En esta era del “clean eating“, las dietas “detox” y la satanización de alimentos por múltiples razones, estamos sobresaturadas de información sobre el cuerpo “perfecto” y las dietas “ideales” que por supuesto no existen. 🙄 En todos lados y a cualquier hora encontramos estímulos para querer bajar de peso y “estar fit”, como si eso fuera sinónimo de bienestar y felicidad. 🤔 En redes sociales todo empeora: cada tres posteos hay uno que nos quiere fiscalizar nuestros hábitos alimenticios, haciéndonos sentir mal por comer tal o cual. Eso provoca que cuando se nos antoja una pizza o una hamburguesa o una dona, tengamos solo dos opciones: 1) huirles como si fuera el mismo coronavirus y privarnos de un gusto 😷, o 2) comer con culpa y terminar más tristes que antes ☹️. ¡Basta! Estamos hartas de esta pésima relación con la comida, por eso hablamos con Lorena Torres, nutrióloga especialista en salud intestinal, quien nos ayudó a eliminar la culpa por comer.

Comer con culpa engorda

Cuando intentamos llevar una alimentación más saludable y, quizá, baja en calorías para estar en un peso sano, es fácil enojarnos con nosotras mismas o sentirnos culpables por habernos comido una concha rellena de helado o varias rebanadas de una pizza golosita. Ese sentimiento de culpa es irracional, pero también común y, además, contraproducente, pues puede estropear nuestros objetivos (sobre todo los que tienen que ver con alejarnos de la obesidad). 😓

Seguro habías escuchado esta afirmación que parece creencia de las abuelas: “si comes con culpa, lo que te comas te hará engordar el doble”. Suena a superstición, pero Lorena nos confirma que es real. La explicación está en la inseparable relación de la mente con todos los órganos y glándulas del cuerpo.

“Es totalmente cierto —explicó Lorena a Chilango— porque nuestro cuerpo no alcanza a distinguir entre el estrés físico y el estrés emocional. El físico es cuando, por ejemplo, alguien te está persiguiendo y tienes que correr por tu propia vida. En esos momentos se libera el cortisol, la principal hormona del estrés, lo cual provoca que se acumule una mayor cantidad de grasa en el cuerpo (porque lo que necesitas en un episodio de estrés es energía). El estrés emocional genera las mismas reacciones fisiológicas, entonces en vez de disfrutar la comida y generar felicidad, terminas odiando a la comida y generando estrés”.

Además, si este estrés persiste por más tiempo, tendremos cada vez más ganas de comer, pues el cortisol incrementa el apetito. 😱

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“A corto plazo el estrés puede disminuir el apetito —dice una investigación de Harvard Health Publishing—-. El sistema nervioso manda mensajes a las glándulas suprarrenales para que liberen la hormona epinefrina (también conocida como adrenalina). La epinefrina activa la reacción de lucha o huída en el cuerpo, un estado fisiológico acelerado –activado ante la percepción de daño, ataque o amenaza– que detiene temporalmente las ganas de comer”. Es decir: si alguien te está persiguiendo y tienes que correr por tu vida, definitivamente hambre será lo último que sientas.

Pero si el estrés es constante y recurrente la historia es otra: “Las glándulas suprarrenales liberan otra hormona llamada cortisol —explica HHP—, y el cortisol incrementa el apetito” y con eso aumenta nuestra motivación para comer o comer de más.

A esto hay que añadirle que si nos sometemos a frecuentes episodios de estrés, el cuerpo acumulará grasa porque la necesitará cuando esté en modo “sobrevivir”; así que si comer con culpa es frecuente, el estrés también y por lo tanto tendremos más antojos de comidas grasosas y/o azucaradas.

Así que comer con culpa algo que creemos que “no deberíamos ” es contraproducente. Ya, no te obsesiones con esa tercera rebanada de pizza, ¡déjala ir! Comer sin prohibirte alimentos y sin sentirte mal es lo mejor y más saludable que puedes hacer. De hecho, es el mejor camino para ser saludable e incluso bajar de peso. 😉

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Cómo dejar de sentir culpa por comer “lo que no debes”

Deja de obsesionarte

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La obsesión es puro estrés y ya sabes qué provoca el estrés en tu cuerpo. “Mientras más le dices que no a un alimento, más piensas en él”, dice Lorena, “siempre ansiamos más lo que no podemos“. El problema de comer con culpa comienza en la categorización de alimentos como “malos”, “lo que no se debe de comer nunca”. Eso hace que sintamos que somos tan “malos” como los alimentos que comemos, débiles por “caer”, incluso indignos. Es simple: no te prohíbas NINGÚN alimento.

Come de todo, no te prohíbas nada

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“Querer dejar de comer algo por un periodo de tiempo es supercomplicado y casi nunca es lograble”, dice Lorena, “porque es casi imposible mantener esa prohibición para siempre y cuando caes en “la tentación”, te echas la culpa horrible, como si cometieras un pecado”. La vía saludable, dice Lorena, es dejar de enfocarte en bajar o subir de peso; lo importante es cómo estás de salud. “Si te enfocas en tu salud y tu bienestar, no en tu peso, naturalmente te fijas en las cantidades y mejoras las combinaciones de la comidas, pero comiendo de todo, sin restringirte nada”.

Quítale peso al peso

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“No te enfoques en cuánto pesas, si subes o bajas —dice Lorena—, el tema es enfocarse en los hábitos: qué tanta agua tomas, qué tantos vegetales y fruta y alimentos nutritivos en general hay en tu dieta”. Piensa en este mantra: la comida sirve para mantenerte saludable y la salud es bienestar, belleza, felicidad. “No se trata de regañarte por consumir algunos (alimentos), sino de permitirte todo pero modificar cantidades a un nivel que te mantenga sana, contenta, feliz y satisfecha”.

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Come en compañía

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Para evitar el estrés a la hora de comer hay que producir espacios que generen felicidad. “Comer en compañía tiene un efecto positivo porque convives, platicas, te ríes, piensas en ochenta mil cosas más antes que si tu comida tiene mucha grasa o carbohidratos —dice Lorena—; si produces endorfinas, creas un efecto positivo y tu cuerpo trabaja mejor”. Acuérdate, comer con culpa engorda gracias al estrés, por eso: evítalo a toda costa.

Piensa a largo plazo

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Piensa que la vida saludable será parte de toda tu vida; no es solo un periodo de tiempo “en lo que bajas de peso”. Así, no pasa nada si un día te comiste un pedazo más de panqué, porque hay muchos más días para comer verduras y no harinas. Enfócate en lo que sí haces bien, por ejemplo: “Ok, comí panqué pero desayuné fruta, haré ejercicio en la tardo, he bebido mucha agua y dormido bien”. Esto solo se logra si eres consciente del momento en el que sientes culpa y conscientemente la transformas en un sentimiento positivo.

Dormir bien

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“Cuando estás estresado duermes menos —dice Lorena— y el descanso es crucial porque cuando dormimos ocurre la reparación celular y sucede el balance hormonal –como ya vimos, las hormonas regulan el apetito–. Si no dormiste bien y estás desvelado, entras en estado de alerta y tu cuerpo se enfoca en calmar el estrés de no haber dormido bien y eso nos regresa a comer con culpa alimentos altos en grasa y azúcar y todo el círculo vicioso se repite”.