Ecos de concreto: Con lo que guste cooperar

…Luego de evitarlo por años, de cambiarse de mesa y negarle dádivas en tono variopinto, un día no pudo más y tuvo a bien pedirle que callara.

“¡Diez con todo!”, dispara el cincuentón cuyo entusiasmo vive anclado en una juventud sin límites. “Mañana no desayuno”, agrega mentalmente antes de contabilizar la ingesta del día: “Tres huevos, sopa, ensalada, milanesa…”. Claro, se engaña dejando fuera tortillas, panes y patatas, satélites mayúsculos impulsados con café o cerveza. 

Está solo y feliz en la taquería semivacía. Allí, mientras alterna el movimiento de dos dedos, tararea versos de su grupo favorito. Está a punto de entrar al coro cuando, sorpresivamente, un relámpago destruye su armoniosa recreación. “¡Ella durmióoooo, al calor de las masaaaaaaas!”.

Un personaje provocador ha llegado para cantar en la banqueta. Está sonriéndole con mofa. Él le devuelve un desagrado transparente. “Ca-ra-jo”, balbucea para evitar que lea sus labios. Desde la primera sílaba reconoció el timbre desafinado y estridente en que tantas canciones se han visto trituradas.

Luego de evitarlo por años, de cambiarse de mesa y negarle dádivas en tono variopinto, un día no pudo más y tuvo a bien pedirle que callara. Le explicó que los gestos de la gente y la paupérrima colecta eran insinuaciones para ahorrarle lo juglar.

La respuesta vino con la frase de siempre, más en tono amenazante, confirmación de la incomodidad premeditada con que este hombre busca secuestrar la paz ajena. En su crimen, desde luego, triunfa la guitarra destemplada que juega con las manos.

“Pero es suficiente”, concluye nuestro héroe. “Hoy me haré escuchar”. Evalúa subir a la silla para sugerir a los empleados que aprendan de las cantinas y sus exigencias musicales. Le hablará a los clientes sobre restoranes organizados para protegerles del terrorismo cancionero, mafia a la que incluso pagan a cambio de silencio.

Entonces, justo en el clímax de una fantasía políticamente incorrecta, llegan los tacos que pidió. El olor del pastor reordena prioridades. Exprimiendo limones, acepta la propuesta de la cebolla y el cilantro: la calle es de todos. 

Llega una calma pasajera. Abandona la idea de crear tinglado. Empero, ejerce su derecho al intercambio equivalente. Mientras busca monedas en la bolsa, expele masticando: “¡Vaya, no has mejorado nada!”. Lo hace sin pestañear, mirando al de arriba con la mano estirada, descreído y también sonriente. 

Traga el sabroso taco. Se siente liberado cuando escucha la obligada frase (misma de aquella tarde de rechazo): “Ahí, con lo que guste cooperar”. 


Alonso Arreola (@Escribajista) es considerado uno de los más influyentes bajistas de México, se ha rodeado de reconocidas figuras del rock, el pop y el jazz nacional e internacional (Michael Manring, Trey Gunn, Alejandro Sanz, Mike Garson, Pat Mastelotto, Screaming Headless Torsos, Jaime López, Sabo Romo, Troker, entre muchos más). Es escritor y periodista, esta es su primera columna en Chilango.

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