Vainilla es una historia de familia, dolor y sanación

En su primera película como directora, la actriz Mayra Hermosillo materializa los recuerdos más dolorosos y agridulces de su infancia en una poderosa experiencia de amor y sanación

¿A qué saben los recuerdos? A una noche de tu infancia buscando películas en un videoclub, al amor de la abuela aderezando tu platillo favorito, a las tristezas cicatrizadas con un helado, al beso que te llevó al cielo, al abrazo de alguien que ya no está. Para la actriz mexicana Mayra Hermosillo, sus memorias son dulces, y saben a Vainilla. Y con ello, la protagonista de historias como Gringo Hunters hoy se embarca en la aventura más emocionante de su carrera: trasladar su corazón –y el del matriarcado al que pertenece– a la pantalla grande.

Como parte de la Selección oficial del Festival Internacional de Cine de Morelia 2025, Vainilla marca el debut de Mayra en la silla de dirección; un reto que llevaba anhelando por mucho tiempo pero que, cada vez, era más difícil de materializar. “Intenté imaginar historias y [a la hora de escribirlas] no pasaba de dos páginas”, afirma la novel cineasta.

“De lo único que podía realmente hablar era de mi vida”, dijo emocionada. Y así, con un corazón lleno de memorias, encontró ahí lo que tanto buscaba, y lo hizo guiada por las raíces de su historia, por la fuerza emocional que la une con su madre, por una ausencia paterna y, sobre todo, por la resiliencia de cada una de las mujeres que la han acompañado en el camino.

La actriz Mayra Hermosillo se estrena como directora con ‘Vainilla’ en el FICM 2025.

Hacerlo, sin embargo, implicó una poderosa reflexión sobre lo agridulce que resulta mirar hacia el pasado. “Fue hermoso, pero también muy doloroso”, cuenta Mayra. “Fue muy bonito poder revisitar recuerdos de mi infancia sin romantizar, sino aceptando cómo fueron las cosas. Muchas veces estamos empeñados en forzar la memoria a algo que no fue. Y este proceso con Vainilla me ayudó a reconocer a las mujeres de mi vida desde otro lugar”. 

Ejemplo de ello es la compleja relación que tuvo con Concha, su bisabuela. “Si alguna vez pensé que ella era una perra, una cabrona conmigo y que me odiaba, hoy puedo decir que Vainilla fue todo un proceso con el que, desde diferentes lugares, la pude mirar y le agradecí por estar en mi vida y por ser parte de esta película. Yo nunca la vi llorar, por ejemplo. Pero aquí hubo un momento fuera del guion en el que Rosa [Rojas, quien da vida a Concha] estaba muy vulnerable y empezó a llorar en una escena en el baño. Ahí sentí que, de alguna forma, mi bisabuela estuvo con nosotros y que me dejó verla así, como nunca lo había hecho. Fue un acto como psicomágico que me permitió, de alguna forma, reconciliarme con ella”.

Vainilla, una película regida por mujeres

Para Mayra, Vainilla ha sido un ejercicio de memoria y sanación en su vida. Con su madre, por ejemplo, su ópera prima le permitió afianzar más la relación que han tenido desde siempre. “Ella me tuvo muy jóven, con apenas 21 años y por lo que me hizo verla más como una hermana mayor que como una figura materna”, recuerda la también realizadora de cortometrajes como En la piel de Lucía (2018). “Pero también estableció una complicidad con la que fue bien bonito crecer. Creamos nuestro propio lenguaje donde ella me contaba de sus amores y desamores o me explicaba lo que pasaba cuando la veía nerviosa por el dinero. Eso me permite hoy poder expresarme, escuchar a mi gente y ver las cosas diferentes”.

Sobre su padre, y esa ausencia que la marcó por años, Vainilla le regaló a Mayra Hermosillo un momento catártico que hoy la deja avanzar sin rencores ni carencias. “Mi papá regresó a mi vida cuando yo tenía 20 años”, cuenta la directora. “Y hace un par de años, él estaba muy triste, me hizo una llamada y me dijo: ‘Es muy fuerte reconocer que, aunque hice mucho mal en no estar contigo, siento que fue lo mejor que te pudo haber pasado. No creo que tú hubieras podido ser la persona que eres si yo me hubiera quedado en tu vida’. Y eso es muy cabrón porque yo también lo creo. Mi historia hubiera sido otra. Así que hoy le agradezco su ausencia, y lo hago con todo el respeto y sin ningún reproche”.

Matriarcado, miedo y amor en Vainilla

Liderada por la fragilidad e inocencia de la pequeña Aurora Dávila –actriz de apenas 12 años que encarna a Roberta, un mini alter ego de Mayra–, Vainilla materializa una historia protagonizada por siete mujeres de cuatro generaciones distintas: una bisabuela, una abuela, una madre, una tía, una prima, una niña, una nana y hasta un perico que insulta a la menor provocación. Desde una casa en Torreón atiborrada de memorias –donde el dolor se entremezcla con un amor honesto y sin ataduras–, cada una de ellas es guiada por sus propias heridas pero comparten los mismos anhelos que laten como un solo corazón que busca aprender a transformar la desesperanza en la mejor medicina para sanar. 

“Podemos quedarnos en el mierdero del dolor y ser víctimas perpetuas de las cosas que nos han pasado”, afirma Mayra Hermosillo. “Pero también tenemos la decisión de hacer algo bonito con eso y transformarlo en algo sanador. Existe espacio para el perdón, para otras perspectivas. Físicamente cuando algo te duele, es fácil saber dónde te debes curar. Pero emocionalmente tenemos mal puesto el dolor y en vez de atenderlo, rechazamos a alguien, evadimos la realidad o fingimos como que nos vale madre. ¡Y no! Hay que chambear y tratar de enfrentar el dolor con lo que se tenga y como se pueda”. 

A Tachita, la nana de la familia, se le quiebra la voz cuando llama a la radio y pide una canción que va dedicada a los suyos; a aquellas personas que ha dejado por quedarse con la tribu con la que ha decidido estar. Sin decir más, deja que su melancólica mirada y la letra de aquellos “Caminos de la vida”, de La Tropa Vallenata, expresen todo aquello que le mueve el corazón.

Lo mismo ocurre con Mayra en el momento en el que, en Morelia, frente a una sala de cine llena de su gente, está por desnudar su alma y sus memorias en la pantalla grande. “Me preguntaron si esto era un sueño y dije que no. Yo nunca soñé con esto. Y si lo hice, imaginé que sería en un lugar donde todos me dieran la espalda, donde todas las puertas se me cerraran en la cara. Así que gracias por este regalo. Siéntanse como en casa porque van a ser unos voyeristas de mi familia, de la gente que me ha acompañado toda la vida, que amo mucho y que hoy, como siempre, está conmigo aquí”.

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