Los secretos del Edificio Gaona

Los claroscuros del Edificio Gaona no solo están presentes en su apariencia, sino que su historia también está cargada de matices: élite de antaño, 2 de octubre, chamanes, túneles, arte y un mundo encerrado en un predio que a 100 años de historia aún llama la atención.

Frente al Reloj Chino, en Bucareli 80, se alza un edificio que a menudo despierta la curiosidad en las y en los transeúntes: su fachada ostenta el retrato de Hernán Cortés y Antonio María de Bucareli, azulejos blancos, amarillos y azules, escudos de ciudades mexicanas y, en contraste, vidrios rotos, un zapato colgante, ventanas clausuradas con tablas de madera, arte urbano trepando por sus rincones. En medio de los estragos del olvido sobrevive una curiosidad, una señal de vida: la Tienda de Magia del Mago Chams y, junto a ella, una cervecería. Su aspecto habla del paso del tiempo, de la historia del siglo XX y XXI que ha visto desfilar dentro y frente a él: una apariencia que despierta nostalgia, pero también esperanza de, algún día, recuperar su esplendor.  

Luz y sombra 

Este inmueble neocolonial nació en 1924 para sobresalir: se construyó con la extensión de casi toda una cuadra en Bucareli, avenida que se pretendía fuera más o menos lo que es hoy Paseo de la Reforma. Originalmente solo albergaba 23 departamentos, cada uno con una letra del alfabeto y números para facilitar la entrega de correspondencia, ya que no se trataba de cualquier unidad habitacional, sino de la primera de élite en nuestro país. El edificio construyó bajo la dirección del arquitecto Ángel Torres Torrija y encargo del célebre torero Roberto Gaona. 

Cuatro décadas después de su construcción, como un fatídico augurio, Gustavo Díaz Ordaz apareció en uno de sus balcones para pronunciar un discurso en carácter de precandidato sin imaginar que, en 1968, el mismo edificio que sirvió de estrado para su propaganda refugiaría a estudiantes que huían de la matanza del 2 de octubre ocurrida bajo su mandato.

Recuerdos señoriales 

Desde hace 20 o 30 años, este inmueble aparece en las noticias con un halo de tristeza, como atormentado por recuerdos de ocupaciones ilegales, desalojos y daños a su arquitectura, pero Kalho Roez, licenciado en Ciencias de la Comunicación, quien lo habitó a finales de los años 80 y principios de los 90, no lo piensa así. 

Era mediodía cuando Roez y su hermano se encontraron por vez primera con “el olor a viejo” y la frescura de su ambiente. “Esos edificios fríos nunca se olvidan, se llevan en la mente, en la piel”, comenta.

Con una maleta cargada con libros universitarios atravesó la puerta roja de su entrada, tocó la casa marcada con la letra M y recibió las llaves del que sería su hogar por los próximos cuatro o cinco años, espacio que describe con ventanales amplios, dobles techos, pisos de duela y respiradero, alfombras, candiles, azulejos, muebles de época, cinco habitaciones, un tapanco, estancia, cocina, comedor. “Lo que más me impresionaba eran sus baños de época, con tinas de mármol que asemejaban las patas de un león”, recuerda el exhabitante del edificio. Roez precisa que el dueño del inmueble en aquel tiempo era Fernando Gaona, nieto del dueño original, Roberto Gaona, quien falleció en 1975. 

Foto: Rafael Amed

El director español de la época de oro del cine mexicano Juan Orol, vedettes del cine de ficheras y el homeópata Prisciliano Cobos Mar son algunas de las personas que Khalo sabe que habitaron el edificio Gaona y, aunque las demás no eran afamadas, considera que todas eran respetables. “Se vivía muy bien, muy bonito, había mucha comunicación, seguridad y vigilancia… los recuerdo con mucho cariño a todos”, aclara. 

Debido a su proximidad con Televisa Chapultepec y bufetes jurídicos, tanto celebridades como abogados a menudo visitaban sus posadas y también el Bar Gaona, que estaba en la planta baja. “Era un excelente bar botanero”, precisa Kalho.   

El principio del alfabeto y del declive 

La señora Conchita, hija de un exgobernador de Sonora, rentaba cuartos a estudiantes foráneos con la condición de que estos vinieran de algún estado del norte del país. “La casa de los norteños”, le llamaban las y los vecinos, según Roez.  

Esta residencia, marcada con la letra A, fue la primera del edificio en ofrecer este tipo de arrendamiento, en ser remodelada y, lamentablemente, también en ser invadida. 

Kalho explica que entre 1990 y 1991 les notificaron a las y los residentes que en un año debían desocupar los departamentos temporalmente para que estos fueran remodelados. Gaona, con la intención de resarcir las molestias ocasionadas a sus residentes, durante dichos 12 meses los eximió del pago de renta, cubrió los costos de mudanza y prometió darles preferencia por si, terminadas las mejoras, deseaban adquirir una de las viviendas. “Salimos en armonía con el dueño”, asegura. 

¿Entonces por qué decayó este hermoso edificio? Kalho nos contó que el edificio se fue vaciando casi por completo. Algunos vecinos, aprovechando el periodo de condonación de pago, rentaron a terceras personas sus departamentos; a la par, dos familias con rentas congeladas permanecieron por algunos meses o años más. 

Foto: Rafael Amed

El vaciamiento casi total del inmueble fue lo que facilitó la ocupación ilegal. “La primera casa en donde se metieron a la fuerza fue la de la señora Conchita, la primera que se remodeló… un sueño de casa”, recuerda Roez, quien también afirma que dicha ocupación fue la razón principal por la cual los moradores originales jamás regresaron. 

El transcurso de los años fue borrando poco a poco el carácter elitista del edificio Gaona. A partir del año 2014 se registraron múltiples intentos de desalojo forzado, tanto de quienes ocupaban el recinto de manera irregular, como de quienes se declararon residentes legítimos. 

Arte, túneles y una chamana 

La construcción pasó a ser administrada por un grupo de inversionistas y promotores inmobiliarios enfocados en el rescate de edificios históricos, quienes, pensando en las áreas desocupadas como centro de exposiciones temporales, extendieron invitación a colectivos de arte a participar. 

David Otamendi, productor de espectáculos especializado en marketing cultural, lo describe como un “espacio gigantesco”, con dos accesos, uno de los cuales desembocaba a un patio interior con casitas que amurallan la construcción original. “Lo divertido es que la gente que estaba ocupando ilegalmente hizo sus propios túneles, entonces entre departamento y departamento había huecos para comunicarse”, añade. 

Otamendi nos platica que un cuarto despertaba miedo entre sus visitantes. “No sé qué pasó ahí que había una vibra superrara, incluso llevamos a una chamana para que hiciera un trabajo de limpieza”, recuerda. 

Foto: Rafael Amed

Edificio Gaona: monumento a los contrastes 

El ciclo de exposiciones que se presentaba en el Edificio Gaona fue suspendido por la pandemia de COVID-19 y el otro propietario adquirió el inmueble. Actualmente se encuentra deshabitado casi en su totalidad, pero aún puedes conocer su fachada y un cachito de su interior si te interesan la magia y las bromas, ya que la esquina de la planta baja aún guarda la Tienda de Magia del Mago Chams, hoy llevada por la Maga Isis; y la Fábrica Cervecera Bucareli, ubicada justo al lado. 

En el número 80 de Bucareli existe más que un edificio histórico: pareciera un inmenso monumento a los contrastes de la ciudad. 

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