La limusina naranja, el transporte que lleva a sus destinos a millones de personas cumple 51 años. Si bien suele hacernos malas jugadas con sus retrasos, la movilidad no sería la misma sin su servicio. Conmemoramos su aniversario con estos videos de la inauguración del metro en CDMX.

A mediados del siglo pasado, el vertiginoso crecimiento de la Ciudad de México exigía alternativas de transporte tanto para los capitalinos como para los habitantes de la zona metropolitana.

Grandote y segurote: inauguración del metro en CDMX

En 1967, la presidencia de México decretó la creación del Sistema de Transporte Colectivo Metro. Ese mismo año comenzaron las labores de construcción, pero no fue hasta junio de 1969 cuando se entregó la obra terminada.

El 4 de septiembre de 1969, el presidente Díaz Ordaz inauguró la línea 1 del metro que comprendía el tramo de la estación Zaragoza a Chapultepec. A partir de entonces, las obras de ampliación de las líneas no pararon.

En abril de 1970 se extendió de Chapultepec a Juanacatlán; en noviembre de ese mismo año se inauguró la estación Tacubaya. Pero no fue hasta 1972 cuando se finalizó el recorrido poniente con Observatorio.

Como Chilangos sabemos que toda obra pública trae consigo un poco de caos en las vialidades. Ya en los sesenta había bastante tráfico y aglomeraciones en las avenidas principales que, a la fecha, repiten la historia en las horas pico, los puentes y fechas de celebración.

Todo este movimiento en las calles tenía por argumento la edificación de un nuevo medio de transporte que llevaría a la Ciudad de México con destino a la modernidad.

Durante los primeros meses de operación, las anécdotas de algunos operadores del Sistema de Transporte colectivo coinciden en que los pasajeros aplaudían con gran entuasiasmo cada que llegaba un tren al andén.

La sorpresa y el júbilo de la población no se hizo esperar, pues hasta cantautores como Chava Flores le dedicaron versos que describían esa transición hacia el progreso:

“Al bajar a los andenes
escuché esta cantaleta:
-al mirar llegar los trenes
no se aviente para entrar,
si en diecisiete segundos
no ha podido ni se meta,
ni se baje la banqueta
que se puede rostizar.”

Este fragmento podría acotarse sin ningún problema a nuestros tiempos: los empujones, los reclamos, lo apretujado del espacio y esas puertas que se cierran de forma inesperada no son ajenos a la dinámica actual.

En las entrevistas realizadas a los nuevos usuarios del metro, los pasajeros destacaban que esta obra era grandiosa para México, ya que marcaba una nueva era de progreso. Además, apuntaban que el metro era la solución a sus problemas de transporte.

El costo del boleto era de 1 peso si los usuarios compraban 5 unidades; si adquirían por unidad el costo era de 1.20 pesos. Esto sí que ha cambiado a lo largo de cinco décadas.

Los trabajadores del metro de la Ciudad de México usaban uniforme. El primero consistía en una chaqueta azul con botones dorados, camisa blanca, corbata naranja y un kepi (especie de gorrito francés) rodeado de una cinta naranja.

Además de los cambios de movilidad que trajo consigo el metro de la Ciudad de México, la arquitectura de las estaciones también representó una herencia importante para México.

Enrique del Moral, Félix Candela, Salvador Ortega y Luis Barragán fueron los asesores de la construcción del metro. Algunas de las estaciones más icónicas de esta corriente arquitectónica son: San Lázaro, Candelaria y Merced.

Por más que nos haga repelar el bullicio de este sistema de transporte, en el fondo todos amamos su rapidez y cobertura en gran parte del territorio chilango: de norte a sur, de este a oeste.

¿Recuerdas alguna anécdota de tus padres y abuelos en esta primera etapa del metro de la Ciudad de México?

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