Actualmente los boomers son, para muchxs; gente mayor, fuera de onda y que no ha logrado adaptarse a las constantes transformaciones sociales. Sin embargo, no siempre fue así. Resulta que antes de asustarse por cualquier tendencia, ellos crearon la suya y rompieron con las normas establecidas: Los Jipitecas

Antes de que esa cabellera se llenara de canas y aplicaran las clásicas; “en mis tiempos” o “eso no pasaba” (spoiler alert: sí pasaba); crearon la que probablemente sea primera tribu urbana de la ciudad.

La década de los 60 trajo grandes transformaciones en el mundo y México no podía quedarse atrás. El movimiento hippie se originó en los campus universitarios de Estados Unidos y su mensaje de paz, amor y contracultura, inevitablemente llegó con los Jipitecas al entonces Distrito Federal.

Eso significó que por primera vez había una subcultura opuesta a los valores tradicionales, con una clara diferencia entre juventud y adultez. Distinción que hasta ese momento no era tan clara y que se logró a través del estilo personal, la ideología y la música.

Jipitecas: Rebeldes, greñudxs y fachosxs

El movimiento de los Jipitecas hizo énfasis en las figuras de Frida Kahlo y Diego Rivera. También mostró una marcada re-valoración de la vestimenta propia de los pueblos originarios; huipiles, huaraches, jorongos y sarapes. Prendas que eran menospreciadas por cuestiones racistas, clasistas y por no ser propias de una urbe moderna.

Las jipitecas usaban faldas largas y vaporosas, además de collares y brazaletes, pelo largo, suelto o trenzado, respetando su textura original. Alejada de los complicados peinados que requerían tiempo y tanta laca que el cabello quedaba tan crujiente como una sabrosa mojarra. 

En los hombres, la greña era tan larga como la de ellas, usaban sombreros, pero no como los de sus padres, estos eran adornados con plumas u otros objetos llamativos, nada de traje, corbata o cualquier cosa que reflejara pulcritud. Los pantalones eran de piel, mezclilla o manta, su forma, de pata de elefante o acampanada, estilo que ya empieza a volver con fuerza, ahora bajo el nombre de “flare jeans”.

Avándaro y La onda

Jipitecas

Lxs jipitecas no consolidaron su movimiento nomás haciendo enojar a la gente fresa y a la momiza -que incluía a sus papás-. También adoptaron la libertad sexual, la experimentación con sustancias, especialmente marihuana y hongos psilocibios, además de la práctica de yoga, improvisación, arte visual, etc. 

Sus puntos de reunión para debrayar y pasar el rato eran el Parque Hundido, Teotihuacán, Xochicalco, Tula y Monte Albán, por mencionar algunos.

Como en todo cambio social significativo, la música y la literatura fueron fundamentales. Considerado como “el Woodstock mexicano”, el Festival Rock y Ruedas de Avándaro fue un evento sin precedentes que causó aún más escándalo en la sagrada familia mexicana y la gente de bien.

Se trató de un fin de semana de música, sexo y drogas en el que agrupaciones como El Ritual, Dug Dugs, Peace and Love, Three Souls in my Mind, además de Javier Bátiz, enloquecieron a la misma banda que hoy se persigna a la menor provocación.

Jipitecas

En lo literario La onda fue un reflejo de la rebeldía del momento; Era literatura escrita por y para jóvenes, siempre en contra de todo tipo de ataduras, su apertura sobre el consumo de drogas, múltiples parejas sexuales y la inconformidad, hermanaron a este género literario con los jipitecas.

El resto de la historia ya lo sabemos; la autodenominada generación de concreto se cortó la mata, cambió su vestimenta y dejó atrás la exploración de otras formas de vida, de pensamiento y de cuerpos. 

Sin embargo, ahora sabemos que ellxs también se rebelaron contra sus padres, sus instituciones y los valores rancios de la época, algo que les convendría recordar pa’ que agarren la onda.

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