En el póster de una película mexicana, intitulada Doblemente embarazada, no pasa por desapercibido que la letra “o” en el nombre del filme hace las veces de un óvulo al que rodean dos enormes espermatozoides juguetones. No se puede juzgar a una película por su póster, pero este detalle de pésimo gusto me deja pocas ganas de acercarme a dicha comedia. Cine tipo Martha Higareda cuyo destino a corto plazo son los camiones rumbo a Cuautla. Bah. 

Otro anuncio promocional. En este caso, un espectacular de Whiskey. La cabeza dice: “Un Whiskey sin tanto mame”. Y eso no es lo peor. A la botella, inclinada, la empareja una cinta métrica que deja clara la comparación mercadotécnica entre el producto y una erección. El mensaje: 29.9 cm de puro sabor escocés abusa de la vulgaridad porque no tiene doble sentido. Es feo y ya. Inexplicablemente la palabra sabor está entre paréntesis. 

Par de cuadras después, en el anuncio de una marca de productos de higiene femenina, Aislinn Derbéz nos recomienda cuidar nuestra Zona V, detrás de ella, dos piernas abiertas en compás interpretan dicha letra. Bueno. ¿A quién admiran los mercadólogos que aprueban estas cosas? En el comercial de televisión esta imagen se repite como una suerte de coreografía de piernas en uve por las que pasa la cámara hasta conducirnos a la spokeperson tomándose una malteada. Como decía el poeta: es muy raro todo esto.

En un comercial de cerveza dicen que su experiencia estandarizada de consumo es tan refrescante como saber que tu ex se peleó con el actual novio. El despechado celebra con el puño cerrado. ¿Uh? La pobreza emocional de quien redactó eso es apabullante. Es como creer que todas las suegras son malignas y celosas por definición. 

Son solo ejemplos, ejemplos de las metáforas desafortunadas con las que intentan ofertarnos una bola de productos que probablemente no necesitamos. Lo he comentado antes: si los humanos desapareciéramos de repente y una raza alienígena aterrizara en el planeta, cuando observaran estos anuncios enormes a lo alto de nuestras ciudades, no nos bajarían de civilización neurótica. Yo veo estos mensajes y pienso en el oficio de Penélope: tejer y destejer. Pero también mi metáfora es errada porque la publicidad no teje nada, no construye sociedad, no arma civilización; más bien estropea masivamente cualquier indicio de comprensión humana, espiritual y cívica. Qué miedo formar parte de la especie a la que “educan” estos anuncios.

La otra opción sería el cinismo y el pitorreo burdo. Una colega publicista sugiere tres opciones de cabezas en el mismo tono que me parecen geniales. Habrá que ver qué marca dice yo

“Que te valga verga, cómpralo ya.”

“A huevo que te gusta.”

“Sabe culero, pero empeda.” 

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