Enrique Metinides ha vivido una vida semejante a la de los protagonistas de las películas hollywoodenses que admiró desde la infancia. A los nueve años aprendió a usar una cámara Brownie, con la cual fotografiaba, solo, los accidentes, homicidios y muertes que ocurrían en el Distrito Federal. A los 11, un fotógrafo del periódico La prensa lo encontró capturando imágenes de un cadáver y le pidió ver su trabajo. Poco tiempo después, El niño, como lo apodaron, ya publicaba imágenes de las habituales desgracias en el diario. Un año más tarde aceptó formarse como socorrista de la Cruz Roja para poder viajar en las ambulancias, y así ser de los primeros en fotografiar a los atropellados, mutilados y electrocutados que esta ciudad hiere a cada rato.

Hoy en día tiene 84 años y hace un recuento de las 19 ocasiones en las que estuvo a punto de morir, por caídas, atropellamientos, balaceras y un infarto; y al igual que en las películas, el protagonista sobrevivió. Cuenta, también, que su intención siempre fue retratar las tragedias con un profundo respeto hacia los familiares de las víctimas. Que siempre le interesaron los chismosos que rodean los accidentes. Dice que pasó varios años sin recibir un sueldo, que su trabajo durante más de medio siglo fue pura pasión. Ahora lo reconocemos porque su ojo y vocación definieron por mucho tiempo la estética del drama en la ciudad que habitamos.

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