Más acción que reacción

Por Jorge Pedro Uribe Llamas

Así como un judío o israelí random no es responsable de la guerra en Gaza, tampoco un gringo en la Roma es culpable del aburguesamiento en la CDMX.

Pienso que “gentrificación” no es un concepto que haya que combatir, sino compensar fomentando su contrario. Mi propuesta es “contracultura” y a mí me sirve esta definición de José Agustín: “Manifestaciones culturales que en su esencia rechazan, trascienden, se oponen o se marginan de la cultura dominante, del ‘sistema’”. Queda claro que hoy lo hegemónico es el consenso: likes y followers, agradar, estar del Lado Correcto de la Historia. El miedo a disentir (que rima con resistir). Aquí propongo ideas que acaso ayuden a no inclinarse tanto hacia el aburguesamiento, resultado de la estandarización cultural (y viceversa).

1. “Conócete a ti mismo”, aconsejaban los griegos, y eso actualmente se logra revisando tu lupita de Instagram (segundo icono abajo). Si ahí te sale una foto del cafecito de moda o todo está en inglés, algún leño estarás echando al fuego. El algoritmo no miente. No me fío de aquellos que señalan a otros como más responsables. Hacerse la víctima es parte del zeitgeist, catnip para el mainstream. Pero cada revolución comienza dentro de uno.

2. Visitar negocios tradicionales que están a tres, dos, uno de quebrar. No hace falta esperar a que cierren para indignarse. Ya me imagino el coraje que debieron de sentir los trabajadores de Mr. Kelly’s al ver tanta gente formada los días previos al cierre, ¿dónde estaban antes, cuando más se les necesitaba? Lo mismo puede pasarle a otro local de hamburguesas sobre Insurgentes, Hollywood, usualmente vacío. Hay que ir, comer y mostrar nuestro apoyo.

Ilustración “Desplazados”, de Alan Varona @reylangosta

3. Saber identificar al enemigo. Esto es lo más duro, casi tanto como desinstalar Airbnb, Uber Eats, Netflix, Amazon. Así como un judío o israelí random no es responsable de la guerra en Gaza, tampoco un gringo en la Roma es culpable del aburguesamiento en la CDMX. Fiscalizar a otros es la razón de ser del acrónimo ACAB. ¿A quién acudir (aparte de a uno mismo: ese es el quid de este texto) para tomar medidas? ¿Al “cártel inmobiliario”, al gobierno que vive en las nubes, a tu casero encajoso, al dealer, a los chinos de la Lagunilla?

4. Explorar otros rumbos y modos de vida. Favorecer la contracultura implica interesarse activamente por la alteridad. ¿Qué hay más allá, en otras alcaldías, en la periferia? La idea es aprender, colaborar, no “crear contenido”, descubrir sitios, rankear, ganar clics, mercantilizar la cultura. Yo una vez quise comer en el Gris, en Tlatelolco, y entre ríos de gente una mesera me explicó compungida: “Es que nos hicieron una reseña”. Qué mala pata.

5. Alejarse del canon. Leer solo a autores que ganan premios, subirse al mame obedientemente, tropicalizar activismos gabachos: todo eso estandariza la cultura, “consolida el statu quo y obstruye, si no es que destruye, las posibilidades de una expresión auténtica”. Otra vez José Agustín en La contracultura en México. Él mismo propone “llegar al meollo, amar el amor, rechazar la hipocresía y la fresez del sistema”. Me cae que se puede.

Ilustración: “GringoPolis”, de José Roberto Rodríguez @robertorodriguezlujan
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