En el Plantón 420 ubicado afuera del Senado de la República, la gente no habla, tose. Algo que para estos tiempos pandémicos es alarmante. En esta zona céntrica de la CDMX, parece que soy el único extraño que usa mascarilla y no está fumando mota. El que carraspea y no lleva puesto cubrebocas, no es juzgado por inconsciente… Todo lo contrario… Me lo recuerda un vendedor ambulante que ofrece botellas de agua con el característico humor chilango: “Llévatela para esa tos seca”.

De frente a mí, pasa caminando un güey que ofrece mariguana. Mientras, sentados en una banca, tres jóvenes vestidos de forma deportiva, dos señores de risa escandalosa que parecen tener más de 60 años y un clon de Salvador Dalí muelen mariguana con las manos, encima de un periódico local. A los alrededores, la gente sentada en el suelo y en las jardineras, se dan las tres sin sentir la presión de la policía. Otras fuman en solitario y terminan uniéndose a personas desconocidas con la intención de convivir.

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La fragancia cannábica es intensa, agradable y contrasta con los olores extraños que a veces se distinguen en la CDMX. Me muevo de lugar, se escuchan las carcajadas de un grupo de filósofos y alcanzo a ver a dos chavos que están usando una botella de agua como bong. Hacen eso y le compran canas a un vendedor ambulante donde se localiza la Cámara de Senadores, en Avenida Paseo de la Reforma y el cruce con Avenida Insurgentes, en la colonia Tabacalera.

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Porritos y música jamaicana

El ingenio del grifez mexicana es interminable y me río aunque nadie lo note por mi cubrebocas. En cuanto sigo caminando veo que detrás de unas vallas metálicas está la camioneta vintage de Robbie Studio Sound System, con quien he quedado de verme en este sitio donde la mariguana, en cientos de presentaciones, está legalizada.

En unas horas, Roberto Delas Torres, nombre verdadero de quien también es conocido como King Crab, ambientará la tarde de este viernes con música jamaicana. Algo que me emociona es que su papá, un antiguo sonidero, se encuentra con él. Le gritó por su nombre en lo que se aprieta una faja y me indica que por la parte de atrás, del lado de Insurgentes, puedo entrar al cuartel general del Plantón 420.

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Pinchadiscos chilango

Cuando llegó a la camioneta que llama la atención por los discos de siete pulgadas que tiene pintados, sólo me encuentro con el papá de Robbie Studio Sound System. El señor que también se llama Roberto. A sus 67 años usa oxígeno portátil y está recargado a un costado de la caja del vehículo cuidando el equipo de sonido que hay dentro. Su hijo, con la ayuda de otra persona, no para de acarrear bocinas, cajas, cables, micrófonos, luces y tocadiscos.

Me presento, chocamos los puños y le explicó que llegué a un acuerdo con su sucesor para escribir una crónica. No obstante, recuerdo algo de 2020, antes de que el bicho nos hiciera entrar en cuarentena. En esa ocasión entrevisté en Monterrey a Fat Richard, Sonido Fatman. El pinchadiscos oriundo de la CDMX, específicamente del barrio Campestre Aragón, aclaró algo que había escuchado, diciéndome entre cervezas y la canción “Let me down easy”, de Derrick Harriott, que el papá de Roberto es sonidero de la vieja escuela.

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Sonidero 420

Le pregunto algo que ya sé y sonríe al escuchar mi cuestionamiento. “Me hice sonidero a inicios de 1969, por ver a La Changa poniendo música en el puesto de chácharas de su tío en Tepito”, dice con una emoción inexplicable, como si otra vez tuviera 20 años. Para esas épocas, recuerda a su amigo Ramón Rojo, operador del Sonido La Changa, acarreando los cables y el equipo de Sonido La Socia, que fue la primera mujer sonidera en todo ese ambiente de música tropical y vecindades de colonias chilangas.

El papá de Roberto, con el nombre de Sonido La Chomba, en aquellos años y como muchos de su generación tocaba canciones de La Sonora Matancera, quienes más bien por su legado deberían llamarse La Santísima Sonora Matancera. Entre verdad y broma le digo eso al señor, y su respuesta me sorprende: “Sin la Matancera no hubiera cambiado nada de mi época, y sin los Skatalites no hubiera cambiado la época de Roberto”. Lo sé, ya que algunos temas que elijo para salir a las calles y escribir crónica, en muchas ocasiones, tanto sonideros de música tropical como pinchadiscos de música jamaicana, me han mencionado a estas dos agrupaciones que le dieron una identidad a las juventudes que crecieron con ellas.

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La Sonora Matancera, por mágico que parezca, el primer país que visitaron fue México en 1960. Su idea era no regresar a Cuba, luego de que Fidel Castro derrocó al presidente Fulgencio Batista en 1959. Por otro lado, The Skatalites, las leyendas jamaicanas del ska, la primera vez que tocaron en nuestro país fue en 2002. A muchos adolescentes que venían escuchando ska fusión, movimiento encabezado por bandas como Panteón Rococó, La Matatena y Salón Victoria, fue la forma en que conocieron lo que realmente es ese ritmo originado a finales de los 50. Tiempo después, varios adoptarían la estética skinhead, mod o rude boy para ser parte de una subcultura.

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Orgullo sonidero

Entrado en confianza con el papá de Roberto, me cuenta cómo inició tocando: “Comencé en unas tardeadas que organizaba en la Gertrudis Sánchez. Desde entonces mi fuerte ha sido tocar salsa y los clásicos de La Matancera”. Dice eso, y al mismo tiempo está al tanto de que su hijo no olvide bajar lo indispensable para conectar el equipo de sonido. Esa colonia ubicada al norte la conozco. A finales de los 90, cuando iba en la Secundaria Técnica 99 Amistad Britanico Mexicana, pasaba por una calle en la que había un camión con unas pintas características del movimiento sonidero, con esas letras estrambóticas que, de no haber preguntado ahora mismo, habría afirmado que eran del señor y no de Sonido Melódico.

Ahí mismo, en ese barrio que se localiza cerca del metro Bondojito, siguen viviendo, a pesar de que su equipo de sonido lo vendió en 1983. Y como si fuera una tradición familiar, explica sobre su bagaje: “En esas épocas que hacía las tardeadas y cuando salía a tocar a otros lados, mi papá solía acompañarme”. Su rostro se le llena de orgullo y no para de hablarme glorias sobre su chamaco. Me dice que él le acompletó para que comprara su primer amplificador y dos bafles. De igual manera, quien ahora disfruta salir a divertirse con su descendiente manejando la camioneta que compraron, siente una grata satisfacción por saber que Robbie Studio Sound System ha podido llegar a Estados Unidos y España. Aunque ha hecho colaboraciones con grupos de allá como Los Granadians, algo pone en riesgo su partida: “Tiene otra gira, pero quizá se cancele porque no aceptan vacunas Sputnik”.

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Por último, me señala y le da palmaditas al oxígeno portátil que trae colgando a la altura de su cintura. “Este aparato me lo compró con lo que se ganó haciéndole unas bocinas al Sonido Payaso de Iztapalapa”, me dice sonriente. Pero lo más enternecedor, es que su vínculo sanguíneo se ha hecho más fuerte al pasar los años entre canciones de La Sonora Matancera y The Skatalites, cuando se presentan juntos en eventos donde cada quien toca las canciones con las que crecieron.

La Ciudad del Toque

Para llegar a una tarima donde el Plantón 420 organiza eventos, paso entre un cultivo de mariguana y una ofrenda del Día de Muertos. En este lugar, de hecho, desde hace más de dos años y medio vive un grupo de personas que forman parte del Movimiento Cannábico Mexicano, quienes tratan de que la mota sea legal en la CDMX.

Entre los habitantes de lo que podría llamarse Ciudad del Toque, donde el eslogan sería “visítanos con los ojos rojos y dormilones”, escucho a uno de los líderes explicando el motivo del Plantón 420 como símbolo de resistencia para quitarle el lado negativo a esta planta. A centímetros siento la mirada de alguien y termino saludando a un tipo alto, barbón y que se fuma un gallo. Le pregunto si vive aquí, pero me explica que es DJ de dub, un género que nació a finales de los 60 por experimentar con el reggae. Siendo llamada como la música electrónica de Jamaica, la cual podría considerarse el derivado más mariguano, me es inevitable pensar en su creador King Tubby o en Lee “Scratch” Perry, quien falleció a los 85 años el año pasado.

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El DJ que se pasa el gallo con otros güeyes que están abajo de la tarima, a un costado de una mesa de madera donde hay un grupo de mujeres y una niña de aproximadamente tres años que juega con un perro, me dice que todos le llaman Rayas.

Él conoce a Robbie Studio Sound System desde hace mucho tiempo, cuando lo buscó para hacer unos eventos en LATA (Laboratorio de Arte y Trabajo Alternativo) de Iztacalco. Incluso menciona que, junto a uno de sus amigos lo contactaron para que se presente el día de hoy de forma gratuita. “La intención de que Roberto toque aquí, es porque se necesita dar a conocer la cultura del sound system, ya que aparte de alegrar a la gente, es un acto de protesta”, explica. De esa forma, haciendo este tipo de eventos, la gente involucrada en el Plantón 420 intenta hacer conciencia a través de la música.

Una discoteca móvil

Me acerco a Roberto que está debajo de una carpa conectando cables, colgando luces y acomodando sus tornamesas y discos. Le pregunto cómo podría definir un sound system: “La definición más básica, es que se trata de una discoteca móvil”, dice. También explica que cualquier persona lo puede definir a su manera, dependiendo de cuánto uno se quiera adentrar en este mundo que se originó después de 1962. Este fue el año en que Jamaica logró su independencia de Reino Unido, y los altavoces más ruidosos que eran transportados en vehículos por distintas zonas de la isla servían como medios de comunicación entre el pueblo, con canciones como “Indepent Jamaica”, de Lord Creator o “Miss Jamaica”, de Jimmy Cliff. “El apropiarse de las calles, hasta cierto punto también tiene que ver con el sound system”, comenta.

“Pero principalmente esa es una necesidad, como lo estoy haciendo aquí con la gente del Plantón 420 en este momento. Tampoco es un romanticismo, eso ya sería algo del ciudadano que quiere tomar el espacio público, y tiene que ver más con la antropología”.

Roberto inició en el sound system cuando tenía 14-15 años. Tocaba mucho ska, cosas de Desmond Dekker y Derrick Morgan porque era un ritmo juvenil, rápido, alegre. Después empezó a concentrarse en el reggae de importación, en uno más británico y que estaba diseñado para los adolescentes blancos como The Upsetters. “El nombre de reggae ya no lo quisieron cambiar. Si fue un pedo para los jamaicanos ser aceptados como migrantes en el Reino Unido, prefirieron dejarlo así en lugar de decirles que su música ahora se llama lovers rock. El reggae, en sí, sólo duró un par de años y se acabó”, explica. Hoy que ya tiene 34 años, se ha enfocado en otros estilos musicales, ya que considera que ser sound system también va conforme la edad.

A pesar de que no es consumidor de mariguana, apoya a la gente que está con él; se le hace chido y noble. Hoy tocará música que engloba al reggae, porque ha tenido la oportunidad de tener una cultura más amplia en cuanto a la música. “Ya no estoy casado con una subcultura como cuando era adolescente”, dice. Sin embargo, sigue gustando del rollo skinhead, aunque dejó de vestirse con botas, tirantes, camisetas de cuadros y tampoco anda rapado. Esta es la segunda ocasión que tocará en el Plantón 420.

La vez pasada, el 20 de abril de 2021, que es el día internacional de la mariguana y conmemora a Los Waldos, un grupo de estudiantes de California que en 1971 se juntaban a las 4:20 de la tarde a fumar, solo alcanzó a poner dos canciones porque la plaza estaba repleta de gente y había mucho desmadre.

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Retro mood

Cuando están por dar las cuatro de la tarde terminó de montar las quince bocinas con las que recreará un ambiente retro, como si estuviera parado con su camioneta en alguna esquina de Jamaica. Debajo de la carpa que se localiza a un costado de una escultura en la cual un sujeto con máscara de planta de mariguana cuelga una bandera con la imagen de Bob Marley, le preguntó si quiere que espere, que más tarde hablamos. Pero me dice que no me preocupe, que ya tiene experiencia, porque inició como sound system en 2002.

Ya casi pone a girar discos, aun cuando la corriente eléctrica de la que está colgado es baja. En ese momento un líder del Plantón 420, antes de presentarlo, vuelve a dar un discurso en pro de la legalización. En ese instante, Roberto aprovecha para contarme cómo se convirtió en sound system: “Yo nunca escuché ska fusión. A mí lo que me gustaba de puberto era Limp Bizkit, Korn, Deftones… esa música patinetera de 1998-1999. Pero el hermano de un cuate de la secundaria andaba metido en el rollo skin, sólo que, sin equivocarme, creo que lo mataron en un toquin. Mi cuate me dijo que el ska estaba chido porque era de skinheads.

Me habló de su hermano, quien me parece que trabajó como lavaplatos en Los Angeles, California, influenciado por la oleada skin de allá. Y cuando regresó a México se trajo material. Fui a casa de mi cuate y su mamá tenía la recámara del hermano tal cual. Entré y fue un boom para mí: había pósters originales de unos CDs que se llaman Ska, ska, skandal. En ese tiempo se escribía con alemanes e ingleses porque hacía fanzines.

También intercambiaba correspondencia con los S.H.A.R.P. [Skinheads Against Racial Prejudice] de Los Angeles y con españoles. Después, por otro amigo, supe del libro Young, gifted and black: The story of Trojan Records. Pero en el cuarto del hermano de mi cuate agarré un casete donde venía ‘One step beyond’, de Madness. Ese tipo de ska sí me gustó. La segunda ocasión que fui tomé el CD More intensified! Original ska 1963-67, de Mango Records. Dije ‘¡no mames!’, y desde ese día comencé a leer sobre sound systems”.

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Música para todxs

Con su voz de locutor de radio, Robbie Studio Sound System se presenta y dice que tocará reggae, rocksteady y ska, entre otros ritmos de la isla caribeña. Desde la primera canción comienza a maniobrar con el centenar de discos de siete pulgadas y responde a saludos de quienes lo conocen entre el público, al otro lado de la valla donde me encontraba cuando llegué.

Pero ahora estoy de pie, a un costado de su papá que me contagia por verlo aplaudir y bailar “Soul rebel”, de Bob Marley & The Wailers. Entre los presentes que están en el Plantón 420 hay gente de todas las edades. Al paso de los minutos, cantando “Tumbling tears”, de Alton Ellis. Por unos instantes me olvido que seguimos viviendo una pandemia y me doy cuenta que la CDMX sigue siendo el mismo lugar bizarro de siempre: en medio de skaters, ciclistas urbanos que trabajan para aplicaciones de comida rápida, oficinistas, turistas, miembros de la Guardia Nacional con armas largas y demás gente que ilegalmente toma chelas o pulque, llaman mi atención un malabarista con unos machetes y un vagabundo que juega futbol con su cartera y luego la recoge para utilizarla como cámara de video.

El ritmo del corazón

Ese y otros vagos bailan con un estilo único que hace notar lo libres que son entre las normas de la sociedad. Igualmente, una chica con largos dreads se mueve y fuma yerba como si fuera parte del ritual, de esos ritmos sincopados de la guitarra, TRACA… TRACA… TRACA, tan característicos y que laten al ritmo de mi corazón.

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Roberto, alrededor de una hora más tarde de que comenzó su set, antes de tomar un break pone “Babalú”, de Ska Cubano. Posteriormente invita a Julian, un picotero (pinchadiscos) de Bogotá, Colombia. Me explica que lo conoció por internet y se le hizo buena idea que hoy ponga sus discos con los que viajó. Él es integrante del colectivo Sistema Sonoro Fuego Negro que montan su sound system en las calles cafetaleras. Toma el micrófono, da a conocer de dónde viene y empieza con una cumbia de su tierra, la “Cumbia sampuesana”. Incluso, por sonideros de la vieja escuela como el papá de Robbie Studio Sound System, ya también es cultura de nosotros.

Sound System vs. Sonidero

Le preguntó a Roberto sobre el toasting, que es algo muy característico del sound system. Artistas difuntos como U-Roy, quien es el pionero en esto, popularizaron el hablar e improvisar sobre canciones de reggae en los 70. Siendo una especie de proto MC (maestro de ceremonias) de lo que años más adelante se conocería como rap. Esto es algo similar a los saludos y las frases que dicen los sonideros durante sus presentaciones. “Desde mis inicios he hecho toasting, pero era muy criticado en la escena skin. La banda me chiflaba y me decían que no era sonidero”, recuerda con nostalgia. “Al principio, siendo morro, detestaba el rollo sonidero, solo que me di cuenta que era similar al sound system. Por eso heredé el lado sonidero de mi padre”.

Es así que, en el 2002, Roberto después de la visita de The Skatalites, en cuanto vio un flyer de Tritón Sound System, proyecto del ilustrador Chema Skandal. Él formó parte de Los Gravediggers, la primera banda de early reggae mexicano, fue a verlo pinchar música. Sin embargo, pensó que iba a ser un evento con alguien montando su sonido y descargando su equipo de sonido de una camioneta. En cambio, lo que se encontró fue a Chema Skandal poniendo música con dos walkman de una forma muy rudimentaria. Y es que eran las épocas de las cavernas del sound system en nuestro país. Esa vivencia que lo marcó, fue un viernes, y al otro día le comentó a su amigo Rodo: “Voy a hacer un sound system de verdad, con puros vinilos”. Su amigo se cagó de risa y le dijo: “Eso jamás va a pasar en México”.

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El inicio de un fin de semana pandémico

Los dos nos reímos momentos antes de que otra vez comience a poner más canciones. Anochece en la CDMX, comienza a sentirse frío y decido darme una vuelta por las dimensiones del Plantón 420. Ya no distingo el olor a mariguana, sólo me siento relajado. La plaza está repleta de gente que baila, fuma y disfruta el inicio de un fin de semana pandémico. Un Turibus se detiene sobre Paseo de la Reforma y las pocas personas que van arriba sacan fotos o graban videos de la isla caribeña chilanga. De los reggae boys que hablan cantadito y bailan de brinquito. Regreso a la tarima para despedirme de Roberto y su papá, quien no deja de aplaudir y mover su cuerpo.

Ya en la cantina La Reforma de Bucareli, donde estoy bebiendo unas cervezas con un amigo y hablando detalladamente, me tomo una selfie y mis ojos están rojos, dormilones.

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