A pesar de que pienso que el gobierno nos debería proveer de internet gratuito, me mantengo firme en la creencia de que dentro de unos años pagaremos porque el internet no entre en nuestros hogares. Compraremos unos aparatos que blindarán nuestros baños y recámaras del vértigo de las redes sociales, del sorteo infinito del Tinder y del hashtag tarado de novedad.

Serán instrumentos de lujo. Costará una buena feria el enclaustro lejos del mundanal ruido. Huiremos del constante asedio de comerciales insulsos entreverados con lo que nuestros amigos comen o beben o bailan. Será un futuro tremendo, porque a la par compraremos agua en el oxxo por litros. Algo muy parecido a cuando, todavía hace unos años, le metías veinte pesitos al teléfono viejito para mandar mensajes. Mil pesos de agua para bañarse y te llevas un Vikingo gratis.

Lo dicho: será un futuro tremendo.

El presente no canta mal las rancheras.

Está gracioso porque desde que empezó el año, la ciudad se llenó de señales gratuitas de wifi. No sé si les pase a ustedes, pero en mi iPhone entran en contra de mi voluntad. De repente el logo de wifi aparece en negritas en su rinconcito apenas salgo a la calle. Supongo que solucionar esto es la cosa más sencilla del mundo, pero en muchas cuestiones tecnológicas soy como Michael Scott, no se me da.

Y digo que es gracioso porque realmente estas señales no me permiten navegar una chingada. No carga página alguna. Más bien estropean el normal flujo de mis datos que tan trabajosamente pago al mes, interrumpiendo así la llegada de cualquier meme chusco o notificación prioritaria.

Es como si las hubieran puesto solo como un anhelo. Ah, mira: pusieron redes de a mentis. Es como si se construyera una estación del Metro que no lleva a ningún lado.

O ejemplos reales: como las ciclovías con cuestas inhumanas que rompen las rodillas del ciclista o el pavimento nuevo que en escasos años ya se ve todo cuarteado. Esta ciudad, en perenne obra negra, más bien es como las escenografías del western. No hay nada detrás, puros polines sosteniendo la mentira. El futuro ya no es lo que era.

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