La Santa María exige ser descubierta. Galerías que se esconden en departamentos y hallazgos culinarios en sus mercados. Por eso no sorprende cuando alguno de sus estrechos rincones guarda un secreto, como Taller Mono Rojo, un estudio de porcelana japonesa en el que encuentras desde un juego de té y pequeños floreros, hasta increíbles esculturas que parecen salidas de un sueño.

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“La cerámica es para todos”, afirma José Antonio Pablo, uno de los miembros del taller; lo dice con toda la seguridad del mundo, pero, después de escuchar el proceso detrás de cada pieza, parece un poco difícil de creer.

Cómo hacer cerámica sin morir en el intento: un manual del Taller Mono Rojo

Para hacer cada pieza, se empieza con la preparación de la mezcla que puede ser de pasta, como la porcelana y el gres o de vaciado. Después se debe escoger un diseño y realizarlo en torno, modelado a mano o moldes y ser extremadamente cuidadoso para que no queden burbujas de oxígeno en la pieza, ya que de lo contrario podría estallar dentro del horno.

Hecho esto, los integrantes del Taller Mono Rojo explican que es necesario esperar a que se encuentre completamente seca para darle forma y acabado antes de meterla a su primera quema. Esta se hace a baja temperatura y se conoce como sancocho, pues deja la pieza de cerámica cocida, pero solo lo suficiente para la aplicación del esmalte, la decoración y el lijado.

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Una vez realizado todo esto, regresa al horno para su quema final, ahora a alta temperatura y la cual definirá si el proceso fue o no exitoso. De manera similar, la historia del Taller Mono Rojo es prácticamente artesanal.

Los nombres del Taller Mono Rojo

En este caso, la base está compuesta por Hiroshi Okuno, Olmo Uribe y Ernesto Díez, ellos equivalen a la mezcla necesaria para el producto y fue este trío que, gracias a la colección “Máscara de Diablo”, erigió el taller en 2012. Aunque previamente habían desarrollado una idea similar con otros amigos bajo el nombre de Taller Azotea, en Mixcoac: la primera quema.

Pero el toque que le da un aspecto único al taller, al igual que a sus creaciones es la colaboración. Uribe define al espacio precisamente como una “comunidad itinerante”, pues entre sus residencias, clases de cerámica y ventas independientes aloja a una gran cantidad de artistas e interesados en el arte y diseño.

Nombres como Emilio Gómez, en el pasado, o Rodrigo Treviño, Lizeth Rodríguez y Addison Woolsey en el presente son algunos de ellos. Igualmente desde sus respectivas especialidades, estilos e intereses cada artista del taller inspira o interviene directamente las obras de sus compañeros: “Nos devoramos”, dice Olmo, sobre cuánto se nutren unos de otros.

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Conoce la historia del Taller Mono Rojo en persona

“La paciencia premia”, concluye Pablo al mostrar el producto final. No todos son perfectos, alguno muestran incluso unas pequeñas deformaciones o explosiones inesperadas. Pero aún así mantienen el interés vivo. Es arte, sí, pero es uno que cabe en todo espacio y presupuesto, sin pretensión alguna.

Al dar una vuelta más por Mono Rojo, al ver indicios de la inspiración como historietas, estatuillas o bocetos, al conocer a Polina Gómez, la mascota del taller y apreciar cada una de las colecciones, uno se da cuenta de lo acertado de esta frase. La paciencia premia: cada detalle moldea su historia.

Dónde: María Enriqueta Camarillo de Pereyra 45, Col. Santa María la Ribera

Cuándo: programa tu visita a través de sus redes sociales 

Cuánto: piezas desde $100 a $10,000

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