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Una inteligencia compartida para habitar

No existe un perfil único de “gringo” que gentrifica la ciudad. Lo cierto es que su presencia ha crecido de forma visible en los últimos cinco años.

¿Quiénes son los estadounidenses que habitan nuestra ciudad? Algunos son nómadas digitales, otros jubilados en busca de primavera. Están quienes nacieron en EE.UU. de padres mexicanos y regresan para reconectar con sus raíces o huir de redadas en contra de migrantes. Otros llegaron durante la pandemia o ya son naturalizados. Algunos viven con ingresos en dólares sin pagar impuestos ni hablar español, mientras otros estudiaron aquí y se integran al mercado laboral. 

No existe un perfil único de “gringo” que gentrifica la ciudad. Lo cierto es que su presencia ha crecido de forma visible en los últimos cinco años, transformando el mercado laboral, el alquiler y la oferta comercial. Es una presencia que cambia el ambiente de la colonia: su estética, su comida, sus sonidos.

Desde hace meses trabajo con InterBarrio Studio en un documental sobre los efectos de esa migración en la Roma-Condesa. Hemos escuchado testimonios de desalojo que muestran la urgencia de actuar contra el gesto individualista y fomentar el apoyo mutuo. Por más legales que sean las decisiones individuales, siempre tienen un impacto sobre la comunidad. Todo se está volviendo caro, distante y extraño. 

Ilustración: “Diablito”, de Fabián Ruiz, @ianruiz94

En paralelo tendemos a olvidar fácilmente que la llegada de esta nueva población activa una infraestructura de apoyo capaz de articular una red de influencers, plataformas de renta corta, brókeres y grupos de ayuda mutua para recién llegados que traza un mapa de lugares que los extranjeros consideran atractivos. ¿No se han topado alguna vez, por ejemplo, con una larga fila de extranjeros en un puesto de quesadillas que se ha vuelto viral en Instagram? En contraste, el vendedor de aguas frescas de al lado no logró convencerlos porque no tuvo el mismo apoyo en las redes sociales. 

El personal de los cafés y restaurantes también comparten lo que sufren y lo que aprenden con sus nuevos clientes. No todo se reduce al manejo del inglés o la nueva sazón de platos menos mexicanos y más agringados. La afectividad fluye y, aunque es menos visible que la protesta, forma parte de una hospitalidad de barrio. Nunca ha sido fácil la vida en común, ahora tampoco.

Según la American Citizens Abroad (ACA), uno de cada cinco estadounidenses que viven en el extranjero vive en México. Según Google Trends, el 22 de diciembre de 2024, justo después de la elección de Donald Trump, la frase “mudarse a México” alcanzó su máxima popularidad, en relación con el valor máximo de 100.

La colonia se ajusta, conectando personas, lugares y plataformas digitales en torno al deseo compartido de habitar. Esto ocurre con muchas tensiones. Surge la pregunta: ¿quién forma parte de esta infraestructura de apoyo? ¿Quién ayuda a quién? ¿Qué efectos tienen las decisiones individuales sobre los demás? Además de políticas antigentrificación que regulen rentas, se requiere una inteligencia compartida del habitar para aprender a vivir, trabajar y amar juntes, con dignidad para todes.  Necesitamos otras conversaciones, nuevos lugares de encuentro, distintos modos de habitar nuestras calles que no acentúen la desigualdad. Necesitamos reaprender el arte de vivir juntos.

Ilustración: “Gentrificación en la CDMX”, de Paula Gómez @pawlanopaola

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