Adanowsky mata a palos a Amador

Un bat de beisbol fue el que marcó el final del amante. Fue a palos como Adanowsky acabó con su alter ego –representado con un maniquí–, al que ya nos había adelantado que mataría esa noche. Una vez hecho…

Un bat de beisbol fue el que marcó el final del amante. Fue a palos como Adanowsky acabó con su alter ego –representado con un maniquí–, al que ya nos había adelantado que mataría esa noche. Una vez hecho pedazos, el público se adueñó de algunas partes –una pierna por aquí, un brazo por allá–, pero hablemos de La muerte de Amador desde el comienzo.  

Un enano se encargó de anunciar al protagonista del espectáculo. Y, como él mismo había adelantado durante los ensayos, en cuanto se pronunció su nombre, el del personaje en cuestión, Amador, el público gritó y la euforia desvaneció el Adanowsky. Amador Adanowsky, pues, llegó al escenario para ofrecer su concierto, pero no lo hizo como un músico “normal”.

Al abrirse el telón, esperábamos verlo de pie, vistiendo uno sus trajes vintage, pero no, lo que ocupó el escenario fue el sonido de una guitarra; su guitarrista descendió mientras tocaba los acordes que darían la entrada de los músicos, quienes llegaron en sillas de ruedas dirigidas por una especie de guardias romanos.

Adán, no, perdón, de Amador, antes de cualquier cosa debía nacer. Y así fue: salió de una vagina gigante, bueno, de lo que la representaba. Nació y en seguida se caracterizó como su personaje.

J’aime Tes Genoux fue el tema con el que inició la noche. El público se dedicaba a gritar, aplaudir, cantar y en algún momento a pedirle a Adanowsky que los hiciera suyos, hubo quien se atrevió a gritarlo, pero seguramente muchos sólo lo pensaron.

La siguiente canción fue “Me siento solo”. Aunque los performances que aderezaron el concierto iniciaron desde el primer tema, con cuatro chicas que empezaron muy vestidas y terminaron usando liguero y cubiertas de pintura (amarilla y azul), cuando comenzó a sonar la segunda canción salieron de nuevo los guardias, que cargaban una cama, y después cuatro “monjas” que se subieron a ella y comenzaron a tocarse.

El repertorio de la noche se basó –obviamente– en los temas de su disco Amador. En algún momento de la noche, y como muchos habían deseado, ocurrió: renació el ídolo e interpretó algunas canciones de aquel disco.

Tal como nos adelantó hubo cerca de 40 personas en el escenario. Entre canciones, enanos, monjas, sacerdotes, payasos, magos, penes enormes, una mujer gorda, parejas de la tercera edad, una mujer desnuda tocando el violoncello y “La muerte”, Amador debía morir.

Aquí fue cuando entró el bat, el maniquí, después un corazón enorme fue violado y destruido por un pene del mismo tamaño. Ahora sí, Amador había muerto. Así lo dijo su guitarrista: “ha muerto”.

Entonces regresaron los romanos con una enorme cruz y un ataud cubierto de rosas rosas. Adanowsky fue crucificado, pintado de blanco de pies a cabeza, él se había desnudado previamente, y guardado en el féretro que fue despedido por y entre el público que lo veía pasar por los pasillos del Teatro Metropólitan, al sonido de mariachis. 

Pero ese no fue el final. Adanowsky llegó al cielo: vestido de Ángel tocó su última canción de la noche “Déjame llorar”.

No sólo se trataba de matar a Amador (como en algún momento también ocurrió con El Ídolo), la participación de Alejandro Jodorowsky en el montaje de lo que sería el final del segundo gran personaje creado por Adanowsky generó grandes expectativas. Y, al menos para sus fans, las cumplió.

Aquí las canciones de la noche

“J’aime Tes Genoux”
“Me siento solo” 
“Un sol con corazón”
“Así ya no me quiero”
“Me siento solo”
“Niña roja”
“Lo que siempre fui”
“Amor sin fin”
“Rock Me”
“Lo que siempre fui”
“Saber amar”
“You Are The One”
“Estoy mal”  
“El Ídolo”
“No”
“Sexual Feeling”
“Estrella eterna” 
“Déjame llorar”

Les dejamos unas fotos del ensayo al que XX nos invitó. Aquí pudimos ver que Adán le llama a su padre por su “nombre de pila” y que éste, como director, es extremadamente perfeccionista.

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