar apoyo psicológico e incluso acompañamiento legal de ser necesario.

Y en estos procesos es fundamental involucrar a los hombres, porque esta no es una lucha contra ellos ni le apostamos a descalificarlos ni marginarlos. Pensamos que perpetuar el clima de odio y división solo generaría más violencia y resentimiento, y en nada ayudaría a que avancemos hacia un entorno de equidad plena.

No es una revancha, sino una invitación a que sean conscientes de que el statu quo ha normalizado por siglos la violencia sexual y favorecido un entorno laboral en el que hemos tenido que soportar desde salarios mucho más bajos por el mismo puesto o teniendo la misma experiencia, hasta roles establecidos en los que la mayoría de directivos de alto nivel son varones y muchos usan su posición de poder para ejercer violencia de diversos tipos, incluida la sexual.

Nadie dice que las mujeres no cometamos abusos, que no haya quienes también acosan o aprovechan su jerarquía de manera lesiva y quienes, inconsciente o conscientemente, desvirtúan las vertientes surgidas desde el nacimiento de #MeToo cuando se suman sin la suficiente responsabilidad, o sin hacer una distinción clara entre hostigamiento, abuso, violación y violencia de algún otro tipo, o entre alguno de estos delitos y ofensas dentro de una relación de pareja.

El cambio es imposible mientras la impartición de justicia siga siendo una pesadilla para las víctimas, si el personal del Ministerio Público mantiene prácticas indignantes, si tomar el valor de denunciar te enrolará en un círculo de revictimización y burocracia sin fin, si los agresores poderosos siguen comprando su impunidad. Reformar de fondo el sistema permitirá procesos justos, también para los acusados, y ayudará a que las redes sociales dejen de ser el único foro para alzar la voz, con todos los inconvenientes que eso conlleva.

Reconocemos que el debate es mucho más amplio y tiene muchos matices, por eso queremos dejar abierto el espacio para continuarlo desde la reconciliación y la suma de propuestas.

Nuestro compromiso como becarias, redactoras, reporteras, diseñadoras, correctoras de estilo, fotógrafas, realizadoras y productoras de video, ilustradoras, creativas y editoras es seguir dando voz a quienes busquen ser escuchadas, porque la edición de #NoMeDigasGuapa de Chilango fue una declaración de que la lucha contra la violencia de género es una de nuestras banderas.

Por: Becarias, redactoras, reporteras, diseñadoras, correctoras de estilo, fotógrafas, realizadoras y productoras de video, ilustradoras, creativas y editoras de Chilango y Máspormás