En la alcaldía Xochimilco se encuentra el que probablemente es el campo deportivo más extremo de todo México. La cancha de futbol de la comunidad de Santa Cecilia Tepetlapa se ubica en el cráter del volcán Teoca, un coloso que en su punto más alto alcanza los 2,723 metros sobre el nivel del mar.
La historia de cómo un sitio con una topografía tan complicada se convirtió en una cancha de futbol es sencilla. En esta comunidad, ubicada en la zona montañosa de Xochimilco, todo está empinado. No hay superficies planas para practicar deporte.
“El pueblo no tiene campo allá abajo. Deportivo tampoco tiene”, resume al respecto Joel Becerril, representante de la liga de futbol que se juega en la cancha del volcán Teoca. “Entonces, este se considera como el deportivo de Santa Cecilia, nada más que nos queda retirado”, agrega.
En efecto, para llegar a la cancha es necesario subir casi un kilómetro desde la carretera a San Bartolomé Xicomulco. Pero la misma pasión que llevó a convertir el cráter de un volcán inactivo en una cancha hace que, cada domingo, cientos de personas suban a jugar o a disfrutar de los partidos.
Chilango acudió a la final de la liga de futbol que se juega en la cancha del volcán Teoca para conocer a los protagonistas de su torneo y la historia detrás de este espacio.
Imagina vivir en Londres y perderte de esto…
La final de la Liga del Campo Deportivo Teoca enfrenta al Arsenal contra el Everton, que en realidad juega con la playera del Chelsea. No hay trofeo de por medio. Los equipos buscan quedarse con el premio en efectivo que sale del acumulado de una vaquita que se arma cada semana.
Para llegar a la final, ambos tuvieron que jugar 15 partidos. “Somos en total 14 equipos. Jugamos 13 partidos de ‘todos contra todos’ y al final hay una liguilla con cuartos de final, semifinales y la final”, explica Joel.
El partido es un acontecimiento especial para toda la comunidad. Cientos de personas suben a verlo. Como si se tratara del derby de Londres, los que apoyan al Arsenal, con sus playeras rojas, se acomodan a un costado de una de las bandas. Por su parte, los del Everton, con el jersey azul del Chelsea, se colocan al extremo opuesto. Mientras tanto, los aficionados neutrales toman un espacio detrás de la portería norte.
Más allá de los árboles que rodean el cráter del volcán, lo que distingue esta escena de Wembley, el Emirates Stadium, Stamford Bridge o Goodison Park es el ambiente. Aquí, en lugar de fish and chips hay carnitas que los equipos encargaron para armar la convivencia al terminar el partido. Además, la cerveza se toma en caguama o michelada.
Santa Cecilia Tepetlapa se toma tan en serio este partido que hasta hay un DJ que ameniza el medio tiempo y los minutos posteriores al partido. También hay un equipo de video que graba el juego con cámara en mano y hasta dron. Nada que envidiar a la Premier League.
Con cada gol, el volcán Teoca hace erupción de manera metafórica. A los gritos se suman cuetes que retumban a manera de festejo.
En Santa Cecilia, los domingos son de volcán
Luego de 90 minutos, el partido entre Everton y Arsenal terminó empatado 2-2. Se fueron a tiempo extra y, de último minuto, los azules consiguieron el gol del triunfo.
Como no podía ser de otra manera, en el partido no faltó el sello distintivo del futbol llanero: las barridas que van directamente a la bola… del tobillo del rival. El saldo fue de una expulsión para cada equipo.
La encargada de sacar las tarjetas fue Wendy, La Güera, árbitra central que en cada silbatazo y en cada marcación aguantó vara los reclamos de los 22 jugadores y de todo el público.
“Yo soy la única mujer”, cuenta Wendy en entrevista con Chilango. Como la cancha del volcán Teoca no cuenta con liga femenil, el arbitraje fue la forma que encontró de estar cerca del deporte que, dice, es su mayor pasión.
Sobre la experiencia de estar sola en el campo frente a 22 weyes que reclaman cada decisión, explica: “Es cosa de estudiar, prepararse y saberle las reglas del futbol para tener criterio y darles a ellos un buen argumento. Claro que nunca falta el irrespetuoso. Pero yo creo que mis mejores armas son la amarilla y la tarjeta roja. Con eso les pongo un estate quieto“.
Cada semana, La Güera arbitra dos o tres partidos como jueza central y tres o cuatro como jueza de línea.
“Se juegan siete partidos cada domingo”, explica. “El primer partido empieza a las 8 de la mañana”, complementa Joel. “Hay gente que viene a pasar aquí todo el fin de semana con su familia”. Y es que, además de los partidos, alrededor de la cancha hay venta de antojitos, espacios para practicar otros deportes, juegos infantiles y más.
Más que una campo deportivo, el Teoca se convierte cada domingo en uno de los espacios comunitarios más importantes de Santa Cecilia Tepetlapa. Y no podía ser de otra forma, pues es un sitio que la comunidad construyó con sus propias manos y que lleva defendiendo durante siete décadas.
La historia detrás de la cancha de futbol del volcán Teoca
Don Lucio Reza es hijo de uno de los fundadores de la liga de futbol de la cancha del volcán Teoca. Por relatos de su padre, explica que el cráter empezó a ocuparse como campo deportivo al menos desde 1958, cuando varios hombres de Santa Cecilia Tepetlapa decidieron venir a jugar ante la imposibilidad de hacerlo en otro punto de esta zona con una topografía inclinada.
Por supuesto, se trata de un sitio seguro. De acuerdo con la poca información sobre el lugar con la que cuenta el gobierno de CDMX, el volcán está inactivo y no tiene antecedentes de erupción:
“El nombre náhuatl, Teoca, puede referirse a la función de la montaña como centro ceremonial […]. A veces se traduce como “asiento de los dioses”, pero algunos expertos cuestionan esta interpretación. La larga historia del volcán no está bien documentada, pero se podría esperar que laderas boscosas de la montaña contengan algún sitio arqueológico”, detallan las autoridades.
Con sus más de 2,723 metros de altura sobre el nivel del mar, la cancha se ubica incluso más arriba que la del Nemesio Diez de Toluca, estadio de futbol profesional más alto de México.
“Cuando empezaron a jugar, había nada más cuatro equipos y jugaban entre ellos cada ocho días”, recuerda Don Lucio. Pero poco a poco fueron sumando a equipos de comunidades vecinas de Xochimilco y Milpa Alta.
“Se fue invitando a pueblos de San Bartolo Xicomulco, San Andrés Ahuayucan, San Salvador Cuauhtenco. Entonces, la liga se hizo un poquito más grande. Llegaron a ser hasta 20 equipos”.
La liga se jugó de manera ininterrumpida durante más de 60 años, hasta que en 2020 la pandemia obligó a parar durante dos años. Al volver, la comunidad tuvo que emular lo hecho dos generaciones atrás: limpiar el cráter con sus propias manos para hacer la cancha. Como ya es tradición, son los propios jugadores y comuneros quienes dan mantenimiento al campo:
“Esto es del pueblo y nosotros lo ocupamos. Entonces, nosotros le damos mantenimiento. Cuando hay que meterle que la máquina, o hay que venir a hacer faena, lo hacemos los de los equipos”, cuenta Joel.
El Teoca se defiende
No obstante, Joel explica que la cancha de futbol del volcán Teoca se encuentra bajo amenaza por la expansión de la mancha urbana:
“Ahorita se ha estado batallando porque lo estaban invadiendo. En las partes de las orillas del cerro ya se empezaban a subir. Los vecinos ya empezaban a invadirlo, ya empezaban a subirse [para construir viviendas irregulares]”, detalla.
Gracias al apoyo de la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural, se ha logrado limitar la invasión de las laderas del volcán. Sin embargo, esta no es la primera vez que los comuneros del Teoca enfrentan un intento de apropiación de las tierras comunales.
“Poco después de que se hizo la cancha nos invadieron el campo. Vinieron unos señores que se querían hacer los dueños. Primero lo barbecharon y luego sembraron. Así le hicieron varias temporadas. Pero nosotros traíamos nuestros animales para que se comieran el forraje que había y volvíamos a jugar, hasta que de plano desistieron de agarrarse el terreno”, relata Lucio.
Hoy como entonces, la cancha de futbol del volcán Teoca se defiende por su importancia para la comunidad.
“Nos ayuda a que los jóvenes se involucren en el deporte y dejen el vicio”, dice Lucio.
“Es una de las pocas partes que quedan y son del pueblo. Lo demás que había, los demás cerros, las laderas, ya los invadieron; ya están pobladas todas. Pero estas tierras son de todo el pueblo”, concluye Joel.