Lo típico en San Valentín es armar un plan ‘romántico’ al cual le echas todas las ganas para hacer de esa fecha algo diferente con tu ser queride. Aunque los puritanos prefieren ir a un restaurante, se sabe que en una ciudad tan kitsch como CDMX el romanticismo se encuentra en todos lados, hasta en un microbús. No lo decimos al aire, comprobamos que la ciudad, con todo y su caótico vaivén, es un hechizo atrapa corazones. Para celebrar el amor en todas sus presentaciones nos lanzamos a un recorrido lleno de magia en el Microbús del Amor de Pulquipedia.

Tlalpan en el Pulquibús: la avenida del amorts

Para conmemorar el 14 de febrero con todos sus clichés —moteles, corazones y un par de copitas—, Paty Cardozo, creadora de Pulquipedia, organizó un inusual tour a través de las pulquerías de Tlalpan, una sex shop y el famosísimo Hotel Cuore. No se hagan, al menos los sureños ubicamos a la perfección este peculiar edificio decorado con corazones neón. El punto de reunión fue el metro San Antonio Abad, ahí donde comienza el escaparate de sexoservidoras, a la entrada del metro nos esperaba un microbús único en su tipo, con interiores rosas, decorado con corazones, globos y cubetas con pulque para saciar la sed de los asistentes.

Al abordar esta pecera del amor el ambiente era bastante tímido. “Ya después de unos pulques van a ir agarrando confianza ”, nos cabulea Paty. “¡Beso de diez!” Gritan desde la parte trasera del microbús y las risas estallan rompiendo el silencio. Al ritmo de El Listón de tu Pelo que truena la bocina agarramos camino hacia la primera pulquería, la más antigua de la ciudad, nos cuentan. Allá nos esperan los curados del día y la botana que ha preparado el jicarero. Mientras tanto, Paty y su hermana nos reparten el primer pulque del día: hay de mazapán, fresa y natural.

Primera parada: La Risa

Un par de cumbias después llegamos al callejón de Mesones, con pulque en mano el tráfico del Centro en sábado ni se siente. Nuestra primera parada es un emblema pulquero de la ciudad con 119 años —de hecho, el 11 de febrero celebraron su aniversario—, lo cual la hace la pulquería abierta más antigua: La Risa. Adentro nos espera Fausto Villanueva, encargado de la pulcata, quien termina los últimos detalles de la botana mientras ocupamos las mesas. Pronto comienza a servir tarros con curados de nuez, guayaba, piña colada, avena y hasta vino tinto para comenzar la gozadera.

“Trabajar en La Risa ha sido la mejor experiencia de mi vida, encontré en la pulcata mi verdadera profesión desde aprender a detectar un buen pulque, aprender a curarlo hasta atender a la gente”, nos platica Fausto mientras emplata los tacos de salchicha que alistaba a nuestra llegada. “Soy el encargado, hago la botana, sirvo, curamos los pulques, todo lo que se necesita yo lo hago”. Aquí se estila la usanza “a la antigüita”, así que la rocola se encarga de ambientar la pulquería tres canciones por cinco pesos.

Varios tarros después los jóvenes pasajeros del microbús del amor se envalentonan para abrir la pista de baile con una canción de Grupo Niche. “El secreto es que siempre se ha manejado un buen pulque y la tradición del lugar” dice, “Lo que más me llena es que a La Risa vienen muchos jóvenes y así no se pierde la tradición, seguimos presentes en la ciudad”.

Segunda parada: La Catedral del Pulque

Como era de esperarse, el hechizo del pulque surtió efecto desde la primera parada y salimos con retraso hacia la misa de La Catedral del Pulque. Nuestra flamante limusina no vacila en meterle nitro al son de la cumbia. Diez minutos más tarde llegamos una la colorida esquina donde se profesa con ahínco y devoción a Mayahuel, aquí se venera al pulque y —según un cliente— uno que otro también le reza a Maribel Guardia.

Paty menciona que esta es la última pulquería tradicional que queda en la colonia Obrera ya que la cerveza, principalmente, ha acaparado el mercado. Sin embargo, La Catedral del Pulque resiste al paso del tiempo ofreciendo pulque extraído de Nopaltepec, en el Tinacal del Muerto y de Singuilucan. “Soy la cuarta generación aquí en La Catedral. Mi abuelo adquirió la pulcata en 1947, se dice que tiene más años, pero bien con registros es desde ese año”, dice Jaime García, encargado de la barra. En su familia corre pulque por las venas, ya que desde su bisabuela se han dedicado a esta profesión.

Los pulque comienzan a salir apresuradamente de la barra ante la mirada de unos querubines tatuados que revolotean en el techo. Avena, piñón, piña colada, tomate y guayaba son algunos de los clásicos que se encuentran en este lugar, pero también tienen mezclas de la casa como la conga, con kiwi, fresa y piña. Contrario a lo que uno se imaginaría, la pulquería es frecuentada principalmente por la chavizA: “La mayoría de clientela son jóvenes, antes eran adultos y gente mayor pero ya son pocos los que quedan”, se ríe Jaime, “la neta disfrutaba más cuando venía la gente grande porque era más unida, todos cotorreaban, había albures, baile y mentadas. Ahora como que cada quien viene en su rollo”.

Una escala técnica muy cachonda

Dejamos atrás el baile para abordar el microbús donde nos espera la música pone a temblar los cristales. Yo no sé mañana, yo no sé mañana, si estaremos juntos, si se acaba el mundo… Los ánimos están más que encendidos, Paty tenía fríamente calculado cada movimiento, así que llegó la hora de hacer una escala técnica, muy breve, pero tremendamente ilustrativa, en una sex shop de Tlalpan. Cientos de juguetes y accesorios sexuales de todos los tamaños, colores, texturas y sabores se distribuyen en los anaqueles. “Hay que disfrutar con todos los sentidos”, afirma el encargado. Se trata de darle rienda suelta a la imaginación a la hora del Netflix and chill y un toque de BDSM —consensuado, obviamente— no le hace mal a nadie.

Tercera parada: Pulques Xolos

Tras una demostración de los diferentes materiales para elaborar juguetes sexuales, regresamos al recorrido pulquero con rumbo a Pulques Xolos, una de las últimas pulquerías de Portales. Este lugar luce completamente distinto a los visitados previamente: se encuentra en una casona de la colonia y a la entrada hay un enorme tótem de un xolo guerrero de la muerte recibiendo a los visitantes. Brayan, mejor conocido como “el xolo”, es quien generó el concepto del lugar alrededor de su facha de cholo. “La gente veía cómo me visto, mis tatuajes y decían que era un cholo. Se me hizo chido pero también quiero hacer algo fuera de la ciudad, entonces Xolo sonaba mejor, además son un emblema del país”.

El lugar es pequeño, así que las sillas disponibles para echarse un pulque se ocupan rápidamente. Aquí no hay cumbias ni salsa, sino hip hop y algunas rimas locochonas de barrio. Desde hace dos años el Xolo se ha dedicado a vender pulques bastante novedosos, como de Nutella: “La idea fue acercar el pulque a los más jóvenes, pensamos en sabores que les gustaran para hacerlos parte del menú”, mientras tanto, agrega el pulque y demás saborizantes a la máquina de eskimos para prepararlo. “Por eso digo que somos una neo pulquería, esto no es tradicional”.

La atención de todos se ha concentrado en Brayan, quien se encuentra explicando las infusiones especiales que preparan: “Aquí preparamos pulque con cannabis, también con ingredientes afrodisíacos como la yaca”. Como era de esperarse, el cannábico rápidamente se agota. Sabe a lo que tiene que saber: a pulque y mota.

La meca del amor: Hotel Cuore

No vamos a mentir, tras unos pulquitos cannábicos el mood ya era diferente: todo relajación y risas antes de movernos al Hotel Cuore. No es un hito arquitectónico, lo sabemos, pero sí es un edificio icónico del sur de la ciudad. Un poco de baile y cuchicheo acerca del motel amenizan el trayecto mientras suena Ramito de Violetas. Hay partido en el Azteca, así que el tráfico está terrible. Pese a esto, llegamos con tiempo suficiente para atender el llamado con el lugar que ha reparado, iniciado y destruido relaciones.

Frente a nosotros se encuentran los enormes corazones que dan la bienvenida a la meca del amor. Paty nos comenta que el hotel se encuentra totalmente ocupado —ya saben, las citas de San Valentín—, así que hay que entrar callados y sin risas burlonas. Julio César nos espera para recorrer el lugar, él ha sido gerente del Cuore por más de 14 años, así que es el indicado para platicarnos sus secretos. Durante este tiempo ha visto de todo, las parejitas corriendo desnudas o en toallas por los pasillos es el pan de cada día.

Mientras avanzamos a una habitación nos platica la historia del lugar: “Para el Cuore quisieron hacer algo novedoso. Este fue el primer hotel con una fachada de corazones, luces led, algo moderno que rompiera con los tradicionales moteles de Tlalpan. A partir de ahí muchos abrieron como hotel y motel, lo que conocemos actualmente como villas”, nos platica. Aquí hay de dos sopas: puedes alquilar tu villa independiente o una habitación en la torre del hotel, para ambas modalidades puedes quedarte el día completo o para echarte un rapidín de 6 horas.

Cuore: pionero y novedoso

Aunque hay un estándar en las habitaciones, también puedes solicitar algunas con características especiales. “A todas les pusieron tubos para hacerlo más divertido, para que te amarren o te bailen”, menciona, “pero también puedes pedir una con jacuzzi o pedir el potro del amor, para eso hay que especificarlo porque se modifica el precio”. Según lo que nos platica, a los chilangos les gusta la experiencia resbaladiza y mojada, ya que las habitaciones con jacuzzi son las que más se apartan.

Todo en la habitación está pensado para entrarle duro contra el muro y macizo hasta el piso, podríamos llamarlo la ergonomía del amor. Los muebles, espejos y hasta ventanas están a la altura idónea, en el lugar preciso. Desde el ventanal de la habitación la vista también es algo espectacular. “En Tlalpan hay moteles desde $200 pesos, ya sabrán en qué condiciones. Aquí viene quien quiere lucirse”, suenan risitas nerviosas. Las tarifas oscilan entre los $500 y los $1,800 pesos si buscas que decoren la habitación: “Nos llegan peticiones especiales con botellas, rosas, o algún detallito para aniversarios. Aquí les ponemos el lugar y ellos cumplen sus deseos”.

Alrededor de las 6 de la tarde salimos del hotel ante la mirada curiosa de los automovilistas que se dirigen al estadio. Como recuerdo de esta peculiar visita Paty nos regala condones porque “a la fiesta se llega con protección”, dice. Algunos pasajeros regresan al microbús para seguir disfrutando del fin de semana del amor, otros más se quedan en esta última parada. Para salir del embotellamiento se agarran rumbo hacia las pulcatas de Santocho, hogar de los estudiantes y corredor gastronómico por excelencia. No queremos llenarte de spoilers, para conocer el recorrido completo hay que vivirlo; mejor, mantente al pendiente de sus curiosos eventos para enamorarte de la ciudad a través del pulque.