¿Te has preguntado cómo lucían las viviendas de nuestros antepasados mexicas? ¿Cuáles eran sus oficios? ¿qué comían en sus desayunos? Para que no te quedes con las dudas, aquí te contamos a detalle cómo era la vida en Tenochtitlán hasta antes de la Conquista.

Recordemos que en este agosto se cumplen 500 años de la Resistencia Indígena en México, así que no hay un mejor momento para descubrir su historia y conmemorar el aniversario de la lucha. ¡Arranquemos con este recorrido al pasado!

¿Cómo era la vida en Tenochtitlán según los expertos?

Medio milenio después de la llegada de los españoles, nuestra capital continúa resguardando valiosos vestigios prehispánicos; gracias a ellos y a los testimonios escritos, numerosos historiadores han descifrado valiosa información sobre la vida cotidiana, la sociedad y las costumbres predominantes en la urbe.

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El trabajo y la administración social

De acuerdo con el libro La vida cotidiana de los habitantes de Tenochtitlan de Ma. Guadalupe Flores, los mexicas estaban listos para sus actividades diarias cuando el sol se asomaba en el oriente; las mujeres trabajaban desde casa y molían el maíz ante los metates (metlatl) para convertirlo en tortillas (tlaxcalli).

Por su parte, los hombres salían de su hogar con comida en mano (itacatl) y se dirigían hacia sus labores a pie o en remo. Había artesanos, comerciantes y una amplia diversidad de oficios; eso sí, los varones estaban destinados a la guerra desde su nacimiento y recibían una educación primordialmente militar en el calmécac.

Ya que el imperio mexica se componía de varias ciudades-estado, cada región tenía distintos órdenes sociales; sin embargo, como regla común todas las regiones pagaban impuestos, los cuales estaban en manos del recaudador local (calpixqui). Para evitar la corrupción, las leyes castigaban con pena capital cualquier malversación de fondos.

La casa, los hábitos y la alimentación

En Tenochtitlán existían viviendas con distintos tamaños y formas, en función de la riqueza de sus habitantes. La mayoría estaba constituida de adobe y contaba con los siguientes espacios interiores: una cocina, una habitación donde dormía toda la familia y un baño (temazcalli).

Además de estos elementos, las casas podían tener patio, un jardín floral y vista hacia el canal; en algunas regiones, era común que las viviendas contaran con su propio embarcadero. Al interior había camas (petatl) y muebles bajos, cuya decoración podía ser sobria o sumamente exquisita, según el rango social de la familia.

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Uno de los aspectos primordiales acerca de cómo era la vida en Tenochtitlán reside en que los mexicas tenían un culto puntual hacia la limpieza; por este motivo, todos los pobladores se bañaban una o dos veces al día y no se iban a dormir sin asearse. Usaban un jabón que provenía del árbol copalxocotl y otros productos vegetales que generaban espuma.

¿Y la comida? Pues bien, los mexicas desayunaban hasta las 10 de la mañana y únicamente consumían atole (atolli); al mediodía tomaban el almuerzo, que consistía en tortillas, salsa de chile, frijoles y tamales. Por lo general no comían carne ni endulzaban sus bebidas; asimismo, comían en cuclillas y tomaban una siesta después de almorzar.

La ciudad y el comercio

Como ya te contábamos, el imperio mexica representaba la suma de varias ciudades del Valle de México. La movilidad entre ellas podía realizarse por tierra o por los lagos; de este modo, la zona central se abastecía de productos diversos para el comercio.

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Dentro de los mercados, un chilango prehispánico podría encontrar sandalias, cuerdas, pieles y plumas; maíz, frijol, cacao y chile; carne de conejo, pavo, pato, venado y perro; fruta, miel, camote y caña; vasijas, leña y carbón, entre otros productos propios de las zonas lacustres.

Pero la zona comercial era solo una parte de la gran Tenochtitlán; también había espacios para el entretenimiento, escuelas, servicio público de letrinas y un sistema de distribución de agua en toda la región. Asimismo, la población contaba con recolección de desechos y un programa completo de limpieza urbana.

Al igual que en la actualidad, hace 500 años los chilangos mexicas ya padecían las inundaciones y podían perder sus cosechas a causa de las lluvias. Para evitar la saturación de agua y las potenciales sequías, nuestros ancestros construyeron diques a lo largo de la ciudad.

La guerra y las artes

Si bien el comercio y la agricultura formaban parte del día a día en el Valle de México, la guerra tenía un lugar más privilegiado dentro de la sociedad. En efecto, desde temprana edad los hombres mexicas recibían un fuerte entrenamiento para consolidarse como guerreros.

Con un adornado escudo y cuchillos de obsidiana, los mexicas se apoderaban de los templos adversarios; de este modo, quedaba en evidencia la derrota del dios local. Para nuestros ancestros, las guerras no debían terminar en la aniquilación de un pueblo; bastaba con mostrar la voluntad sagrada de Huitzilopochtli para iniciar las negociaciones.

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Y así como la guerra estaba presente en la región, también la cultura tenía su propio espacio dentro de la urbe. De acuerdo con el especialista Jacques Soustelle, en todos los eventos de la vida pública se realizaban torneos de elocuencia y concursos de poesía para hombres y mujeres.

Además de los poetas ocasionales, había profesionales al servicio de los soberanos, quienes se encargaban de cantar hazañas bélicas y relatar los encantos de la vida. Dichos poetas (cuicani) enseñaban música en las casas de canto (cuicacalli) cerca de los palacios y entre los barrios.

En el marco de la conmemoración por los 500 años de Tenochtitlán, nuestra ciudad se engalana con una maqueta monumental del Templo Mayor en el Centro Histórico. ¡No te pierdas las actividades que se llevarán a cabo en este mes!

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