El rábano de la 9 no sólo podría ser el compadre del Apio de Kabah. También podría ser tu nuevo mejor amigo… si lo que esperas de una relación amistosa es que esté bien sabrosa y te sacie el hambre.

Definitivamente un clásico para echar la pancita en la CDMX, y no, no estamos hablando de cuando te inscribes al gimnasio para no ir. Hablamos de un menudo tan, pero tan sabroso, que hasta Ricky Martin consideraría regresar.

Comer pancita da alegría, incluso sin estar hecho talco por emular a Pedro Infante y sus buche-gárgaras de aguardiente. Así que lánzate a toda máquina a donde comemos nosotros los pobres y también ustedes los ricos, pues a la hora de la taquiza no hay distingo entre clases sociales, amorcito corazón.

Para el plato de panza deberías pedir  “callo y libro”, y no, no es que traiga instrucciones. El libro es una parte del aparato digestivo de la res que tiene muchas membranas, una debajo de la otra (como un libro). Lo importante es que, además de sabor, le da mucha textura al platillo. Y luego está el “callo”, que básicamente son trocitos gelatinosos de estómago.

Sabemos que así leído no se anticipa muy apetitoso y si eres melindroso ya sabemos que te lo vas a brincar. Pero si eres conocedor, sabes de lo que te estamos hablando y sabes que tenemos razón.

También hay mixiotes y sopes por si acaso no te gusta entrarle a las tripitas. Estos últimos son gigantes pero no necesariamente engordadores; el truco es no ponerles crema y pedirlos dorados sin freír para así evitar que esa pancita se convierta en panzota.