Maternar desde el cuerpo, otra forma de vivir las maternidades

Texto de Pamela Lalama Quinteros, colaboradora de Comunicación, en la Coordinación para la Igualdad de Género UNAM, CIGU UNAM. “La maternidad será deseada o no será” y aun deseada, no deja de ser desafiante. Pareciera que el deseo difuminara…

Texto de Pamela Lalama Quinteros, colaboradora de Comunicación, en la Coordinación para la Igualdad de Género UNAM, CIGU UNAM.

“La maternidad será deseada o no será” y aun deseada, no deja de ser desafiante. Pareciera que el deseo difuminara los retos que se presentan a las mujeres y a las personas gestantes cuando deciden ejercer el derecho a ser madres, pero la realidad nos demuestra que no es así.

Ya en 1976 Adrienne Rich distinguía —en Nacemos de mujer— entre las potencialidades de la experiencia de las maternidades y la existencia de una institución materna impuesta por el patriarcado. Esta institución es generadora de sumisión y vuelve objeto a una persona que goza de derechos. La ciencia médica forma parte de ella y en palabras de Oliva López Sánchez, investigadora de la UNAM, la ciencia médica es un producto cultural que responde a su contexto histórico.

Es así que en esta institución se patologiza el embarazo, se experimenta violencia obstétrica, no se reconocen y validan todas las transformaciones que ocurren en los cuerpos gestantes o se cuenta con sesgada o poca información sobre los cambios corporales que permiten dar vida y nutrirla (como fue el caso de la científica genetista que descubrió la hiperémesis gravídica, gracias al estudio que ella financió por las pérdidas gestacionales que tuvo a causa de las náuseas extremas).

Lo cierto es que, como señala Rich, “sabemos mucho más acerca del aire que respiramos o de los mares que atravesamos, que acerca de la naturaleza y del significado de la maternidad”.

Ilustración: Shutterstock
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Mirar las maternidades como experiencias 

La experiencia de vivir las maternidades implica procesos de transformaciones constantes que atraviesan varias esferas en las que se desenvuelven las mujeres y las personas gestantes. Los cuerpos cambian, las relaciones sociales se modifican, las prioridades se reestructuran, por mencionar unas cuantas; y los cambios corporales dejan ver que también maternamos desde el cuerpo.

Es el embarazo el comienzo y la etapa más visible de la transformación: albergar vida conlleva aceptar que el vientre crece, que los pies se hinchan o que el apetito cambia. Implica, además, convivir con los síntomas que se presentan como respuestas fisiológicas al acoger a un nuevo ser dentro del cuerpo, aceptar los cambios hormonales que tienen impacto incluso a nivel cerebral, los cuales se prolongan en el posparto y, en la mayoría de casos, modifican de por vida el cerebro de las mujeres. Provocan una neuroplasticidad que permite adquirir más aprendizajes.

El cabello se cae y vuelve a crecer, los senos se transforman en tamaño y color, y para quienes pueden y quieren ejercer la lactancia, la nueva vida se nutre directamente desde los cuerpos.

Ilustración: Shutterstock
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Estos cambios ilustran las potencialidades corporales. Como señala Esther Vivas, en Maternidades desobedientes, Rich reivindicaba el cuerpo de la mujer «como un recurso, en vez de un destino». La liberación de la mujer pasaba por defender y destacar las potencialidades femeninas sexuales, reproductivas y maternas, en contraposición a la maternidad forzada, impuesta por el patriarcado que construye la idea de una maternidad singular que nos lleva a caer en el dogma.

Las transformaciones corporales nos dejan ver que las madres maternamos desde los cuerpos. No obstante, nos recuerdan también que hay madres que experimentan todos estos cambios y desafortunadamente no llegan a conocer los ojos de sus hijas o hijos luego del parto. Hay madres que llegan a conocerlos, pero no vuelven a verlos regresar a casa. Esas madres también maternan desde los cuerpos y muchas veces en silencio. Se levantan y movilizan en busca de reparación y de sus familias. Según datos de Naciones Unidas, al 2022, en México existen más de 100 mil personas desaparecidas.   

El 10 de mayo es una oportunidad para resignificar y legitimar las diversas formas de vivir y experimentar las maternidades, sí, en plural, porque no existe una única forma de maternar. La consigna es confrontar constantemente las normas sociales establecidas y asignadas para construir experiencias maternas libres, que desafíen los modelos instaurados y fomenten, como señala Rich, «la creación y el mantenimiento de la vida en el mismo terreno de la decisión, la lucha, la sorpresa, la imaginación y la inteligencia consciente, como cualquier otra dificultad, pero como una tarea libremente elegida».

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