Somos una ciudad taquera, amamos comer este alimento hecho de alimentos en sus múltiples versiones. Su existencia es vital no solo para la cultura gastronómica, sino para la nutrición diaria, para la economía. Es además, uno de los platos más democráticos que existe: lo come desde la persona que paga cinco de canasta por $35 afuera de una estación del Metro hasta quien desembolsa $800 por un taco de kobe certificado en algún restaurante de Masaryk.

En su variedad está también la riqueza, casi ningún suadero sabe igual, lo mismo con el pastor o los de cabeza. De ahí que los favoritos de cada quien sea un asunto sagrado. Las y los chilangos siempre vamos a conocer una taquería donde los tacos saben mejor; vamos a aceptar que nos inviten a probar nuevos horizontes, pero sin duda volveremos a donde nos sentimos en comodidad con los sabores de las carnes, las salsas y los condimentos.

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El taco chilango se consume a cualquier hora. Al comenzar el día encontramos los de guisado en puestos lamineros o hasta en la cajuela de un coche. Al medio día, los de canasta para el tentempié. De tarde, unos campechanos, los de cabeza, los de bistec con papitas fritas y nopalitos para que lleve su parte vegetal. El pastor y el suadero suelen ser populares a todas horas, pero de noche es cuando son literalmente las estrellas que alumbran el camino. Es de chilangxs conocedorxs saber que ningún taco tiene el mismo gusto de día que de noche.

En la ciudad, el olor de los fines de semana es de carnitas michoacanas y barbacoa hidalguense, tacos mañaneros que se apropian temporalmente de las esquinas. Así como el ser chilangx es una mezcla de un poco de todo, los tacos aquí también van perdiendo el origen para simplemente, ser de aquí.

En esta edición hicimos una disección del Taco Chilango, de los mejores ejemplares que podemos encontrar en nuestras calles. Nos clavamos en los sabores, olores y estilos que son dignos de explorar, taquerías y puestos lejos de las ya conocidas zonas (gentrificadas) de confort.

En temas menos festivos, recordemos que es marzo. Por eso nos dimos a la tarea de honrar la memoria de las mujeres que nos arrancaron y ya no están para marchar el 8M. Volvimos a los feminicidios mediáticos de la ciudad, seguimos las huellas de su historia. Apenas un poco de memoria que haga justicia a su lucha.

Este número de Chilango, como un buen taco, va con todo.

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