Casas de taza y plato, el antiguo sistema de renta del Centro Histórico

¿Te has preguntado por qué el Centro Histórico está lleno de accesorias o locales comerciales? Esto no es nuevo, se debe a uno de los primeros sistemas de airbnb  especulación inmobiliaria, porque mantener una casona en Ciudad de México siempre ha salido muy caro.

Artículos de novedad, telas, juguetes, papelería… Las accesorias del Centro Histórico albergan una infinidad de productos que satisfacen las necesidades de las y los chilangos. Esos cuartos ahora consagrados en su totalidad al oficio mercante, en algún momento fueron el hogar de comerciantes poco adinerados.

¡Sí! Estas accesorias, antes conocidas como “casas de taza y plato”, no solo moldearon las calles del centro como las conocemos hoy en día: abarrotadas de locales comerciales, con su cortinilla y algún coqueto balconcito.

También podríamos decir que fueron uno de los primeros sistemas de especulación inmobiliaria de la ciudad. ¡¿Quéee?! Te contamos este chismecito virreinal con lujo de detalle.

Un poco de contexto histórico

Vámonos por partes. Por ahí del siglo XVIII, a mediados del Virreinato de la Nueva España, se construyeron enormes casonas señoriales como: la Hacienda del Marqués de San Miguel de Aguayo (hoy Casa Talavera),  el Colegio de San Ignacio de Loyola Vizcaínas (el Colegio de las Vizcaínas) o la Casa de las Calderas (la enorme edificación en San Jerónimo esquina con Correo Mayor).

Estos eran propiedad de familias adineradas o de grupos religiosos con bastante poder adquisitivo. Pero aunque fueran adinerados, mantener una casona así requería una ayudita —mejor dicho, una ayudota— extra.

Para que se den una idea, la Casa de las Calderas, construida en 1756, tiene alrededor de 15 mil m2 y su costo fue de 250 mil pesos, el equivalente a varios millones de hoy en día. Nada que ver con los mini lofts de 3×3 en la Nueva Condesa. El caso es que mantener estas imponentes mansiones requería varios miles al año, así que aprovechando su ubicación privilegiada decidieron monetizar con ellas.

¿Qué son las casas de taza y plato?

Como la especulación inmobiliaria data de tiempos inmemoriales, los dueños de estas casonas dijeron “pues hay que poner casas de taza y plato para tener más dinero y así mantener nuestra opulenta mansión —y estilo de vida—”. 

Las casas de taza y plato son una especie de departamentos dúplex. Se encontraban en el piso inferior de las construcciones y daban hacia la calle. Contaban con dos niveles de escasa altura, la planta baja servía para un comercio o taller; mientras que la planta alta —que era como un tapanco de madera— era la habitación. Casi todas las accesorias que vemos en los edificios virreinales del centro eran casas de taza y plato.

La escritora Laura Méndez de Cuenca explica en el relato “Heroína de miedo” el origen de su nombre: “Les venía este nombre por estar compuestas de dos partes, la una encima de la otra: el plato contenía el zaguán y la escalera; la taza, una sala minúscula, una  recámara menor y la cocina, donde apenas cabía la cocinera”.  

Si había un poco más de presupuesto, se agregaba una cocineta, una ventanita o un coqueto balcón en el piso del tapanco. Estos se encuentran muy pegados a la entrada de las accesorias, por debajo de la línea divisoria de la segunda planta del edificio. Además, para diferenciarlas, cada casa estaba marcada con una letra, ¡y aún puedes verlas por todo el centro!

De casas económicas a accesorias de moda, de novedad

Gracias a algunos registros del Acervo Histórico del Archivo General de Notaría sabemos que el costo por rentar las casas de taza y plato oscilaba entre los 12 y 24 pesos de acuerdo a sus amenidades. Esto multiplicado por todas las accesorias ya daba una suma generosa. Por ejemplo, el Colegio de Vizcaínas rentaba ¡60 casas de taza y plato! Generando más de mil pesos —de aquella época— mensuales.

Ninguna casona señorial, ni edificio de alguna orden religiosa se salvó de la taza plato, ya que era la única forma de solventar los gastos. Pronto llegaron comerciantes de distintas nacionalidades y otros locales de clase media para habitar las peculiares casitas y probar suerte con un negocio. Panaderías, abarrotes españoles, herrerías, barberías, mercerías y las famosas cacahuaterías  —tienditas pa’ los cuates— fueron los negocios más populares.

Así, este antiguo sistema de renta que nos recordó a los famosos bed and breakfast moldeó las calles de nuestro querido Centro Histórico y, de paso, permitió mantener edificios neoclásicos para disfrutarlos en nuestras fechas. ¿Cómo  te quedó el ojo? Ahora ya tienes una buena historia para ligar caminando por las calles de nuestra ciudad.

Para ver más a fondo este tema, aquí un video.

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