A unas horas de la Ciudad de México, en la reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán, se encuentra Zapotitlán Salinas, un lugar que simplemente no se parece a nada.

Lo que aquí te espera no son iglesias coloniales ni calles empedradas con fachadas de colores, sino bosques de cactus gigantes, formaciones rocosas que se ven como esculturas naturales y un desierto que, en lugar de ser estéril, está vivo.

Zapotitlán es un ecosistema único en el mundo. Aquí conviven especies endémicas que no encontrarás en ningún otro rincón del planeta y han sobrevivido gracias a siglos de conocimiento ancestral. Porque sí, este también es un lugar de saberes antiguos: de salinas artesanales que siguen produciendo sal como hace siglos, y de comunidades que han aprendido a vivir en armonía con un entorno tan extremo como sagrado.

¿Y lo mejor? Puedes caminar entre biznagas monumentales, visitar jardines etnobotánicos, probar sal negra hecha a mano y, al final del día, ver cómo el sol se pone detrás del desierto, tiñendo todo de naranja y púrpura.

Si estas vacaciones buscas algo diferente, algo que te saque de lo de siempre y te lleve a un lugar que parezca otro mundo sin salir de México, Zapotitlán Salinas está esperándote.

¿Qué visitar?

Jardín botánico Helia Bravo 

El Jardín Botánico lleva el nombre de la Dra. Helia Bravo Hollis, una figura clave en la botánica mexicana del siglo XX. Estudió en la Facultad de Medicina y en 1927 se convirtió en la primera mujer en obtener el título de bióloga en México.

Cerca del 10% del territorio del jardín está dedicado a áreas de exhibición y servicios para visitantes. En esta zona se pueden apreciar plantaciones con algunas de las especies más representativas del Valle de Zapotitlán, pensadas para acercar al público a la riqueza botánica del lugar.

El 90% restante permanece prácticamente intacto, conservando las especies en su hábitat natural. Ahí, lxs visitantes pueden recorrer senderos interpretativos señalizados con cédulas informativas y disfrutar de las vistas desde torres-mirador que se alzan sobre el paisaje.

Uno de los espectáculos más impresionantes del sitio es el bosque de cactáceas columnares, especialmente del tetecho (Neobuxbaumia tetetzo), una especie que puede superar los 10 metros de altura y vivir más de 200 años. Estos gigantes verdes cubren colinas y llanuras, lo que forma un ecosistema único en el mundo que parece detenido en el tiempo.

Las Salinas Grandes

En este lugar la sal aún se produce como hace siglos, siguiendo técnicas ancestrales que han pasado de generación en generación. Al asomarte a las salinas y contemplar su paisaje tornasolado, tienes la sensación de haber viajado miles de años al pasado. Todo aquí —la luz, el silencio, los reflejos— parece suspendido en el tiempo.

Estas salinas no solo son un espectáculo visual, también son un sitio de alto valor científico e histórico. Hace millones de años, este lugar estuvo cubierto por el mar y su legado sigue vivo en la riqueza mineral de la sal que se obtiene hoy, baja en sodio y cargada de elementos provenientes de antiguas formaciones marinas del Jurásico y el Cretácico.

Durante la visita, es posible conocer de cerca todo el proceso de producción tradicional: desde las piletas de evaporación y los asoleaderos hasta los pozos de agua subterránea y las cuevas que funcionan como bodegas temporales.

Lo mejor es que no solo se observa: además se puede participar activamente en la elaboración de la sal y llevarse no solo una experiencia auténtica, sino también un producto que ayuda a preservar una actividad milenaria y el sustento de las comunidades locales.

¿Cómo llegar?

Desde Ciudad de México, si vas en auto, puedes ir por la carretera federal 125, tramo Tehuacán–Zapotitlán Salinas. También puedes tomar un autobús desde la TAPO, con dirección a Puebla o a Tehuacán y de ahí pedir un taxi hacia Zapotitlán Salinas.