La iluminación blanca recuerda a un supermercado. En esta tienda de animales llamada Petland la ruta también termina en las cajas para pagar. La parte central del recorrido son los cachorros: hay Boston terriers, beagles, chihuahueños, bulldogs ingleses de tres meses de edad en vitrinas con piso de rejilla para que excremento y orines lleguen a una charola; sólo un par cuentan con tapetes de plástico hipoalergénico acolchonado. Estos animales tienen horarios específicos para comer y pasear. Se paran en dos patas apoyándose en el vidrio y mueven la cola cuando una persona se acerca. Un cachorro y yo cruzamos miradas.

—¿Cuánto cuesta el Akita? —pregunto.

—Veintiocho mil, a 9 meses sin intereses.

En +Kota la venta de animales representa el 10 por ciento de los ingresos. En la entrada de una de sus sucursales en la Zona Rosa dos cachorros juegan en un corral de paredes de vidrio. Pocos escapan a la tierna mirada de los canes.

—Puedes convivir con los perritos para checar si tienen química —me dice la vendedora cuando muestro mi interés en uno.

Animales chilangos
Foto: Ilustración Juan Carlos Boo

Las condiciones de bienestar de los animales en establecimientos que se dedican a su venta han cambiado en los últimos años. En 2014 el estudio “Cumplimiento de la normatividad en materia de animales en los establecimientos dedicados a la venta de animales en el Distrito Federal”, realizado por la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial de la Ciudad de México (PAOT), arrojó que en +Kota, Liverpool, Petland y Petco se desobedecía la Ley de Protección a los Animales por venta de ejemplares enfermos, hacinamiento de animales en exhibición, falta de higiene y de atención veterinaria, maltrato físico…

En 2015 hubo un escándalo mediático, cuando se viralizó un video donde dos empleados de una sucursal de +Kota en Pachuca dan la “bienvenida” a golpes a dos chihuahueños y a un hámster. El establecimiento fue clausurado y la empresa denunció ante el Ministerio Público a los sujetos por abuso de confianza y daño en propiedad ajena, pues el maltrato animal no estaba tipificado entonces en Hidalgo. Además, junto a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), +Kota creó un programa de mejoras aplicado en su cadena de distribución, enfocado al bienestar animal, conservación de especies, educación y responsabilidad ambiental.

“En la mayoría de nuestras tiendas los cachorros ya no están encerrados en vitrinas, sino que se hicieron corrales de juego en donde se manejan horarios de recreo —asegura Eduardo Fuentes, director general de +Kota—. Se elaboraron manuales de bienestar animal por especie, donde se describe lo que se necesita para garantizar el cumplimiento de los cinco principios: alojamiento, alimentación, comportamiento normal, salud y salud emocional. Se tienen negociaciones con clínicas veterinarias para atender a nuestros animales en caso de que alguno enferme. Se han hecho campañas de sensibilización. Realizamos auditorías en todas nuestras tiendas y evaluamos el bienestar de todas nuestras mascotas”.

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En los últimos dos años, la PAOT ha recibido 33 denuncias relacionadas con la comercialización de animales de compañía (perros y gatos). Cinco son para la tienda +Kota de Plaza San Jerónimo y una para la sucursal de Petco en Portal San Ángel, por maltrato a los perros que venden. Sin embargo, en su investigación la PAOT constató que éstos se hallaban en buenas condiciones. El resto de las denuncias son para veterinarias donde no se encontró ningún animal y para tianguis donde se invitó a los vendedores de cachorros a retirarse.

“Las denuncias más frecuentes son del maltrato que se da en particulares, más que de establecimientos mercantiles —comenta Mariana Boy Tamborrell, titular de la PAOT—. En lo que va de 2019 llevamos más de mil 400. Es la materia más denunciada hoy por hoy en la Procuraduría. El crecimiento es del 30 por ciento anual”.

Sin embargo, para Leonora Esquivel, fundadora de AnimaNaturalis Internacional, organización que protege los derechos de los animales, la comercialización de especies no sólo tiene que ver con las condiciones de bienestar. “Eso implica el cautiverio —dice—, que esta cadena de crianza y de reproducción continúe no necesariamente porque estos animales hayan sido capturados de la naturaleza, sino porque provienen de un criadero donde el único fin es reproducir una especie determinada para sacarla a la venta”.

Animales chilangos
Foto: Ilustración Juan Carlos Boo

Eduardo Fuentes asegura que la mayoría de los cachorros que vende +Kota provienen de Estados Unidos, de criaderos certificados por la American Kennel Club (AKC), asociación que mantiene el mayor registro de perros de raza pura en el mundo. Además, afirma que los criaderos están supervisados por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés).

Algunas tiendas de mascotas también adquieren cachorros de criaderos nacionales, con registro de pedigrí ante la Asociación Canófila Mexicana. El criadero debe estar registrado en la Agencia de Atención Animal (Agatan), que es la encargada de diseñar la política en materia de animales en la Ciudad de México. De hecho, en agosto de 2019 se puso en marcha el Registro Único de Animales de Compañía (RUAC) para dueños de perros y gatos, con el fin de planear mejor los programas de vacunación, esterilización, salud en general, y ayudar en caso de maltrato animal o extravío de la mascota.

Pero hay más. “Si tienes criadero de patio trasero puedes vender tus cachorros a las tiendas. Te los compran muy baratos, pero te deshaces de ellos —comenta Ismael Frausto, adiestrador de perros y periodista—. Haz de cuenta: yo tengo a mi perro, me consiguen una perra, los cruzo y crío a los cachorros en el patio de mi casa o en una casita de cartón. Es una práctica común. Además cruzan a la madre con el hijo. Se supone que eso refuerza la línea genética, pero los cachorros tienen problemas. Es una cría nada profesional”.

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Animales chilangos
Foto: Isabel Mateos/Cuartoscuro

El 22 de agosto de 2017 la Brigada de Vigilancia Animal de la Policía de la Ciudad de México llegó a un domicilio de la colonia Banjidal, en Iztapalapa: en el patio había una jaula oxidada, sin techo, cubierta con malla ciclónica para que ninguno de los 33 golden retriever adultos ahí encerrados pudiera asomar ni el hocico. Entre pedazos de madera y piedras, apenas se podían mover. El plato de comida tenía migajas de croquetas y una cubeta de pintura contenía un poco de agua. La mezcla de excremento y orines provocaba un olor nauseabundo. En el interior de la casa había una cama, un televisor, basura, bolsas de plástico y periódico en el piso, una transportadora para perros de tamaño grande y botellas de cloro, que indicaban que alguna vez se lavó el piso. En otra jaula con aserrín en el piso, cinco cachorros ladraban. Tras su rescate los perros fueron puestos en adopción.

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“El consumidor no se hace responsable de dónde vienen los animales reclama Leonora Esquivel—. Nosotros hemos hechos investigaciones; son poquísimos los criaderos de perros o gatos que están certificados por la Canófila Mexicana. No avalamos que se reproduzcan razas habiendo tantos animales buscando un hogar. Hay que enseñarle al consumidor que tiene que tomar decisiones responsables. ‘Ay, se me antojó tener un perro, voy y me lo compro porque tengo el dinero’. Somos responsables de toda esa cadena de producción donde los animales son las víctimas”.

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Animales chilangos
Foto: Isabel Mateos/Cuartoscuro

Sergio Martínez es criador profesional de bóxers. Ahora no cuenta con un espacio que pueda llamar criadero, así que planea bien las camadas de la hembra que vive con él y duerme en una cama acolchonada con base de madera. “Hago crianza basada en un estándar que nos rige una federación internacional, sobre todo que cumpla con su función zootécnica y que esté apegada al esquema de calidad”, dice.

Este año pagó 3 mil dólares por inseminar a su perra. Los dueños intercambiaron papeles que indican el pedigrí y demás documentos que comprueben que los ejemplares cumplen con las certificaciones que pide la raza, expedidos por la Federación Canófila Mexicana y la Federation Cynologique Internationale (organización canina mundial).

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“Antes de cruzarla debe estar vacunada y desparasitada. Hay que cuidar que la gestación sure máximo 63 días. Come alimento especial para perras gestantes, con alta proteína y grasas, de calidad prémium. Una semana antes del nacimiento saco una radiografía para conocer el número de cachorros, se mide el ancho de la pelvis y se compara con el tamaño de las cabezas de los hijos. A veces se tiene que hacer cesárea. Todos mis perros tienen certificado de pedigrí, con pruebas de salud y ADN”, cuenta.

De una camada de cinco cachorros, tres cumplieron con el estándar. Cada uno fue vendido en 3 mil dólares en Estados Unidos. Los otros dos fueron dados en adopción. “En México no hay quien pague, a menos que encuentres un loco como yo que quiera la mejor calidad en fenotipo y genotipo, incluyendo la salud”, relata.

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Animales chilangos
Foto: Isabel Mateos/Cuartoscuro

Aunque las tiendas de mascotas mejoren las condiciones de los animales, los activistas consideran que ser parte de un exhibidor de venta influye en su comportamiento.

“En los perros hay un periodo muy importante que se llama de impronta, que empieza desde el primer mes de gestación [LL1]—explica Miguel Otero, director de la escuela de adiestramiento canino Escul-Can—. Concluye a los tres meses y es vital en su desarrollo. La mamá enseña todos los comportamientos; si ella es limpia, el cachorro por imitación va a ser limpio. A una perra de la calle preñada, cuando se acerca a la gente la patean, le echan agua. ¿Qué aprende ese cachorro [LL2]por impronta? Que el ser humano es malo y agrede. Los cachorros nacen con miedos y traumas. Un cachorro que llega a los exhibidores de tiendas, que en la misma vitrina come, defeca y duerme, está aprendiendo que eso está bien”.

En la sucursal de +Kota de Zona Rosa, a un lado del corral para cachorros hay peceras que recuerdan el origen de la cadena, fundada por los hermanos Tawil, que en la década de 1990 abrieron una tienda de peces en las Lomas. Adelante hay un par de corrales con aserrín en el piso. En uno duerme un conejo y en el otro un cuyo hace madriguera en un iglú de plástico. Al fondo, en vitrinas, están los arácnidos y reptiles. Una iguana verde brillante vive en un lugar con piedras, algo de tierra, hojas y una rama de árbol gruesa para que trepe. Un termómetro indica la temperatura en que se encuentra su jaula de vidrio. Al exterior hay etiquetas que indican que no están en peligro de extinción, que se adaptan fácilmente a la vida domestica, cómo se deben alimentar y limpiar. Una leyenda dice: “Tratamos a nuestros animales con mucho amor y cariño, tal como lo harán sus futuros dueños”.

“La comercializadora debe contar con el antecedente de la Unidad de Manejo (UMA), que ostente que ese ejemplar proviene de un aprovechamiento sustentable”, señala Jaime Raúl García Núñez, director de Inspección de Vida Silvestre de la Profepa. “Cuando hay alguna denuncia en contra de tiendas o personas, la Profepa verifica la procedencia y las condiciones de manejo y atención que tienen esos ejemplares, con el objeto de evitar que haya faltas al trato digno y respetuoso de la vida silvestre”.

¿Y si la tierna mirada del cachorro no convence a nadie? Va a adopción. “Cuando las mascotas cumplen 10 meses las asignamos a alguna tienda y cualquier persona puede postularse —dice Eduardo Fuentes sobre el plan de adopciones de +Kota—. Tienen que mandar un correo a la persona encargada y se les regresa un formato de adopción. Hacemos preguntas como el tipo de vivienda en que habitan, el tiempo que tienen para cuidarlo, si hay niños. Somos bastante estrictos con los filtros. Los aplicamos tanto para perros como para gatos”.

Esta tienda también incluye en la adopción a iguanas, conejos y otras especies cuando rebasan cierta talla. “La realidad es que todos se venden”, señala Fuentes. Sólo los peces no entran en el programa.

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Foto: Isabel Mateos/Cuartoscuro

—Te doy precio —me dice un hombre.

Estoy al fondo del Mercado de Sonora. Un olor a heces, orines y a animal golpea la nariz. Camino entre cachorros chihuahueños, pastores belgas, labradores y otras razas amontonados en corrales de 1.5 metros de largo hechos con rejilla y un acolchado de plástico. Unos cachorros bóxer se alborotan en cuanto me acerco.

—¿En cuánto el cachorro?

—Mil 300. Llévatelo en mil, de una vez.

—¿Está vacunado?

—Sólo desparasitado. Y el vendedor asegura que tienen tres meses de edad, pero no hay papeles que hablen del origen de la cría.

“Las veces que hemos ido al Mercado de Sonora por denuncias hemos identificado irregularidades —platica Mariana Boy Tamborrell—. Venden a perros, a gatos muy pequeños y sin las vacunas necesarias. En ocasiones se les mueren ahí y los tiran a la basura. Se requiere una actuación conjunta con autoridades federales y locales. Ha habido conversaciones con los locatarios; en principio hay buena disposición para regularizarse, pero hay demandas de ellos en términos de las instalaciones del mercado”.

Veo palomas que se arrancan las plumas hacinadas en una pequeña jaula. Cabras en un corral de 2.5 metros de largo por uno de ancho que no pueden ni siquiera girar el cuello. Lo mismo pasa con siete gallinas que están en un cubo de 60 por 60. Un comerciante apila cajas de cartón de huevo y abarrotes y checa la mercancía: “Uno, dos, tres cuatro, ¡cinco gallinas pintas! ¡Una cabra! Uno, dos, tres, cuatro, ¡cinco conejos grises!”.

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“Los operativos que se han hecho hasta ahorita han sido federales. Operativos locales y conjuntos no ha habido hasta este momento —señala Boy Tamborrell—. Me parece que hay poca vigilancia del gobierno local; necesitaríamos fortalecerla, solidificar los acuerdos, capacitaciones. Todo lo que son animales de compañía compete a la alcaldía”.

A Julio César Moreno Rivera, alcalde de Venustiano Carranza, y Laura Marlén Quiroz López, jefa de la Unidad Departamental de Mercados y Plazas Comerciales en Fideicomiso, los negaron con un “Están muy ocupados” en los intentos por hablar con ellos.

El tema es sensible. No es secreto que en el Mercado de Sonora se comercializa fauna silvestre. “Actualmente ya no están exhibidos. Lo único que se ve son gallinas, palomas, perros, gatos, cuyos, animales domésticos. Pero se sigue manejando venta de fauna silvestre ilegal muy en cortito. La operación por lo regular se hace afuera del mercado”, comenta García Núñez de la Profepa.

“El papel que los animales han desempeñado en nuestra vida ha sido prácticamente como esclavos, como objetos, como mercancía —protesta Leonora Esquivel—. No necesitamos animales de compañía. Y por esos caprichos los animales pagan con su libertad e incluso con su vida”.