Si el león es el rey de la sabana, Tepito, el océano de la piratería tiene un rey indiscutible: un tiburón, el Shark DJ, cuya trayectoria de más de 20 años destaca su inconfundible sello en el mundo de los compilados mp3.

En las calles Bartolomé y Aztecas se alza su trono, un puesto con lonas amarillas que al rebotar los rayos del sol le dan un tono dorado, digno de todo rey que se respete. De una bocina brotan las palabras “Shark DJ en mp3”, lo cual indica que hemos llegado a su guarida.

El imperio del Shark DJ

Este tiburón no necesita amenazar para hacerse respetar; si muestra los dientes es para sonreír. Tiende su aleta y desde el primer saludo está dispuesto a comenzar la charla.

Cuando rememora el origen de su nombre, a pesar de las décadas que ya tiene encima, en su rostro se dibuja un gesto casi infantil: “De morrito mis carnales más grandes me decían Tiburón. En la casa siempre era ‘Tiburón esto’, ‘Tiburón lo otro’, y como me gustó, pues se me quedó”.

Aunque en algún momento de su juventud se dedicó a las tornamesas e incluso tocó en bailes sonideros populares, la vida lo llevó a vender en los tianguis. Así fue como colgó los audífonos y los cambió por la vida en el puesto.

Foto: Pável Gaona

Hace ya dos décadas de eso y desde entonces el negocio ha crecido. Dejó de ser una sola persona para ser un grupo de amigos que se ayudan en la vendimia. El Bebote, el Barbas, Baby Richard empaquetan y venden la merca, siempre bajo el ojo clínico de Adán, el Boss, nombre de pila de este tiburón que ha hecho del barrio de Tepito su hábitat natural.

Del hobbie casero al imperio tepiteño

Todo comenzó como un juego, como un placer personal cuya evolución jamás imaginó que pudiera convertirse en su oficio o su modus vivendi. Cuando le pregunto sobre su primer acoplado y si se acuerda de qué era, su inconfundible sonrisa vuelve a brotar:

“Claro, ¡cómo no me voy a acordar, si ahí empezó todo! Ese disco lo hice por puro gusto, por hobbie. Como me gusta mucho la música de banda, me armé un disco de Banda Pequeños Musical con las canciones que a mí me gustaban. De hecho, en un principio esos discos que hacía eran para mí, y los ponía en mi estéreo de la casa”.

Poco a poco el negocio se fue consolidando: como un alquimista mezcló su gusto por la música con buenas dosis de picardía y una gran habilidad de observación en las pachangas a las que asistía.

Foto: Pável Gaona

Así es como nacieron nombres como Pisteando hasta morir, Norteños chingones o Borrachas y adoloridas. “Hay que estar en el barrio para entenderlo. La gente es así. ¿Quién no conoce una borracha y adolorida? Vas a la peda y ahí están. Muchas veces en el mismo cotorreo te das cuenta de lo que oye la gente”, apunta con entusiasmo.

¿El secreto de Shark DJ? Él dice que no existe porque solo se enfoca en hacer las cosas bien, como si fueran para él mismo. Esa pasión por el detalle la pone al servicio de todo lo que hace: los nombres de las recopilaciones, las portadas, la selección de los tracks.

J Balvin y Nigga: estrellas que se hicieron en la piratería

Para algunos, ser pirata es una actividad satanizada. Pero el Shark DJ tiene una opinión distinta.

De acuerdo con lo que le cuentan varios artistas con los que ha trabajado, la piratería les beneficia porque es la manera en la que se dan a conocer entre la audiencia.

Solo así conseguirán en un futuro cercano que los bailes masivos o conciertos se llenen como esperan. Ese el verdadero negocio para los artistas, no la venta de discos. Inclusive, El Shark DJ nos cuenta que varias estrellas lo han buscado mucho antes de que las disqueras les abrieran sus puertas.

Foto: Pável Gaona

“El ejemplo más claro es Nigga, quien se hizo primero acá conmigo en la piratería y luego ya sonó en el radio. J Balvin también me llegó a pagar el “refresco” por meterlo en mis acoplados. Ahora estoy trabajando con El Fantasma, Los Dos Carnales, la banda Los Sebastianes y Henry Benavides, un salsero buenazo”, destaca Adán.

¿Y de a cómo el sablazo?

El Shark DJ se guarda el secreto de cuánto les cobra, pero dice que es algo simbólico porque cuando el artista comienza a despegar en serio, él también incrementa sus ventas. Es un acuerdo de ganar ganar.

Su payola no es la millonada que cobran las estaciones de radio. Él, desde sus inicios hasta ahora, sigue pidiendo “pa’l chesco”: “Pero nada más que vengan conmigo, porque hay muchos que se hacen pasar por mí y sí les andan cobrando los miles, pero solo les andan viendo la cara”, confiesa con honestidad.

¿Le incomoda que lo pirateen siendo pirata? Irónicamente, sí. “No es que me moleste por el tema de la fama, sencillamente no me gusta que hagan malos trabajos y que anden diciendo que los hace Shark DJ. A veces me llegan esos trabajos, los escucho y nada más digo: ¿esas mamadas qué?”, recuerda con molestia e incredulidad.

Foto: Pável Gaona

Por otro lado, Adán comenta que no se enoja porque le tumben la chamba, seguro de su emporio él dice no tener competencia. Se sabe el tiburón entre todos los tiburones y a las mordidas se remite.

Además, sale al quite con la verdad y declara que para nada le están tumbando el negociazo: “La gente cree que gano la millonada y no. Hasta la gente del mismo barrio piensa ‘¡Ay!, el Shark, mucho dinero”. Pero no es así. Se sobrevive”.

El Shark vs. operativos y streaming

Cualquiera pensaría que en pleno 2020 las ventas de Shark DJ peligrarían gracias a enemigos digitales como el streaming. Pero este rey del océano a sabido capotear a sus adversarios con maestría.

Como en la teoría darwiniana, en ese ecosistema no sobrevive el más fuerte sino el que mejor se adapta, así que él se siente seguro porque ha sabido transformar su negocio.

“Desde el año pasado comencé fuerte con las USB, que es lo que ahorita está de moda. Y como siempre, les pongo el mismo empeño que a todo lo que hago. Te puedo decir que de las más de 1,200 canciones que les meto no viene ninguna repetida. Hasta traen su cancionero. No soy como otros que nada más las llenan a lo wey”, apunta con orgullo.

Foto: Pável Gaona

Shark DJ le hace frente a la competencia virtual porque parece no haber rincón del mundo donde no suenen sus emblemáticos intros: “Hace poquito en las redes me pidieron un disco para Alemania; luego de España y Argentina también. En Estados Unidos hay mucha gente que me sigue y me escribe por las redes sociales. A estos seguidores que tengo alrededor del mundo les mando el material por descarga digital”, comenta sin rodeos.

Por otro lado, Adán cuenta si sus aliados sufren golpes en el negocio, no duda en defenderlos. A partir de las modificaciones a la Ley de Cultura Cívica promovidas por el gobierno de Miguel Ángel Mancera, la actividad de los vagoneros está prohibida en el metro de la CDMX.

“Es feo porque la gente se gana el dinero como puede. Yo siempre he dicho que te puedes dedicar a lo que quieras mientras no afectes a otros. Al artista no lo afectas, ellos viven de los bailes masivos o los toquines, donde entran 2000 o 3000 personas. Es más, como ya te conté, ellos te buscan”, explica sin tapujos.

Foto: Pável Gaona

A Shark lo protege el barrio, su fama y la buena suerte. En 20 años de trabajo nunca le ha caído una redada ni le han decomisado la mercancía. Y piensa seguir en el oficio hasta que el cuerpo le dé licencia.

Porque, como él mismo confiesa, de esto no se vive, se sobrevive, por ello debe seguir trabajando para él y para darle de comer a sus tiburoncitos: “Sí, tengo hijos. Si a ellos les gusta, los apoyaría para ser DJs y armarla en grande: un Marshmello, un Tiesto, un Dash Berlin. Me encantaría que ellos sí pudieran llegar a ese nivel”.

En el barrio comienza a caer el chipi chipi. Los tianguistas toman esto como una señal y comienzan a guardar su merca. Pero el Shark no amaina y sigue en el puesto, entre discos de reggaetón viejito y de cumbias sabrositas. ¿Por qué un tiburón habría de temerle al agua?

Si ha sobrevivido a Youtube, Spotify y a las limpias de vagoneros, todo indica que aún tenemos Shark DJ para rato.

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